Marie Claire España

QUE TE BAILEN

- Por Cristina Fallarás *

Esto que voy a escribir empieza y termina en John Travolta. Ah, sí querida, qué le vamos a hacer, en Travolta y con treinta años entre el comienzo y el fin. Tres décadas gloriosas en las que, bien pensado, no he hecho otra cosa que bailar. Y aullarle a la Luna, que es lo mismo. Mis primeros bailes fueron a los once. No sé si es pronto, no sé si es tarde, es así. Quizá si no hubieran estrenado aquel mismo año «Grease» las cosas serían diferentes ahora, pero Travolta había caído ya bajo el tacón de Olivia Newton- John para marcar mis ansiedades. «Eso es lo que yo quiero –me dije mirando mi cadera amorfa de cuasi púber provincian­a–, exactament­e eso: un pantalón elástico negro brillante ceñido a un cuerpo flaco y un macarra que sepa bailarme.» Bailar y que te bailen, no hay más. Hasta ese momento mi única aspiración rítmica cabía en un claqué con Gene Kelly, pero eso no era carnal y el baile lo es. Vaya si lo es. Crecer fue irle tomando las riendas al cuerpo: encerrada en el dormitorio de la casa paterna, sudé con «Fama» –«Buscáis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar»–, me independic­é con «Veneno en la piel» y recibí mis «Cuatro rosas» de parte de Gabinete Caligari. Quise ser comunista y suspiré por Antonio Gades, desde él me rompí el corazón con Bambino, me marqué un agarrao con Sabina y supe que no debía hacerlo más, bailé con escritores en fiestas totales, con actores sobre moquetas andaluzas, con filósofos en veranos artificial­es. Jamás he llorado por un tipo sin mandarle maldición de la Jurado, sin lanzarle taconeo de María Jiménez. Bailé, bailé y creí haber bailado hasta que… Hasta que volvió él. Sentada en la butaca del cine sonaron los primeros acordes del «You never can tell», de Chuck Berry. Sobre el escenario, John Travolta encaraba a una Uma Thurman enloquecid­a, « Pulp Fiction » . Salí del cine bailando, llegué a mi casa sin dejar de mover la cadera, y así sigo hasta ahora. Tres décadas después de aquel primer «Grease», cuando el mundo aprieta y la carne afloja, me marco un Travolta impúdico. Y el cuerpo recupera su Luna para aullarle. Porque no hay más: bailar y que te bailen.

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