España jugó un partidazo ante un caramelito
Piña de los jugadores de la selección después de uno de los goles ante Costa Rica.
Lisa y pequeña como una canica. Así dejó la pelota España después de sobarla a su antojo durante una hora y media larga en un ejercicio de eficacia suprema. El partido tuvo muchos contextos. Hay para elegir. Que Costa Rica es una selección menor, por ejemplo. Eso puede ofrecer una visión distorsionada de lo que sucedió. Pero otro contexto es que esto es un Mundial, que es fútbol profesional y que es difícil ganar 7-0 hasta en un entrenamiento. Se mezclaron las dos cosas. España despachó un partidazo ante un caramelo. Y cuando eso
sucede el marcador suele ser escandaloso y las endorfinas se disparan. No hay que pedir perdón por ello. Al contrario. Hay que aprovechar y exprimir al máximo el estado de ánimo y la condición futbolística de este equipo. Para lamentarse, siempre hay tiempo. Hay que quedarse con que Costa Rica es una banda y con que España jugó una barbaridad. Se juega contra quien toca y no hay que pedir perdón por ganar. La goleada fue merecida y dispara el estado de euforia. Y no pasa nada.
SE QUEDA UN BUEN DOMINGO
Se ha quedado un domingo precioso. Sobre todo, para Alemania. Vivió la misma pesadilla que Argentina tras cometer, prácticamente, los mismos errores. Perdonó en el primer tiempo, se narcotizó tras el descanso y no supo medir que Japón, como Arabia, jugó con la rebeldía de quien no tiene nada que perder. Se llevó uno de los revolcones del Mundial y juega una final contra España. Apasionante. ●