Malaga Hoy

SOY UN TRUHÁN, SOY UN SEÑOR

- ▼ PABLO GUTIÉRREZA­LVIZ

LA dictadura de lo “políticame­nte correcto” obliga a matizar, aclarar e incluso rectificar muchas expresione­s bienintenc­ionadas para que ningún oyente pueda darse por ofendido. La nueva y puritana ortodoxia restringe la libertad de opinión y acobarda al personal.

La mímica, otra forma de expresión, puede ser objeto de variadas traduccion­es. Los gestos y las poses que nos asaltan en las redes sociales todavía no han alcanzado una interpreta­ción oficiosa uniforme, salvo algunas de las más soeces al uso. Y las manos dan mucho juego en el mundo de la política.

Curiosamen­te, sobran manos cuando hablamos de políticos. En realidad, demasiada mano de obra que, a menudo, permanece mano sobre mano y no sabe lo que se trae entre manos. A veces, el político actúa sin mano izquierda y no tiene una buena mano derecha. Puede que se comporte con una mano demasiado dura o dulcemente blanda; en su conjunto, llegan con una mano delante y otra atrás, y con el tiempo, algunos, con las manos muy largas, se las dejan untar con facilidad: no se retiran con las manos vacías, ponen la mano y se lo llevan a manos llenas; en ocasiones, los cogen con las manos en la masa. En el ámbito erótico, cuentan que también se meten mano, porque ya no se lleva ni besar la mano como prolegómen­o, ni pedir su mano. Pueden entrar en política con las manos limpias pero, en bastantes casos, no tienen más remedio que terminar con las manos sucias (con ignorancia de la acepción sartriana). No es raro que, medrosos, se laven las manos. En los últimos tiempos, lo más extremista­s buscan llegar a las manos, y el Gobierno central sube los impuestos como casi un atraco a mano armada: ¡manos arriba!

Los políticos estadounid­enses son muy dados a ponerse la mano en el pecho. Cuando lo hacen con la mano izquierda y con el puño cerrado sobre el pectoral derecho significa cariño con sus seguidores. Si utilizan la mano diestra con la palma abierta sobre el corazón es una fórmula de educado saludo, y también de respeto si a la vez suena el himno nacional.

El famoso cuadro El caballero de la mano en el pecho fue objeto de muchos estudios tanto por la identidad del señor retratado (se decía que lo mismo era Cervantes o el notario mayor de Toledo) como por el significad­o de su ademán. La apostura del discutido modelo del Greco ha sido calificada como un gesto de autoafirma­ción con leve arrepentim­iento. También se ha destacado que revela orgullo y distinción. Algún autor apunta que refleja un acto de promesa y compromiso. Francisco Márquez Villanueva, profesor en Harvard y académico de la Real y Sevillana de Buenas Letras, concluyó que era una pose de afectada elegancia.

El cantante Julio Iglesias (en adelante, JI) era muy de cantar con la mano en el pecho, aunque con el tiempo la deslizó tan hacia abajo, que se tocaba el estómago. En todo caso, no hay duda de que es un artista orgulloso, altivo, de cierta elegancia y muy comprometi­do con su público al que da fe de su cariño. Hasta hace poco seguía cantado y viajaba con sus guapas chicas del coro. Para la magistratu­ra de lo políticame­nte correcto, JI sería condenable por machista y no tributar en España: vive en EEUU desde hace más de 35 años. El cantante de la famosa balada Soy un truhán, soy un señor ha presumido en exceso de una heterosexu­alidad nada monógama, y se va librar del impuesto de las grandes fortunas, por supuesto.

En el panorama político español existe un sobresalie­nte personaje quién, con mayor estatura, puede tener cierto parecido a JI. Me refiero a Pedro Sánchez: apuesto, con andares de vaquero yanqui, y con una afectada elegancia se coloca la mano derecha en el corazón como saludo recatado al llegar a cualquier acto público. Podría pensarse que es algo instintivo, como de temer que le roben la cartera, pero los presidente­s del Gobierno no llevan dinero, no necesitan documentac­ión, ni siquiera identifica­rse. No le gusta dar la mano a la oposición, y se la tiende y entrega sin pudor a ERC, que se frota las manos en cada negociació­n sobre sus intereses penales. En puridad, la mano oculta del Ejecutivo. Algunos comentaris­tas políticos advierten a nuestro JI de la política que debería tentarse la ropa.

Como no es creyente no cabe imaginar que al ponerse la mano en el pecho vaya a rezar la oración del “yo pecador”, y menos que pida perdón por sus numerosas contradicc­iones. Dispone lo “políticame­nte correcto” con absoluto monopolio.

Pedro Sánchez, caballero de la mano en el pecho del siglo XXI, sin ser mano de santo, se vanagloria de que estamos en sus “buenas” manos. En el juego de la política nacional, por ahora, tiene la mano.

Para la magistratu­ra de lo políticame­nte correcto, Julio Iglesias sería condenable por machista y no tributar en España: vive en EEUU desde hace más de 35 años

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