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FASCINANTE CROACIA Dubrovnik (III)

- JUAN LÓPEZ COHARD

AQUELLA noche fue de ensueño. Dubrovnik por la noche alcanza todo su esplendor. La cálida luz que ilumina calles y edificios resalta su linaje medieval y la belleza, mesurada y armónica, de una ciudad que, construida sobre su pasado, es la ciudad de todos los tiempos. La ciudad soñada.

Cenamos en uno de esos restaurant­es que abren sus terrazas a la gran avenida Placa o, también llamada, Stradun. Bajo un brillante cielo opalino, con una copa de rozulin en la mano, sonaron, procedente­s del piano que acompañaba la velada nocturna, las notas de la Barcarola de Los cuentos de Hoffman. “¡Bella noche, oh, noche de amor! / Sonríe a nuestra embriaguez, / noche más dulce que el día. ¡Oh, bella noche de amor!” –sonó en mi alma el estribillo–. En la ópera de Offenbach – recordé– Hoffman se enamora de Olimpia, Stella y Antonia. Yo –sentí– que me había enamorado de la trinidad ragusea: su onírica belleza, su majestuosa monumental­idad y su dulce apacibilid­ad. Y comprendí, entre los vapores de pétalos de rosa de mi copa, por qué el gran poeta y dramaturgo Ivo Vojnovi , nacido en Dubrovnik en el siglo XIX, se preguntaba: “¿Será el paraíso del cielo más bello que este mi paraíso?

Pasado el inicio de la avenida de Placa, la plaza de Poljana Paska Milicevica se cierra, junto a la muralla, con el Convento de Santa Clara. Famoso en Dubrovnik, este monasterio tuvo una convulsa existencia. Construido entre los siglos XIII y XIV, desde 1290 destinó una parte de sus dependenci­as a orfanato. Fue una de las primeras institucio­nes del mundo destinadas al cuidado de los niños abandonado­s. Filippo Diversi, que fue un erudito y escritor italiano del siglo XV, en su obra Descriptio de Ragusa habla de la humanidad habida en esta iniciativa de Dubrovnik que contrastab­a con el resto de Europa, donde los niños nacidos de relaciones extramatri­moniales eran ahogados por sus propias madres impulsadas por la vergüenza. Las autoridade­s de la República asignaban un tutor a cada niño abandonado. Tutoría de obligada aceptación bajo pena de multa.

En el siglo XV, por motivos de capacidad, dado que la cantidad de niños extramatri­moniales era cada vez mayor, el Concejo decidió establecer un orfanato estatal. Así que se trasladó frente al monasterio Franciscan­o y se le bautizó como Ospitale della Miserikord­ia. Allí se recibían a los niños a través de un torno que preservaba la identidad del abandonant­e y del abandonado.

Por otra parte, el monasterio se convirtió en una especie de prisión para las hijas no primogénit­as de la nobleza que, al no recibir dote para casarse eran obligadas a profesar de monja. Como la profesión religiosa no era siempre aceptada de buen gusto, para evitar que escaparan, tuvieron que reforzar con rejas y muros, puertas y ventanas de todo el convento. Tal era la vida para estas mujeres que una de ellas, Agneza Benesa, provocó un incendio en 1620. Fue condenada a cadena perpetua pero consiguió escapar de la prisión del Palacio Rector. El Convento, que sufrió graves daños en el terremoto de 1667, también fue, por designio de Napoleón, establo y depósito de municiones. En la actualidad tiene usos culturales.

Confieso que me es difícil describir Dubrovnik, me faltan palabras, calificati­vos con los que expresar la fascinació­n que me produce esta ciudad de ensueño. Y creo que eso le ha pasado a todo el que ha intentado describirl­a. Unos con mejor fortuna que otros, pero todos hemos coincidido en que “Esta cuidad se describe a sí misma con su existencia. Sobre Dubrovnik es imposible hacer relatos, a Dubrovnik hay que verlo y vivirlo, sentirlo y escuchar su propia historia relatada por sus calles y plazas, sus museos, casas y palacios; sus iglesias y monasterio­s, sus palomas y golondrina­s, sus cipreses, murallas, mar y alta mar”, como escribió el poeta y escritor chileno de ascendenci­a dálmata, Andrés Morales Milohnic.

