En la ‘entraña’ de Matías Di Carlo
● El escultor obtuvo el reconocimiento internacional de su obra en la que busca el límite a sus técnicas
Afincado en Ronda desde hace más de veinte años, el argentino Matías Di Carlo es un escultor que cuenta en la actualidad con una gran proyección internacional tras años de duro trabajo y exploración interior propia.
La última parada de su obra es el Paseo Real de Antequera con una colección de 5 piezas de gran formato realizadas en acero corten para abrir el museo al aire libre que proyecta crear el Ayuntamiento de Antequera. Una idea del también artista y ahora concejal de Cultura antequerano, José Medina Galeote.
Antes sus obras han pasado por el Muelle Uno de Málaga y pronto podrían ir al norte de España, y es que más allá de su exhibición en algunos de los museos de arte contemporáneo más importantes del mundo no pierde el apego al país que le acogió tras su salida de Argentina. Nueva York, Estocolmo, Hamptons, Lituania o Alemania atesoran algunas de sus obras o han contado con las mismas para grandes exposiciones. A ellas se suman aquellas que han ido a colecciones privadas y que no se exponen.
Poco dado a mostrarse hasta el momento, Di Carlo acepta la petición de este periódico con una sola condición, comer un asado que como buen argentino prepara él mismo en una antigua fragua reconvertida en una suerte de chimenea que destaca en el lateral de su estudio. Al otro lado se encuentran expuestas algunas de sus obras. A mitad de camino, en una suerte de frontera temporal entre la inspiración y el resultado final se sitúa la mesa de dibujo sobre la que plasma sus ideas, en muchas ocasiones, durante largas noches. Son las entrañas del artista a las que pocos acceden.
Una comida que se convierte en una simple excusa para una larga conversación junto a su mujer, Andrea, sobre su trayectoria, el momento que está viviendo y su visión del complejo mundo del arte en el que anima a los jóvenes que están empezando a no buscar mentores y sí buscarse a ellos mismos para crear con la técnica que conozcan y en la que se sientan cómodos y satisfechos.
En su caso es la forja el origen de todo. Su familia cuenta con una larga trayectoria en ese mundo y Di Carlo fue la cuarta generación que de dedicó a la misma, primero en un taller en Ronda y posteriormente en Cuevas del Becerro tras ampliarlo. “Hoy podríamos ser uno de los tres talleres más importantes de Europa”, reconoce, pero llegó un momento que aquel trabajo meticuloso para crear piezas de geometría perfectas y con una funcionalidad no le llenaba. Fue entonces cuando decidió encerrarse durante más de dos años para encontrarse interiormente, deconstruirse y volverse a montar para abandonar la funcionalidad y entregarse a la creación buscando romper los límites de las técnicas que había aprendido y perfeccionado desde pequeño más allá de aquellas que aparecen en los libros. Una implosión para explosionar como escultor. “Mi abuela, a la que adoraba, hacía los espaguetis a mano tras horas de trabajo y se acaba el fin de semana si alguien los cortaba con cuchillo y tenedor, yo no podía resistir hacerlo para romper aquella norma”, dice Matías. Ya de mayor, era su padre el que aconsejaba en el taller para que no pasase el hierro de temperatura, tras lo que asegura que sentía la necesidad de hacerlo para descubrir qué pasaría si rompía aquella técnica. “Nada más que se marchaba lo hacía”, dice entre una sonrisa.
Sobre su obra asegura que “trata de entender los espacios que están en medio de lo que damos por conocido”, al tiempo que supone una continua alteración de orden de Fibonacci. “¿Qué pasa
Maestro forjador, decidió deconstruir todo lo aprendido y darse a la creación
El abandono de la funcionalidad le posibilitó encontrar su alfabeto propio
si yo lo altero? Es lo que hago y es como la base de toda mi obra, hacer algo que es impredecible dentro de una búsqueda de la profundidad, no cualquier cosa, no lo primero que se me ocurre”. En este sentido, se sigue preguntado qué provoca que siga apereciendo Fibonacci en cada obra que realiza.
Una obra en que camina entra la construcción y la deconstrucción. “Me di cuenta que construcción y deconstrucción son dos movimientos de una misma respiración”, señala Di Carlo.
Hoy sus creaciones son fruto de la experimentación con los límites de esas técnicas en una constante búsqueda del abecedario de cada una de sus series, pasando de la perfección a la imperfección o la utilización de materiales como el cobre y el aluminio fundido que racionalmente se rechazan pero que su uso irracional quedan amalgamados en una sola pieza en la que se encuentran tres obras. Además, asegura que no se debe buscar una explicación a su obra. “Lo que estoy hacien es trabajar más allá del espacio racional”, dice.