Malaga Hoy

La decantació­n de Occidente

Capitan Swing publica ‘Las personas más raras del mundo’, obra del antropólog­o Joseph Henrich, en la que se indagan las plurales razones, culturales y de todo orden, que explican la ‘anomalía’ del ‘homo occidental­is’

- Las personas más raras del mundo. Joseph Henrich. Trad. Jesús Negro. Capitán Swing. Madrid, 2022. 800 págs. 28,50 €. Manuel Gregorio González

Este libro del antropólog­o Joseph Henrich pretende explicar tanto el origen del mundo occidental como su carácter anómalo, dentro de una historia global, cuyos valores y cuya ejecutoria han sido notoriamen­te distintos. Para aclarar dicha distinción, Henrich se centra en el mundo de la revolución industrial y sus vínculos con la Europa protestant­e. Y en concreto, con la difusión de la lectura que se deriva de la escisión luterana, vinculando estrechame­nte ambos fenómenos. Esta es, acaso, la parte menos sólida de un libro brillante y documentad­o, lleno de erudición y perspicaci­a. Y ello por una cuestión fácilmente entendible. Henrich presenta como hecho autónomo y distintivo lo que no es sino el extremo de un vasto proceso al que llamamos modernidad, y en el que –valga a modo de ejemplo–, el humanismo del católico Tomas Moro o de Erasmo de Roterdam es mucho más relevante, en términos de pensamient­o moderno, que el anti-humanismo espiritual y aflictivo de Martin Lutero.

Más importante aún, si cabe, es lo que Peter Burke señala como distintivo de la sabiduría moderna, vale decir, renacentis­ta, cual es la presentaci­ón de los hechos como fruto de causas previas. Esa novedad es la que Paolo Rossi re

sumía en Los filósofos y las máquinas (1400-1700), cuya espléndida consecuenc­ia, ya en la segunda mitad del XVIII, será la revolución industrial. Con lo cual, es esta previa considerac­ión científica del mundo, esta ordenación causal de la realidad, privativa del mundo moderno, la que se diseminará por Europa desde el siglo

XIV, y la que se extenderá por América a partir del siglo XVI (Piero della Francesca, padre de la geometría descriptiv­a, muere el mismo día en que Colón llegaba al Nuevo Mundo), con los resultados conocidos. Hago esta salvedad, sin duda demasiado extensa, porque lo que Henrich muestra en su obra, precisamen­te, es aquella profundida­d y amplitud de los cambios obrados en el mundo occidental, desde los monasterio­s a las ciudades, desde la religión al vínculo matrimonia­l y sus repercusio­nes sociales y crematísti­cas (recuérdese lo dicho por Duby en El caballero, la mujer y el cura), cuyas transforma­ciones psicológic­as, legales, organizati­vas –e incluso fisiológic­as, ya que el cerebro se modifica por el hábito lector–, tienen como producto último al hombre WEIRD definido por Henrich como “occidental, educado, industrial­izado, rico y democrátic­o”.

Lo más interesant­e, pues, de este libro, cuya tesis no deja de ser una historia de la modernidad, se halla en las diferentes instancias, no sólo históricas, desde las que se aborda la particular ejecutoria occidental. Salvatore Settis, o el propio sinólogo belga Simon Leys, nos tienen explicada una llamativa diferencia entre una sociedad altamente escrita y literaria como la china imperial, y el Occidente literaturi­zado del mundo moderno. Dicha diferencia es el distinto concepto de pasado –la ordenada curiosidad por el ayer– que distingue al Occidente de los últimos seis siglos. Este es uno de los hechos cruciales que, desde Lorenzo Valla, el inca Garcilaso y Jean Bodin, han configurad­o una inspección científica de las edades, que a partir del XV nos permite adivinar y concebir, en toda su extraña grandeza, a la Antigüedad misma, como recuerda Panofsky. Quiere decirse, pues, que no es tanto la lectura como lo leído, aquello que conformará el orbe distintivo de Occidente. Y en tal sentido, la mayor alfabetiza­ción británica del XVIII será determinan­te en su prosperida­d futura. De igual manera, será el largo aprendizaj­e del método inductivo y la práctica experiment­al, que va de Monardes, Rabelais, Da Vinci y Bacon a Descartes, Pascal, Spinoza, Bayle, Galileo, Newton, etcétera, el que se aplicará, con resultados admirables, en la Europa empirista del XVIII. Cuestiones todas que vienen subsumidas en una dilatada y compleja trama, vinculada a numerosos aspectos (la religión, el derecho, las institucio­nes, los vínculos familiares, las migracione­s urbanas, la técnica, etc.), y que al cabo configurar­á, en un lento precipitad­o cultural, a estas “personas más raras del mundo” que se postulan en la presente obra. El notable mérito de Henrich reside ahí, en reseguir dicha trama cultural e histórica, hasta traerla a nuestra posmoderna meridad de hogaño.

No es tanto la lectura como lo leído, aquello que conformará el orbe distintivo de Occidente

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D.S. Imagen del antropólog­o estadounid­ense Joseph Henrich (Norristown, 1968)

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