RETORNO A BALMORAL
UNA ODA AL ESTILO DE LA REINA ISABEL II, ICONO DE MODA POR SUS KATIUSKAS CAMPESTRES, SU BOLSO Y SU PAÑUELO EN EL PELO. GOD SAVE THE QUEEN!
Su imagen me persigue. No sólo porque se han cumplido 60 años de su reinado y toda la prensa ha ilustrado la celebración con una gran foto, también me sorprendió que en una galería del neoyorquino barrio de Chelsea hubieran habilitado una pequeña sala para albergar retratos en tres dimensiones de la dama. Recorría el paseante la habitación de un lado a otro y parecía que la corona de Isabel II se movía, que sus ojos parpadeaban, que la sonrisa se encendía y se apagaba. Y es que, hay que reconocerlo, a fuerza de lucir un estilo tan tozudo como peculiar, la imagen de la reina de Inglaterra se ha convertido en icónica y hoy bastaría con dibujar su contorno para que supiéramos de quién se trataba.
Desde hace algún tiempo acaricio una idea difícil de expresar pero sólida como el acero y creo que la tengo madura como para dejarla por escrito en esta revista en la que tantas pistas aparecen sobre la moda: hay una vuelta a Balmoral. No estoy de broma, no he hablado en mi vida tan en serio. Esa señora que hace 20 años nos parecía tan rancia como cursi hoy marca tendencia. Mientras los modistos nos han ido cambiando a su capricho de chaqueta y de tacones de un año para otro, la reina de Inglaterra no se ha dejado amedrentar y ha paseado por su particular alfombra roja con más seguridad que Naomi Campbell. Y ha ganado. Presten un poco de atención no a lo que manden los diseñadores, sino a lo que ven por la calle, que es donde hay que fijarse. Las chicas han vuelto a llevar el bolso en el antebrazo. Más Balmoral, imposible. Ahora se atreven a lucir botas de agua con falda, como cuando ella, la reina de la pasarela, se va de campo. Hay un retorno a los cuadros escoceses. A las gabardinas amplias. A los pañuelos anudados al cuello o, si llueve, cubriendo el pelo (tampoco hace falta llevarlo cardado, no hay que ser tan ortodoxa). El verde ha triunfado tras muchos años derrotado. También los marrones. Colores otoñales de aristócrata que mezcla en iguales dosis ranciedad y extravagancia. Las perlas han vuelto a los cuellos y a las orejas. He descubierto, en una tienda de Madrid, que vuelven a venderse los primorosos pañuelitos de bolsillo: tela de batista con un bordadito hecho a mano. Vuelven los estampados florales. Vuelven para nosotras, claro, porque nuestra modelo en cuestión no dejó de llevarlos en cuanto se abría el cielo y aparecía un rayito de sol. Incluso los chicos, aunque no lo sepan, siguen la estela de Carlos, el eterno heredero, y hoy visten pantalones grises, jerseys de pico, americanas jaspeadas. Algunos visionarios, como los creadores de la marca El Ganso, lo percibieron hace tiempo, y trajeron a España ropa de inglesitos anteriores al pop, sacada del armario de los Beatles antes de que se dejaran crecer las barbas. Y hay ahora en Madrid algunas tiendas probritánicas, como la de Sister Jane, en la que una puede comprarse, sin miedo a sentirse antigua, una blusa con lazada al cuello y estampado floral, que bien puede combinarse con unos pantalones caquis de montar. En mi caso, de montar en un taxi.
No voy a disimular que me gusta este disfraz balmoraliano. Dan ganas de visitar la casa de las abuelas, hurgar en los cajones y robarles pañuelos descoloridos y broches baratunos. Hay una vuelta a Balmoral. No sé si convenceré a algún modisto, pero creo que esta es una idea que vale un dinero. Me la robarán.