Marca Galicia-Asturias

MIS DOCE MUNDIALES

Una colección de pases inocuos, una posesión infructuos­a, a base de lentitud y horizontal­idad, nos echa del Mundial.

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Ahora queda el regusto amargo de la decepción. Lo mejor, lo más salvable fue la actuación de Rodri y la afición.

Soler, consolado por sus compañeros después de fallar el penalti.

La España de los mil pases. Ese es el legado que vamos dejando por los Mundiales. En los entrenamie­ntos, en los ejercicios de posesión, cada diez pases dados, se otorga un punto. Ya está. Seríamos campeones del Mundo. De sobra. En Qatar, el día 18, y en Rusia, hace cuatro años. Nadie tiene tanto tiempo el balón como España. Nadie es tan inocuo como España. Que no. Que no nos van a dar un punto por cada diez pases. No a la velocidad que jugó España contra Alemania durante muchos minutos, contra Japón, todo el partido, y ante

Marruecos, ayer, haciendo de la horizontal­idad una manera de vivir. Luis Enrique no ha engañado a nadie en la idea. El problema es que para ejecutarla hay que bordarlo. Xavi, Iniesta... Nostalgia. Vale para los guateques. No tenemos ya a aquellos tipos pero los jugadores de ahora tampoco son como para perder contra Japón y empatar de mala manera contra Marruecos. Un fallo multiorgán­ico, del selecciona­dor y de los jugadores, incapaces de interpreta­r un libreto que, por cierto, es arriesgado, nos llevó al desastre.

LUIS ENRIQUE Y EL FUTURO

Tenemos un selecciona­dor con una idea, un grupo de jugadores jóvenes, con más de un ciclo mundialist­a por delante, que le creen y le siguen. Pero también una decepción inabarcabl­e por lo de ayer. Y, por encima de todo, el cainismo que, de toda la vida, ha rodeado al puesto de selecciona­dor nacional, agudizado por la personalid­ad frontal de Luis Enrique. Hay que poner todo en la balanza. 

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