EL ÚLTIMO GRITO
UN PUÑADO DE NOVÍSIMOS AUTORES TOMAN LAS LIBRERÍAS. ¿DE QUÉ SE ESCRIBE A LOS 25 AÑOS?
Te das cuenta de que hay una nueva generación pujando cuando se publica un libro de alguien que nació cuando tú ya casi salías de noche. Mondadori acaba de editar «Fresy Cool», la primera novela de An
tonio J. Rodríguez [2] (1987), en la que su álter ego, Pleonasmo Chef, vive las noches madrileñas furiosamente y se enamora de Lola Font, una joven poeta de evidentes similitudes con Luna Miguel
[3] (1990), literata, bloguera y editora de la antología poética «Tenían veinte años y estaban locos» (La Bella Varsovia), además de pareja de Rodríguez. Él no cree que se pueda hablar de rasgos comunes a una generación. «Nuestra diferencia sustancial es de formato: escribimos y editamos a tiempo real», reflexiona, refiriéndose a los blogs que mu- chos mantienen. Luna defiende a la camada poética. Cita a su correligionaria Laura
Rosal –autora de «También mis ojos» (El Cangrejo Pistolero)– y encuentra una similitud entre ellas: la obsesión con el cuerpo. Entre las chicas se repiten como una letanía los poemas de enfermedad, drogas y sexo. En el mundo anglosajón, Tao Lin [1] (1983), que triunfó con «Richard Yates» y pronto publicará en castellano «Robar en American Apparel» (ambos en Alpha Decay), y Ben Brooks (1990), autor de «Crezco» (Blackie Books), son los abanderados de la denominada generación Internet, con novelas autobiográficas que tratan la vacuidad de las aspiraciones de un artista y la experimentación con las drogas. Aquí contamos también con
Juan S. Ibars (1985), autor de «La conjetura de Perelman» (Ediciones B), un thriller sobre un matemático ruso, grotesca visión de la era de Putin, que se aleja de autores más jóvenes y autorreferenciales en busca de « la psicología que hay en la t rama » . Jimina
Sabadú ( 1981), en cambio, buscó intimismo y perversión en « Celacanto » (premio Lengua de Trapo), una novela con título de pez prehistórico. En ensayo, Ernesto Castro (1990) da una bofetada en «Contra la postmodernidad» (Alpha Decay) a sus mayores, que quedan como frívolos, cuando no neoliberales. «Algunos somos más conscientes de la memoria histórica, el análisis del discurso y la coyuntura económica», apunta solemne el rostro más serio de una generación a la que no deberíamos tomarnos a broma.