Marca Canarias

Shaqiri es un águila

Esta vez ‘sólo’ mandó callar a la grada serbia. Partido espectacul­ar y lección de Embolo de lo que es un 9 moderno

- Fernando Carnerero

Era un partido de dos en el que jugaban tres. Hace tiempo que la rivalidad entre Suiza y Serbia implica también a Kosovo. Bastaba darse un paseo por las redes sociales para entender la trascenden­cia social y geopolític­a del partido que el calendario del Mundial ubicó en el estadio 974.

Tampoco era necesario que los serbios taparan a Kosovo en su bandera para recordar que hace cuatro años, en Rusia, Xhaka y Shaqiri restregara­n a los serbios su origen albano-kosovar. Ese era el contexto de un partido en el que estaba en juego el acceso a la segunda plaza, a los octavos y quién sabe si a un posible choque en cuartos de final con España.

Y todo eso se lo tragó el fútbol, porque serbios y suizos regalaron un espectácul­o extraordin­ario, uno de los mejores partidos de esta Copa del Mundo. Es posible que el mejor. De ese gran partido sale Suiza con el sello en su pasaporte para los octavos.

Portugal sabe que tiene un problema.

Y DE REPENTE SHAQIRI

Tiene ya 31 años, juega en los Chicago Fire y nunca llegó a ser el elegido que parecía cuando era chaval. No lo fue. Pero Xherdan Shaqiri, sea o no porque ver una camiseta serbia delante le dispara la adrenalina, se marcó un partido extraordin­ario. Ni siquiera el despiste en la entrega que generó el segundo gol serbio pudo tapar el despliegue de fútbol del que nació en Gnjilane, en la antigua Yugoslavia y hoy Kosovo. Su cuerpo le da para poco más de una hora antes de que le sienten, ¡pero qué hora!

Y EMBOLO EN EL MÓNACO

A un lado Embolo, dando una lección de cómo debe trabajar un delantero centro. Hizo un gol a puerta vacía, pero su repertorio de movimiento­s fue una clase magistral: por arriba, por abajo, descargand­o, asociándos­e, cayendo a la banda... Al otro lado, Mitrovic y Vlahovic. El primero dejó un gol de cabeza perfecto, para ponérselo a los chavales que quieran saber cómo se domina el juego aéreo. El de la Juve, tocado y apto para menos de una hora, demostró que lleva el gol en la sangre. Pero entre los tres, lo del 7 de Suiza fue de otro nivel. La pregunta es si el Mónaco no se le queda demasiado pequeño.

¡QUÉ PARTIDAZO!

El fútbol se elevó por encima de todo. Desde el primer minuto de partido, Serbia y Suiza ofrecieron un hermoso espectácul­o. Como si hubiera oído las reflexione­s de Luis Enrique, las dos decidieron lanzarse al ataque desde el inicio, divertir. A los 25 segundos, los suizos ya habían tenido tres remates para marcar. Lo que vino después fue una locura maravillos­a. Tadic, Shaqiri, Embolo, Vlahovic, Kostic, Vargas, Mitrovic... Una ofensiva total en las dos partes del campo, sin un segundo de pausa. Un espectácul­o para atrapar a quien dude de este deporte.

Este Mundial no es apto para cardiacos. Eso está claro. Después del final agónico que se produjo en la tercera jornada del grupo E que tuvo a España unos minutos eliminada, el desenlace del grupo H también da para escribir un libro. Japón dio la sorpresa el día anterior remontando a España y Corea les imitó ganando 2-1 a Portugal y pasando a octavos pese a empezar la jornada como colista de grupo. Los de Paulo Bento dieron la vuelta al partido en el tiempo de añadido tras una sensaciona­l galopada de Son y asistencia de lujo con caño incluido sobre Cancelo para que Hwang batiera por bajo a Diogo Costa. Éxtasis coreano a costa de una Uruguay que ya mascaba la clasificac­ión. Los ocho minutos de diferencia que hubo entre ambos partidos debieron ser los peores en la historia de Corea ante cada ataque uruguayo. No se movió el marcador en el otro partido y la alegría se desbordó en el corro que formaron los coreamos mientras esperaban el final del partido.

Portugal tenía el pase encarrilad­o, pero quería asegurar el primer puesto para ver a Brasil de lejos. Fernando Santos reservó a gran parte de sus pesos pesados -Ruben Dias, Bruno Fernandes, Bernardo Silva, Joao Félix- pero aún así sa- có un equipo competitiv­o para intentar no pasar apuros ante la correosa Corea del Sur. Algo que parecía demostrado a los cinco minutos de partido después de un gran pase en profundida­d del veterano Pepe hacia Dalot, que se internó por la banda derecha y su pase de la muerte lo mandó a la red Ricardo Horta.

Corea, que no dependía de sí misma aunque ganara, es de esas seleccione­s que no se viene abajo sea el que sea el resultado y siguió a lo suyo. La suerte le acompañó en un córner en el que el balón dio en la espalda de Cristiano Ronaldo, que no pudo apartarse, y quedó muerto para que el central Young-gwon Kim fusilara a Diogo Costa. Consciente­s de la victoria de Uruguay en el otro partido, los de Paulo Bento sabían que ganando sus opciones de clasificac­ión eran muy factibles y se pusieron a ello. Segunda parte con retraso

La segunda parte empezó seis minutos y 35 segundos antes que el otro partido, algo que no se entiende cuando hay una clasificac­ión en juego y Corea estaba a un gol de pasar a octavos. Pese a la necesidad de marcar los coreanos no se echaron a lo loco al ataque. Su táctica era más bien sorprender a los lusos con rápidas contras y confiar en la inspiració­n de Kang-In

Lee o de Son. Algo parecido a lo que hizo Japón con España al principio de la segunda parte. A falta de media hora Santos hizo un triple cambio y sacó del terreno de un juego a un Cristiano con cara de pocos amigos.

LA GALOPADA DE SON

Los coreanos, muy cansados los últimos minutos, se quedaron sin fuerzas y Portugal dejaba pasar los minutos hasta que en un córner a favor de los lusos Corea montó una rápida contra en la que Son llegó hasta el área lusa y pasó a Hwang -con caño incluido a Cancelo- para que éste hiciera historia para Corea. Tras el pitido final y ocho minutos angustioso­s de espera los coreanos celebraron a lo grande su pase a octavos. Les espera Brasil, pero seguro que les da igual. Este Mundial no sabe de nombres. ●

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AP Shaquiri (31) celebra su gol ante Serbia.
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EFE Embolo (25) mira al cielo tras su gol.
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EFE Este es el gol de Hwang en el tiempo añadido que dio la clasificac­ión a Corea del Sur.
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