PASITO A PASO
AUNQUE FUE DERROTADA EN UNA BATALLA, CARME CHACÓN NO HA PERDIDO LA GUERRA. CASI PODEMOS VERLA CON GALLARDÓN EN LA FINAL MÁS EMOCIONANTE DEL FUTURO.
Primero fue el ensordecedor Black Hawk acariciando con sus palas los tejados de barro del inquietante amanecer de Kabul; después, el Hércules en vuelo táctico, con sus ascensos vertiginosos y caídas en picado, intentado conjurar un ataque con misiles tierraaire de los talibanes; aún teníamos que afrontar la parte más peligrosa del viaje: un helicóptero Sikorsky nos iba a conducir a Sang Atesh, el rincón perdido de Afganistán donde un centenar de soldados españoles vivían enterrados en madrigueras vigilando una carretera que llevaba a ninguna parte bajo el fuego de la insurgencia. Esa última parte del vuelo fue terrible; el helicóptero derrapaba como un skate a ras de suelo mientras un tirador colgado con un arnés sobre el vacío apuntaba su ametralladora a todo lo que se movía abajo. Cuando tomamos tierra, nos golpeó un aire abrasador de 50 grados mientras una cortina de polvo nos cegaba y se pegaba a nuestro sudor. Carme Chacón –gafas, blusa blanca, pantalón negro, casco y chaleco antibalas– palideció bajo su pesado maquillaje y perdió pie; fue un segundo; nadie se
dio cuenta. Chacón levantó la cabeza y estrechó con fuerza la mano que le tendía un fornido sargento de la Legión en posición de firmes. Se puso al frente de la comitiva No podía desfallecer. Era la comandante en jefe. Unos minutos antes me había enseñado una foto de su hijo
en su BB con el amor almibarado de una madre primeriza. Con la imagen en la retina de aquel viaje, me hace mucha gracia la leyenda que se ha ido construyendo de que Chacón no tiene experiencia política. Que es una advenediza. Chacón puede gustar más o menos a los socialistas del Pleistoceno; vérsele más o menos la patita de su enfermiza ambición; jugar a feminista o catalana cuando interesa a sus fines; y el lobby económico/mediático que le rodea (de Roures a su marido, el activista Miguel Barroso), pero si algo le sobra a Carme es experien
cia y determinación. Un día un militante popular que alcanzaría un ministerio me explicaba que hay tres tipos de enemigos: «los normales, los mortales y los compañeros de partido». Eso ha ocurrido en esa obsesión de algunos socialistas en dibujar a Chacón como una frívola púber recién llegada a la acción política dispuesta a beneficiarse de los tiempos revueltos del hundimiento socialista. Falso. Chacón es una sólida apparatchik que se ha pateado durante 25 años, centímetro a centímetro, el sinuoso camino que conduce desde la sufrida militancia en Juventudes Socialistas al Ministerio de Defensa, una cartera que, más allá de jugar a soldaditos y hacerse fotos impregnadas de ardor guerrero, permite fraguar contactos internacionales; pisar Bruselas y el Pentágono; otear el opaco complejo militar-industrial; frecuentar la Zarzuela, despachar a diario con el presidente y ser acreedora de los secretos del país vía los opacos dossier del CNI. Chacón, una fea guapa de clase
media y ADN familiar de izquierdas; instruida, viajada, con idiomas y una disciplina de hierro; con la eterna tensión de los que aspiran al máximo estrellato y que a causa de esa lucha interior a veces deja translucir un gesto dolorido, es el futuro del PSOE, una formación política que ha gobernado en España más de 20 años sin que una mujer haya logrado alcanzar el olimpo de la Moncloa. Ella puede alcanzar la presidencia si consigue por una vez no tirarse a la piscina antes de que suene el disparo. En política a veces hay que
mirar al horizonte. Gallardón ya ha tomado nota. Un día Carme y Alberto pueden verse las caras. El desenlace será apasionante.