Malaga Hoy

“La desigualda­d no es rentable ni para los ricos”

- Álvaro Ochoa

–Utilizando el símil de su libro, ¿en qué piso vive? –Vivo claramente en el ático social, pero no es lo mismo vivir en la entrada que en el último piso del vértice de la pirámide. Ninguno somos consciente­s de que estamos mucho más arriba de donde creemos. La gente no sabe cuanta gente hay abajo.

–¿Nació en ese piso?

–No. En mi familia paterna son mineros y viven en el sótano social. En mi familia materna son camioneros. Yo soy hijo de becas y de ayudas. Eso me ha permitido subir varios pisos. Ahora mismo el acceso a la educación está casi blindado. En Andalucía, por ejemplo, hay centros en los que los hijos de los ricos se juntan entre ellos y se conectan entre sí.

–¿Los que viven en el ático son los que mandan? –Hay dos niveles de poder. En uno están los que mandan de verdad, que viven en el pico de la pirámide, son el 0,1% y se pueden comprar la política, la libertad de expresión o los medios de producción. Y luego están los que ejecutan o parecen que mandan. Hay ciertas políticas que responden a intereses.

–¿Es posible vivir el sueño americano en España? –Hay una cosa que envidio de allí: la excepción ocurre con cierta frecuencia. Las grandes fortunas estadounid­enses de hoy no existían hace 25 años. Hablo de Microsoft, Google, Apple o Facebook. En cambio, aquí en España, los grandes apellidos son los mismos desde el franquismo. Hay una excepción y a ella acuden todos los amantes del liberalism­o: Amancio Ortega. El problema es que hay uno. –Dice que el edificio se construyó en 1975, pero los materiales parecen anteriores.

–Totalmente. Los materiales son previos: el cemento, la columna, el solar,... Todo es heredado. El sistema roto que tenemos de herencias.

Por ejemplo, si te apellidas Botín ya naces con 40.000 millones de ventaja. La riqueza de tus abuelos y padres genera inercia. Hemos decidido que cobrar por las herencias por encima de un determinad­o nivel es inmoral. Lo inmoral es que una persona tenga 56.900 millones de ventaja como tiene Marta Ortega. Es demasiada ventaja.

–Pero muchos gurús de la economía hablan de la necesidad de atraer millonario­s.

–Nunca ha habido un sitio tan bueno como este ni un momento mejor para ser millonario. Ahora pagan menos de lo que han pagado jamás. No sólo pagan menos, sino que hay un discurso muy violento contra que paguen un poco más. Roosevelt, conservado­r americano, puso un impuesto a las grandes fortunas del 80% y Nixon el 50%. Y no pasaba nada. Y era la cuna del capitalism­o.

–Pasemos a los mitos: ¿los pobres votan a la izquierda y los ricos a la derecha? –Se cumple medio mito. El del que los ricos votan a la derecha es verdad en tres de cada cuatro casos. Y el de los pobres, es verdad en uno de cada dos. Hay diferencia entre el 75% y el 50%. La fidelidad de voto es mayor cuanto mayor es el nivel de renta. –¿Los pobres no votan? –Cuando tienes a gente que no tiene para vivir, esa gente no tiene interés para votar y no confía en el sistema. Al final, ocurre que alguien engarza una idea que les hace creer que hay magia ahí fuera y los engancha. Y, de repente, votan. La desigualda­d no es una preocupaci­ón ni de rojos ni de pobres. No tiene sentido que haya millones de personas que no pueden comprarse un libro.

Para los panaderos es rentable que la gente pueda consumir. Y para los vendedores de pisos es rentable que los panaderos ganen dinero. Y para los vendedores de yates es bueno que les vayan bien a los vendedores de pisos. La desigualda­d no es rentable ni para los ricos. –Otro mito: ¿existe la clase media?

–Es un concepto menguante. La clase media es el colchón social. La gente que no tiene nada, tampoco tiene nada que perder. Y eso lleva a la insegurida­d. La desigualda­d es el germen de la insegurida­d. Si no tienes para comer, lo siguiente que puedes hacer puede ser robar. Actualment­e, paro y divorcio pueden llevarte a la pobreza. Eso es muy llamativo. Igual que el dato de que el 55% de los hijos de los obreros también morirán siendo obreros. No hay pro

greso social en dos generacion­es. Eso es muy duro. La pobreza se hereda. En cambio, si naces en el ático social es difícil caer.

–¿Vamos camino de un estallido social?

–Espero que no y que no llegue nunca. Si llegamos, hemos fracasado como sociedad. No estamos cerca, pero nos acercamos a una velocidad preocupant­e hacia ello. –Para acabar, hábleme de los que empiezan: ¿qué papel juegan los jóvenes en este edificio?

–Son consciente­s de que son la generación estafada. Han hecho todo lo que se les dijo que tenían que hacer y se han preparado mejor que nunca. Y, cuando han cumplido toda la parte del contrato social que le correspond­ía, han llegado a un mercado en el que le ofrecen 900 euros con suerte y contrato con mucha suerte.

Cuando hay gente que no tiene para vivir, esa gente no tiene interés para votar y no confía en el sistema”

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