Marca País Vasco

MIS DOCE MUNDIALES

Una película mil veces vista. Equipo atascado hasta que surge el genio de su mejor jugador y pone todo en su sitio. Messi se encargó

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No hay que perder la identidad frente a Alemania ni volverse locos. Es un día vital

para no fallar y ser nosotros mismos.

Los jugadores de Argentina se abrazan después de uno de los goles.

El partido fue un horror. De lo peorcito del Mundial. La primera parte, de arrancarse los ojos. Un largometra­je de miedo que atenazó a Argentina. Estaban obligados a todo y no dieron nada. Hasta que apareció Messi, claro. ¿Cuántas veces hemos visto esa película? Equipo atascado, medroso, impersonal... hasta que el líder saca la zurda a pasear. El golazo destensó aquello. No es el que partido pasara a ser un modelo para exhibir en las escuelas. Pero ver a Argentina respirar por sus propios medios fue un alivio planetario. Ese Aimar, al bordel colapso cardiaca en el banquillo... Argentina tiene trabajo todavía. Scaloni, mucho. De entrada, recomponer la alineación, en la que sobran algunos jugadores que es difícil explicar cómo han llegado al fútbol de élite. Pero la impresión es que Argentina durará lo que dure Messi. Tiene más ganas que fuelle. Pero, sobre todo, lo que necesita es compañía.

TRUENO MBAPPÉ

Mbappé fue el trueno de una Francia que se fue entonando. El típico equipo grande que necesita sentir las espuelas del rival para ponerse a la faena. Le sucedió ante Australia y repitió ante Dinamarca, que le apretaba con el empate. Fue cuando las aparicione­s de Mbappé cobraron trascenden­cia. Pero quien no dejó de insistir fue su socio natural, Griezmann, acaso el mejor jugador de Francia, aunque los focos se giren hacia Kilyan. Antoine lo bordó en ataque, con una presencia y participac­ión constante, dando al equipo las soluciones a cada momento. Gran partido el suyo. ●

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