El de Ana Orantes y la cuenta que no cesa
● Andalucía enfrenta la efemérides liderando el triste ranking de víctimas mortales por violencia de género en España y recordando los 25 años del asesinato de la andaluza que despertó la conciencia de todo un país
contrario, las vociferan calculadora en grito. Cuenta el 10 (andaluzas asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de año), cuenta el 246 (a las que sus maltratadores quitaron la vida desde 2003), cuenta el 1% (de españoles que consideran que la violencia de género es un problema importante), cuenta el 8 (los menores víctimas mortales de la violencia machista en Andalucía), cuenta el 6 (los huérfanos andaluces por mor de la violencia de género en este año), y el 70 (los que se cuentan desde que afortunadamente empezamos a contarlos), cuenta el 1.078 (número de llamadas al 016 sólo este septiembre), cuenta el 3.115 (andaluzas usuarias en ese mes del Servicio Telefónico de Atención y Protección para Víctimas de Violencia de Género), y el 1.124 (sistemas de seguimiento telemático de medidas de alejamiento activos en Andalucía), y el 244 (menores en situación de riesgo en casos activos de violencia de género), y el 518 (casos andaluces de violencia de género en menores ). Y cuenta el 25. El 25 de noviembre, Día de la Eliminación contra la Violencia de Género, y el 25 aniversario del asesinato de la andaluza que abrió los ojos a todo un país, a sus gentes, a sus políticos, a sus juristas, a sus medios de comunicación y a sus investigadores, que vivían de espaldas a la violencia machista. Sí, somos números. Números de una cuenta que no cesa y de la que fuimos conscientes un 17 de diciembre de 1997.
“El caso de Ana Orantes, no sólo por su asesinato, sino por su testimonio previo, lleno de coherencia, sin resentimiento, simplemente explicando una realidad que transcendía de lo individual, pronunciando, incluso, la palabra sororidad en una época en la que no se oía, despertó una conciencia social motivada por la propia conciencia de Ana en su testimonio. Y, por supuesto, el crimen, las circunstancias en las que se produjo y las palabras anticipatorias de José Parejo, que dijo que iba a tomar medidas a raíz del programa –recuerden, Ana Orantes en De tarde en tarde de Canal Sur–, y que todo esto se desarrollara en un medio de comunicación, también hizo que los propios los medios miraran la realidad de otra forma y se sintieran comprometidos en entender por qué había pasado eso. A partir de ahí sociedad, medios, políticas y universidad se acercaron de otra manera a la realidad de las mujeres que sufrían violencia de género, muy poco a poco, todavía con resistencia, ¡fíjate cómo estamos ahora!, pero evidentemente fue un cambio importante”, reflexiona Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, médico forense y delegado del Gobierno para la Violencia de Género (2008-2011).
Fue tal el impacto que “en sólo cinco años” sobre la mesa del Congreso ya había una Ley Integral planteada (que echó para atrás el gobierno del Partido Popular) y que dos años más tarde, en 2004, se aprobó por unanimidad. “La sociedad corrió mucho entendiendo que la ley era un elemento clave para tratar de responder de manera global al problema de la violencia de género. Una ley como la de 2004, al ser integral, lo que planteaba es que no sólo había que modificar la respuesta judicial en términos de pena, de especialización y de recursos, sino que también había que trabajar mucho la prevención, la concienciación, la educación, las ayudas para que las mujeres pudieran salir de la violencia... Es decir, el cambio social fue tan rápido y tan intenso a raíz del caso Ana Orantes que desembocó en una la ley integral que fue un gran instrumento y que sigue siendo referencia a nivel internacional”, valora Lorente.
Una ley que hoy, a juicio del experto, sería “imposible que se aprobara por unanimidad, y hasta dudo de que simplemente se aprobara” visto “el nivel de superficialidad de la política, a la que le falta la responsabilidad de trascender de lo inmediato”.
Y es que a Lorente, al igual que a la pedagoga gaditana Ana Magallanes, con gran experiencia impartiendo cursos y talleres de coeducación en toda Andalucía, les importa, aunque no les sorprende, lo que ahora mismo nos cuentan los números, con nuestra Comunidad liderando el triste ranking de víctimas mortales por violencia de género en España. Recontemos, 10 en lo que llevamos de año, el doble que Cataluña, Castilla-La Mancha y Murcia, con 5 asesinatos, respectivamente, en esta cuenta que atenta contra la paz social del país. Diez. 9 en 2021, 7 hace una década... ¿Cómo leemos este crecimiento? ¿Qué nos están contando estos números?