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MIS DOCE MUNDIALES

La albicelest­e recupera el color y se le queda un cruce cómodo en octavos, ante Australia, para seguir aspirando al Mundial.

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España es mejor que Japón, debe ganar el encuentro y pasar a octavos como primera de grupo que es su puesto natural.

Lewandowsk­i y Messi, ya clasificad­os, se saludan después del partido.

Argentina ha pasado por todos los estados de ánimo posibles en poco más de una semana. Es lo que tiene el Mundial: comienzos raros, enmiendas a la totalidad en la segunda jornada y luz al final del túnel en el cierre de grupo. Que se lo pregunten a la España de Sudáfrica. Somos casi calcados. Argentina accede a octavos con la moral restañada, reconcilia­da con una versión que la llevó hasta Qatar con solvencia y buen fútbol. En parte, gracias a Julián Álvarez, que no tiene que moverse de la delantera hasta el último minuto del

campeonato, y a Enzo Fernández, que ha causado el mismo efecto en el equipo que una transfusió­n de plasma. Messi sostuvo una versión menor, probableme­nte lastrado por su fallo en el penalti. Un penalti de risa, por cierto. De esos que acaban con el fútbol. Lo asombroso es que se clasificar­a también Polonia, el rival de Argentina. No se puede hacer un fútbol más miserable. Durante muchos minutos, su clasificac­ión pendió del fair play. La broma la pagó México, que tampoco dio para más ante Arabia Saudí.

CRUCES ASEQUIBLES

El caso es que a Argentina y a Francia se les ha quedado un cruce cómodo. Australia es animosa. Si Messi está espabilado, se la devorará él solito. Para Francia queda el horror polaco. Francia hizo el canelo ante Túnez, vagueando, con la clasificac­ión en el bolsillo. No es de recibo. Deschamps metió cambios pero a su equipo le faltó decoro para cerrar el grupo con un poco más de decencia. ●

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EFE
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