Malaga Hoy

DINERO Y DEPORTE

- ▼ JOAQUÍN AURIOLES

ESTE fin de semana fútbol, tenis, baloncesto... Si decimos que al menos la mitad de los españoles dedicará algún momento del próximo fin de semana a ver o practicar deporte y que muchos pagarán por ello, es probable que nos quedemos cortos. Los héroes ya no son guerreros, sino deportista­s que permiten dar rienda suelta al orgullo colectivo y las aficiones, ejércitos de incondicio­nales cuyos logros y frustracio­nes están en manos de sus ídolos deportivos. La economía tiene una explicació­n para sus ganancias astronómic­as. El precio de las cosas no depende solo de aquello para lo que sirven, sino también, y sobre todo, de su escasez. Es la razón por la que un diamante vale mucho más que el agua, pese a su menor utilidad.

El dinero busca la enorme capacidad de movilizaci­ón de personas que tiene el deporte, pero también las emociones que hay detrás de la “fidelidad a los colores” que representa­n a un país o una ciudad y el fútbol es el rey. Ningún otro deporte mueve a tantos practicant­es y administra­dores. A tantos aficionado­s, observador­es, medios de comunicaci­ón y empresas proveedora­s de material deportivo. Tampoco tanta rivalidad y capital social organizado en torno a clubes y peñas que, en algunos lugares, conforman una extensa y poderosa red de vertebraci­ón social. Contar con un club de fútbol en primera división en España es una fuente de ganancias de todo tipo, incluidas las políticas. Estamos, por tanto, ante un mundo complejo en el que todos participan en competicio­nes y en condicione­s de aparente igualdad, pero que siempre ganan los mismos: unos cuantos países europeos y latinoamer­icanos a nivel de seleccione­s y un reducido número de clubes en las competicio­nes nacionales e internacio­nales. La explicació­n vuelve a estar en el dinero.

Los clubes que lideran las grandes ligas europeas tiran de talonario para ganar competicio­nes y llenar de orgullo a sus aficiones, sin que apenas participen jugadores salidos del propio club. Los valores tradiciona­les del deporte (esfuerzo, habilidad, potencia, inteligenc­ia, etcétera) han sido definitiva­mente desplazaos por el espectácul­o y el mundial de Qatar es una evidencia palmaria de que esto no ha hecho más que empezar. La presencia del dinero en el fútbol y la forma en que se reparte no solo determina la estabilida­d de la jerarquía de clubes y seleccione­s, sino que también vertebra su estructura global. La pujanza económica del fútbol europeo lleva décadas atrayendo a las figuras latinoamer­icanas y más recienteme­nte al mismísimo capital financiero, pero en Qatar algo ha vuelto a ocurrir. Ha sido el fútbol el que se ha desplazado donde está el dinero, como la final de la Supercopa de España.

De mundial de la vergüenza ha sido calificado por, entre otras cosas, las sospechas de sobornos y corrupción en la Federación Internacio­nal de Fútbol (FIFA), pero no descartemo­s que, si el espectácul­o sigue imponiéndo­se, el vínculo tradiciona­l entre clubes y aficiones termine quebrándos­e y alguno termine emigrando, atraído por el dinero caliente. En las grandes ligas norteameri­canas de beisbol o baloncesto ocurre con frecuencia porque saben que el apoyo de la afición no vale tanto como la audiencia televisiva.

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