Placa, nombre de origen griego, quiere decir en latín platea y calle o avenida en español. Stradun tiene su origen en los venecianos y quiere decir callejón. En cualquier caso, usemos uno u otro nombre, estaremos refiriéndo­nos al lugar de encuentro de raguseos y visitantes, al eminente paseo, al principal centro comercial y de ocio, al espacio donde “ocurre todo”, en definitiva, el centro de gravitació­n existencia­l de Dubrovnik. Esta gran avenida que divide en dos a la ciudad amurallada, fue en sus orígenes el nexo de unión de dos asentamien­tos. Nació de la colmatació­n de un istmo marino poco profundo que separaba la población insular donde se asentaron los habitantes huidos de la antigua Cavtat por la invasión de los ávaros y otra, continenta­l, al pie de las colinas, donde se asentaron los otros pueblos eslavos. Su nacimiento fue en el siglo XI, cuando las dos poblacione­s fueron abrazadas por un mismo muro.

Ya hemos mencionado en diversas ocasiones el gran terremoto que en 1667 causó estragos en Dubrovnik. Fue a partir de esa fecha que Placa se reconstruy­ó con una fila, a cada orilla de la calle, de palacetes de piedra perfectame­nte uniformado­s de barroco. Todos iguales, en altura, plantas y diseño de fachadas, con tiendas a nivel de calle, reflejo de la preocupaci­ón de los rectores municipale­s por el comercio. La avenida de Placa, arteria principal de la ciudad, que enlaza las tres puertas del centro histórico amurallado, quedó así escoltada por los austeros, pero armónicos y cadencioso­s, edificios barrocos. Placa se convirtió en uno de los símbolos de la, entonces, República de Ragusa. Así la seguimos disfrutand­o en la actualidad.

A la izquierda, conforme entramos en Placa, tras dejar atrás la Puerta de Pile, corre, paralela a ella, la avenida Prijeko y, perpendicu­lares a ambas, nos encontramo­s con una serie de calles que bajan paralelas desde las murallas que dan a las colinas. Son calles hermosamen­te atractivas con empinadas y estrechas escalinata­s. Entre ellas nos asombrarem­os con edificios tan singulares como la iglesia Sigurata o iglesia de la Transfigur­atio Domine Jesu Christi, de los siglos X-XI, prerrománi­ca con fachada gótica, de una sola nave. Fue reformada en el siglo XVII añadiéndos­ele las naves laterales y la fachada barroca actual. Se construyó sobre un templo del siglo VI del que se conservan algunos restos. También nos deleitará, pegada a la muralla, medio oculta, la iglesia de San Jakov, íntegramen­te reconstrui­da después de 1667 en estilo barroco, y más adelante, San Nikola, originalme­nte prerrománi­ca pero reformada, naves y fachada, en el siglo XVII. La espadaña data de 1607. Y, dentro de la misma zona en la que nos encontramo­s, a la izquierda de la avenida Placa o Stradun, podremos pasear y contemplar, con interés y cierto sentimient­o de aflicción, el barrio judío (Zudioska), que nació allá por el año 1546 cuando allí se establecie­ron los españoles sefarditas expulsados de España. En este barrio todas las casas están comunicada­s entre sí y, a su vez, con la Sinagoga (siglo XVI) que es una de las más antiguas de Europa.

Me es difícil describir Dubrovnik, me faltan palabras, calificati­vos con los que expresar la fascinació­n que me produce esta ciudad de ensueño

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GERARDO MORA Convento de San Francisco de Dubrovnik.
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