Malaga Hoy

LOS INSULTOS

- ▼ MARILÓ MONTERO

EL penúltimo debate de esta semana ha sido el grado del insulto. Depende de quién insulta y de qué persona lo reciba es más o menos grave. Va por partidos políticos, le avanzo. La cosa empezó esta semana cuando una diputada de Vox, desde la atalaya del Congreso le dijo a la ministra Irene Montero que la única preparació­n que tenía era conocer en profundida­d a su pareja Pablo Iglesias. Soltó la frase y desató una oleada de críticas y aplausos que nacieron entre los pocos escaños que estaban habitados. La avalancha creada en las redes dominadas por la extrema izquierda llegó después estallando por los aires. Vox le ha dado a Irene Montero la pastilla de la resurrecci­ón justo cuando cavaban su tumba política. Podemos estaba sumido en una centrifuga­dora por el fracaso buscando sustituta al trono. Esa crisis ha sido otro detonante de fuerza. Ya se sabe que en el partido morado generan reacciones especialme­nte violentas entre sus fundadores y contra todos los que piensan diferente a ellos.

Pablo Echenique y Pablo Iglesias son unos maestros en la violencia política. Esta semana escuché que no es lo mismo que se le haga un escrache a la pareja en

Vox le ha dado a Irene Montero la pastilla de la resurrecci­ón justo cuando cavaban su tumba política

Galapagar que los podemitas se lo hagan a Cifuentes, Soraya, Cayetana, etc… Eso para los de Podemos es “jarabe democrátic­o”, como dijo Iglesias. Pero criticar a los de extrema izquierda lo han convertido en algo intolerabl­e y hasta debe quedar dictado en el diario de sesiones como los mandamient­os sobre las lajas de piedra de Moisés. Así lo pidió, entre pucheros, la ministra de Igualdad mientras señalaba a los “fascistas”, como ella llama a los de Vox, para que sea ejemplo de futuro que ella fue una mujer maltratada en el Congreso. No le parecería suficiente la autodefens­a de Montero que su pareja se retrató, una vez más, al salir a proteger a Montero. No hay peor cosa que pueda hacer Iglesias que salir a defender a su chica cuando ella misma se ha salvaguard­ado solita. A Montero no le hace falta que Iglesias la defienda porque cada vez que Pablo hace eso está desautoriz­ando a todas las mujeres que él cree que esta defendiend­o. Ese es uno de sus graves problemas. Se cree que levantando la voz, insultando a sus contrarios, está reforzando a la ministra. Y si hubiera que evoluciona­r en autoridad femenina, depende de ella que detenga esa manía del nuevo profesor de universida­d, en convertirs­e en su súper héroe que no hace más que mermar su lucha. Déjala que baile sola, Pablo. Irene tiene su propio carácter. Cada vez que su pareja sale a defenderla con la espada para cortar cabezas, le salpica todo de sangre.

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