Marie Claire España

AY, MI ROCÍO

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DESCUBRIR A UNA CANTAORA DE FLAMENCO EN «YOU TUBE», VERLA CANTAR EN NUEVA YORK, LUEGO EN EL SALÓN DE CASA. Y QUE, ENCIMA, TE LO AGRADEZCA. Como en cualquier profesión, hay dos tipos de artistas: los que creen que lo merecen todo y los que siempre se sienten agradecido­s. Hace tan solo unos meses tuve la suerte de conocer a una cantante a la que había escuchado, bicheando por YouTube. En realidad, habría que llamarla cantaora en vez de cantante, pero yo prefiero utilizar un sustantivo genérico porque pienso que Rocío Márquez, así se llama, puede cantar lo que se proponga. Esta primavera me enteré de que cantaba con Rosa Torres-Pardo al piano en el Cervantes de Nueva York, y allá que fui. A Rosa ya la había escuchado, así que lo que verdaderam­ente me sorprendió de aquella velada fue la voz de Rocío. De su boca salían antiguas canciones del acervo popular español. lla, a palo seco, sin más acompañami­ento que sus nudillos marcando el compás en la mesa. Se marcó unos fandangos de Huelva, un canción de Turina y una saeta. La voz era mucho más potente de lo que su cualidad dulce prometía; por momentos, el salón se le quedaba pequeño y el canto se escapaba por las ventanas y por la puerta para llegar a la casa de los vecinos. Cuando terminó, Horowitz había enmudecido. Nosotros también. Y aunque las fechas no cuadraron, se hicieron promesas unos a otros de trabajar juntos en un futuro.

No fue mérito nuestro: Rocío es una de esas artistas que tienden a sentir un agradecimi­ento candoroso hacia quien valora su trabajo. Eso hace que no solo desees escucharla, sino que, una vez que su arte te ha cautivado, sientas deseos de abrazarla. En una noche calurosa de este verano fuimos a verla a Casa Patas, ese rincón madrileño del flamenco que ella eligió para presentar su disco, «Claridad». No éramos muchos, estábamos tan cerca de ella y del guitarrist­a Alfredo Lagos que podíamos sentir la respiració­n, asistir al temblor de quien está entregando algo que viene de muy adentro. Demostró una vez más que el flamenco no está reñido con las voces dulces, y que canciones viejas, como «Te diré», pueden sonar muy nuevas si una artista sabe hacerlas suyas.

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Nueva York su segunda ciudad. Una atalaya para ver (el mundo), y ser vista.
Elvira Lindo ha hecho de Nueva York su segunda ciudad. Una atalaya para ver (el mundo), y ser vista.

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