Calzado judío para el subcampeón de Alemania
El Eintracht, con Gramlich en su centro del campo, fue subcampeón de Alemania en 1932, en plena campaña de las primeras elecciones en las que los nazis se posicionaron como fuerza más votada. La empresa Adler, de raíces judías, era clave en el funciona
Rudolf Gramlich era un potente centrocampista que en 1932 rozó la gloria de ser campeón de Alemania. Tras ganar el campeonato de la zona sur, el Eintracht aplastó al Hindenburg (8-0), derrotó después al Tennis Borussia (3-1) y en semifinales se impuso al Schalke 04 (3-1). El 12 de junio, en Nuremberg, le esperaba el Bayern
Eran días de altísima tensión política en una Alemania que se preparaba para votar el 31 de julio, las elecciones en las que el Partido Nacionalsocialista iba a acumular 13.745.680 votos, el 37,27%. Por primera vez era la fuerza más apoyada. No le valía a Hitler para convertirse en Canciller, pero sí le colocó en una posición que explica lo que sucedió después.
El día de la final, las SA estaban prohibidas; tres más tarde se anuló ese veto. Las calles alemanas se iban a convertir en un campo de batalla mortal, en plena campaña electoral, entre nazis y comunistas.
En medio de ese clima envenenado, el Eintracht alcanzaba el punto más alto hasta entonces de su historia. Lo hacía con el patrocinio de una marca de calzados de propietarios judíos: J. & C.A.
Schneider. No era lo que hoy conocemos como un sponsor. La fórmula era otra. La empresa fundada en 1908, en el 8 de la Marianstrasse de Frankfurt por los hermanos John y Carl August Schneider, empleaba a varios jugadores del Eintracht para que se pudieran dedicar a un deporte que no daba para vivir. Desde 1911, la empresa de calzado pasó a manos de los hermanos Fritz y Lothar Adler, empresarios germano-judíos. Se convirtió en la fábrica más importante de zapatillas de Europa y en un gran aliado del Eintracht. En 1938, los Adler y su socio, Walter Neumann, tuvieron que huir al desatarse la persecución a los judíos.
Los primeros lograron llegar a Nueva York, donde reflotaron su negocio. Su socio se quedó en Londres, donde murió en 1948. Siempre pudieron contar que ellos ayudaron al Eintracht, el equipo de su ciudad, a llegar a la final en 1932, la que perdieron ante el Bayern. El entonces presidente bávaro, Kurt Landauer, pasó por el infierno del campo de Dachau.