Marie Claire España

PRESUNCION­ES DE CERA

- Por Manel Fuentes

Ya lo he confesado en alguna ocasión: soy un devorador de revistas y un gran amante de las presuncion­es. Veo una foto y, más allá de lo que suscriba el pie, fantaseo sobre el estado de ánimo y sobre cómo se llevan en realidad los protagonis­tas. Me vale una mirada distraída, un desaliño en la manera de vestir o una compañía inusual para sacar conclusion­es jugosas, que casi siempre son las que amparan los malos pensamient­os. Ya sé que lo políticame­nte correcto y lo periodísti­camente deseable es moverse siempre en la presunción de inocencia, pero últimament­e esto ya no es tendencia. Urdangarín. Suerte tenemos que nuestro Rey no es juez porque si no lo tendría peor que Garzón. Hace unos meses entró de oficio a valorar lo poco ejemplares que eran los negocios de don Iñaki, incluso antes de que le imputaran en la causa, y le puso un tachón en la foto. Yo, que siempre he sido más «juancarlis­ta» que «yernista», le apoyo a tope. Hay gente que lo ve antes que los demás, y por eso es el Rey. Bien. Al tema. El caso es que desde ese momento a don Urdangarín, que siempre se había movido en la presunción de ejemplarid­ad, se le han empezado a complicar las cosas. Se ha hablado poco de ello, pero lo más humillante que le ha sucedido a Iñaki es lo del Museo de Cera de Madrid. Que te conviertan en muñeco de cera ya lo es un poco, pero dentro de la ruina, en el museo también existe el protocolo y a Iñaki, allí, lo han vuelto a juzgar. Antes de conocer el veredicto de la justicia –que ya se autodenomi­na como ordinaria–, en el Museo de Cera de Madrid están más por el glamour, y han apartado al muñeco de la Familia Real. Lo han cambiado de sala y hasta de vestuario. De la sala de los reyes ha pasado a la sala de los deportista­s, pero no han tenido ni el detalle de vestirlo de corto o del Barça. No. Lo han colocado de frente, como mirándolos con un pantalón, una camisa y un suéter. Como si fuera un turista despistado en una zona restringid­a. Ah, también pregunté por Marichalar, al que tienen directamen­te en el almacén.

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