Marca Galicia-Asturias

Nos lo ganamos DUEÑOS DEL BALÓN

ESPAÑA CAE EN LOS PENALTIS TRAS UN PARTIDO MUY POBRE Marruecos entrega el campo y el balón a una selección que se pierde en su estilo de mucho pase y poco remate • Nico Williams, lo mejor

- Por José Luis Hurtado @Hurtado_Hurti

Artículo 1 de un Mundial. Antes o después aparece una tanda de penaltis, el sinónimo de la cardiologí­a en el balón. Como en México 1986, Corea-Japón 2002 y Rusia 2018, España deja la competició­n en una especialid­ad a la que llegó con el susto en la cara. La selección no metió ninguno de sus tres lanzamient­os y convertía a Bono, con dos paradas, en un nuevo emir. Un palazo monumental, tanto como el remate de Sarabia a la madera en el último minuto de la prórroga.

El anexo al articulado es que España se marcha del Mundial con una victoria ante Costa Rica, un día en el que se abrió el cielo antes de tiempo. Desde ese momento, a pesar del eslogan oficial de que sólo se desenchufó diez minutos ante Japón, se fue a peor y todo terminó en una ruleta mortal contra Marruecos. No se debió llegar ahí en ningún momento. La selección se enmarañó en su habitual ración de pases. No es un topicazo: sin tirar a puerta no se puede ganar un partido.

Esa antología española del tuya-mía era inútil ante una fortificac­ión. No había hueco para el regate y para el disparo lejano. Marruecos estaba de fiesta. El lado amable del cuadro que se quedó a España aumenta la sensación de fracaso.

Se celebraban los 44 años de la Constituci­ón española y de paso del Mundial de Argentina, aquel en el que España no pasó de la primera fase por una travesura de Hansi Krankl y el célebre ‘no gol’ de Cardeñosa ante Brasil. Tras la derrota del pasado verano en Wembley, también por penaltis, la selección española escribió otro capítulo de la calamidad. Hay que acostumbra­rse de nuevo a ganar. Se tarda mucho en recuperar ese vicio.

El partido fue una apología del derecho a la propiedad privada. Marruecos entregó a España un latifundio para que comprobara el material del balón, una película muy vista en el gremio de

NICO WILLIAMS ENCONTRÓ LA VÍA PARA ROMPER LA ZAGA MARROQUÍ

entrenador­es. La selección no avanzaba yardas. Poseía el balón, pero no controlaba el partido. Las seleccione­s exóticas que iban a los Mundiales a pedir camisetas son historia. Marruecos, ante el partido de sus vidas, tenía un plan y lo ejecutaba bien hasta la crueldad.

LOS ENVÍOS DE ALBA

Luis Enrique había apostado por la foto de Costa Rica con el cambio de Marcos Llorente por Azpilicuet­a en el lateral derecho, la posición en la que menos cómodo se encuentra el comodín rojiblanco. En esa finca se encontró con un intruso peligroso, Boufal, el jugador más hábil de Marruecos, capaz de hacer un nudo a una hormiga. El interior, ex jugador del Celta, repartía pimienta por las cercanías del área española.

En la otra parcela Jordi Alba disputaba un minipartid­o con Ziyech, el diablo del Chelsea, con una pierna izquierda en la que se mezclan la precisión y el cianuro. El lateral izquierdo empleó su periscopio para conectar con Asensio, al que puso un balón de diamantes que el balear estrelló en el lateral de la red.

Ante la gendarmerí­a marroquí en el mediocampo con Amrabat, Amallah y Ounahi, esa sociedad de zurdos era una buena manera de asustar a Bono, que en su juego de pies hacía temblar Rabat y alrededore­s. El reloj chupaba minutos y Marruecos también arañaba con un remate de Ounahi.

Si el partido hubiera sido de balonmano el arbitraje se habría inflado a pitar juego pasivo. Marruecos se fue aculando sobre Bono y España recorría el campo de lado a lado a velocidad de balón de caracol a la búsqueda de un resquicio. Faltaba regate y atrevimien­to en una partida de ajedrez para especialis­tas. Con ese ADN en el partido cada remate se podía celebrar con una cabalgata.

Luis Enrique removía el avispero con la entrada de Carlos Soler y Morata por Gavi y Asensio. Para un escenario en el que Jordi Alba colecciona­ba envíos al área, el ariete era imprescind­ible. Morata se hizo notar, pero le faltó finura.

Nico Williams relevó en la banda derecha a Ferran Torres, impreciso durante toda la función. El interior del Athletic apareció con una tuneladora. Un jugador distinto para desatascar la tubería marroquí. Fue la mejor baza española en esa fase de la taquicardi­a.

EXHIBICIÓN DE AMRABAT

La ruta de los penaltis, territorio de lágrimas y risas en la selección española, asomaba al fondo. Marruecos había renunciado a 50 metros de césped. No había noticias de Unai Simón salvo en algún sobresalto con los pies. Estaba en el guion.

Se abrió la puerta de la prórroga, el reino del calambre, con un dominio español agobiante sobre una escuadra marroquí sostenida por los quince pulmones de Amrabat, un futbolista antimarket­ing que desplegó una exhibición física memorable.

Había reparto de sustos en las áreas. Con las medias bajadas en el césped y en los salones, Cheddira regalaba un gol ante la tibia de Unai Simón. España se volcaba sobre el canódromo montado por Nico Williams. Sarabia enviaba al palo en la última ocasión del partido. Esperaba la tanda de penaltis, la tómbola de la gloria para Marruecos. 

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AP Ansu Fati y Laporte, desolados al final del partido.
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AP BONO FUE UN MURO PARA BUSQUETS En la imagen el meta marroquí detiene el penalti lanzado por Busquets en la tanda definitiva.

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