MIS DOCE MUNDIALES
España llega a octavos de final por un camino que, a una semana vista, nunca hubiéramos imaginado tal y como empezó la cosa
Lo que ocurrió ante Japón fue intolerable. Menos mal que le metimos siete a Costa Rica y que Alemania nos echó una mano.
El segundo gol de Japón dejó a España en una situación muy comprometida.
En situaciones así, siempre se empieza por dar la noticia mala: España estuvo horrorosa, horrible, patética, firmó una de las peores actuaciones de su historia. Un ejercicio que bordeó la negligencia, el absentismo laboral y la dejación de funciones. No se puede abandonar el campo de batalla en plena batalla, que es exactamente lo que hizo España en el segundo tiempo. Pero es que la primera parte fue tan insulsa que no soporta un análisis futbolístico serio. Una colección de pases horizontales, ejecutados a la velocidad de un caracol.
Lo que vino después fue una actuación inolvidable por mala. Japón se activó porque no le quedaba otra, y España entró en pánico. Justo lo que prometió Luis Enrique que no sucedería. Pero murió de miedo y de incompetencia. Tan es así que no se clasificó. Nos clasificó Alemania. Siguiendo con el desastre, el equipo se ha dejado toda la credibilidad en este partido. El equipo, simplemente, no es de fiar. O sea que ni Marruecos ni Marruecas. Nos puede ganar un equipo de bomberos.
LO BUENO
España, de un plumazo, se ha quitado de en medio a Alemania (cuatro veces campeona del Mundo), evita el cruce con Croacia (actual subcampeona del Mundo) y se sale del cuadro por el que transita Brasil (cinco veces campeona del Mundo). Y ya, como lloro accesorio, podemos echar mano del robo por la pelota que salió (o no salió). Y como último punto positivo, nos entrena Luis Enrique. El hombre que nunca se rinde. ●