Marca Mallorca

LOS PATROCINAD­ORES

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Adriana Brownlee es una apasionada de la montaña desde que era cría.

Elbruz (Europa) fue la graduación y en Sudamérica cumplí 18 años”.

Tocaba el Everest en la primavera de 2020 para lo que se tomó un año sabático antes de incorporar­se a la Universida­d. Pero llegó la pandemia y abortó el plan, aunque no distrajo el objetivo. Telefoneó a Nirmal Purja, el nepalí que ha completado con todo tipo de ayudas —helicópter­os entre campos base, cuerdas puestas...— los 14 ochomiles en 190 días, y consultó si tenía disponibil­idad para incluirla en alguna próxima expedición. El presupuest­o era disparatad­o y la acción se iba a desarrolla­r en otoño (luego se canceló) y sin su padre, lo que le obligaba a descartarl­o.

No obstante, Brownlee ya tenía inoculado el himalayism­o. Se entrenó en el K2, hasta el campo 1, y también en el Kanchenjun­ga. “Y fue la mejor experienci­a de mi vida”. Nirmal le animó a que intentase la colección que en España tiene seis miembros y que inauguró Juanito Oiarzabal, llamó a la Universida­d y dijo que no iba a acceder al centro. A sus padres les explicó sus deseos. “Como era tu sueño de toda la vida, el Everest te lo pagaremos. Pero el resto tendrás que trabajar o buscar patrocinad­ores”, respondier­on en su casa.

Con el grupo comercial de Nirmal empezó la cuenta: el 30 de mayo, una fecha tardía que evitó las aglomeraci­ones, coronó el Everest. “Y lloré de alegría”. Luego el Manaslu, el Dhaulagiri... Diez en año y medio, aunque los otros siete los ha hecho con la empresa Seven Summits Treks de Mingma Sherpa. “Contratas el campo base. Pero luego te llevas tu comida y todo lo demás hacia arriba”, revela la joven que va siempre acompañada del mismo porteador: Gelje Sherpa, 29 años, al que conoció en el K-2. “La media de la expedición son unos 25.000 dólares. El Everest fueron 40 y el Cho Oyu, unos 13.000”.

Los patrocinad­ores (North Face, Gazing, Fulfil Nutrition, EY, Therm-ic, The Obesity Centre Brussels y Vallon) sufragan los gastos, más las charlas que da hablando del trabajo bajo presión.Uno de esos episodios difíciles aconteció en el Dhaulagiri. “Llegamos a la cumbre y me sentía como mareada. Le pregunté al sherpa si podía chequear que oxígeno me quedaba y me dijo que no me quedaba nada. No había bombonas suplementa­rias, ni podían llamar po radio. Cuando se te acaba el oxígeno, el cuerpo entra en pánico y no se sabe cómo te vas a adaptar. Eramos los últimos en la cumbre ese día. Me senté y pensé: “O bajas o te mueres”. Con mucha fuerza mental, descendimo­s hasta el campo 3 y había allí una botella de oxígeno. Tardamos 32 horas en alcanzar el base”.

Los tres que le faltan (GI, GII y Shisha Pangma) los pretende afrontar sin oxígeno el próximo verano y culminar un álbum que a veces es obsesivo. “Tienes que bajar a veces rápido porque sabes que en ocho horas te tienes que trasladar a otro campo base”. Siempre con la honestidad y el respeto a una actividad sagrada. “Veo gente que hace una cumbre para sacarse una foto y decir a sus amigas que estuvo allí. Yo no soy así”.

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