Malaga Hoy

GRACIAS GUILLERMO

- ▼ SALVADOR MERINO

LA pasada semana tuvo lugar uno de los grandes discursos parlamenta­rios de la presente legislatur­a. Un diputado malagueño, Guillermo Díaz, puso al resto de los diputados ante el espejo de sus disputas infantiles y luchas cainitas y supo mostrar al resto de España que hay lugares donde el encuentro y la concordia aún existen. Haber puesto a Málaga en el centro de ese lugar, que la transición española supo crear y que otros se esfuerzan tanto por destruir, es un acierto y una realidad que todos empiezan a reconocer y que merece la pena seguir impulsando.

La propuesta del PSOE, para que todos apoyaran la Expo de 2027, ha sabido poner a cada uno en su sitio. 319 votos a favor, ninguno en contra, y la curiosa abstención de sus socios nacionalis­tas, ERC, PdCat, CUP, BNG y EH-Bildu, que no les bastaba con la rebaja del delito de sedición. Está claro que hay partidos insaciable­s que sólo se miran el ombligo y son incapaces de salir de su terruño y de su tribu, y eso cada día lo tienen más claro el resto de los españoles y también de los europeos.

La intervenci­ón en el Parlamento del diputado de ciudadanos ha sabido reconcilia­rnos a muchos con nuestra cla

Un diputado malagueño, Guillermo Díaz, puso al resto de los diputados ante el espejo de sus disputas

se política. Porque, incluso en los tiempos más revueltos de su formación y con tanto fuego amigo alrededor, alguien ha sabido brillar con luz propia en defensa de los que le han llevado a las institucio­nes. Esta forma de proceder, tan propia de los parlamenta­rios británicos pero tan excepciona­l en España, transforma a los culiparlan­tes en proactivos defensores de sus votantes y establece alianzas más allá del servilismo a la estrategia partidista. Ver esos vacíos en el Congreso, tantos sillones rojos o azules donde sus ocupantes ni están ni se les espera y que, tras una intervenci­ón que nadie escucha, llegan raudos y veloces a emitir el voto que les indiquen y salir pitando de nuevo, es simplement­e patético.

Pero esta arcadia que se les ha presentado desde la Costa del Sol es una realidad reconocibl­e y reconocida y, por tanto, de la que nos debemos sentir orgullosos todos sin excepción. Parafrasea­ndo al propio Guillermo Díaz en su alegato a Málaga, “desde que Torrijos entregó su vida por la libertad, desde que Cánovas llevó nuestro carácter más allá de la provincia y desde que Picasso exportó su arte al mundo entero” son muchos los que hoy se sienten un poco más malagueños. “Y usted que me lee, si quiere, también”.

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