«LO MEJOR DE ESTE JUEGO ES PODER LIBERAR NUESTRO LADO MASCULINO.»
tíficos están de acuerdo en afirmar que no hay dos sexos, sino una multiplicidad cromosómica, genética, genital, que no se puede reducir al binario», nos recuerda Preciado. Pero volviendo al laboratorio, la experiencia está resultando muy liberadora para AnaJohny. «Cuando posas como mujer tienes una presión enorme para resultar sexy, pero al masculinizarme no he pensado en cómo se me ve el culo ni en la celulitis. Me han pintado ojeras para la sesión diciendo que así resultaría más interesante; es increíble, cuando poso como mujer me las ocultan… ¿¡por qué?!» La ambigüedad convive con Irene Escolar. Cuando se «androginiza» sale algo de ella inesperado, un nervio. Irene confiesa que se siente como Joe Pesci en «Casino». «Lo que más me ha atraído de este juego es la idea liberadora de que hombres y mujeres saquemos la parte masculina o femenina que tenemos oculta».
LIBRES Y PODEROSAS
Después de que Ana e Irene hayan asociado masculinidad a seguridad y arrogancia, llega Aída a proponernos otro rasgo que masculiniza: la libertad corporal. «Esto me ha puesto en contacto con mi lado más primario y salvaje. La mujer está siempre más recogida. Para mí, una tía que nunca saca su lado masculino no sabe lo que se pierde: no se muestra, y mostrarse es una gozada. Me encanta sentirme poderosa como un macarra.» Simón (su álter ego hoy) es un ser irresistible. Olivia Molina parece buscar su lado masculino en un semblante melancólico. Le pregunto qué hay de masculino en ella, pero me responde: «Eso es muy personal, no te lo voy a decir». Y no me extraña, porque el juego de los roles remueve mucho. Verónica Echegui, en cambio, disfruta. Me cuenta, sin pudor, que ella está acostumbrada a estos juegos. «Me encanta disfrazarme de chico. Lo he hecho muchas veces, con amigos.» Entre risas le pregunto si alguna vez ha ligado. Y sí: «Un día, con un hombre que iba de chica. Es curioso, me metí completamente en el papel. Era yo la que llevaba la batuta, sentí poder y mucho morbo, ganas de comérmela. Me sentí libre y fuerte. Se me resistió un poco, pero al final la conquisté».