Marie Claire España

LO QUE LA VIDA TE DA

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«No quiero que llegue el otoño», me dice mi hija pequeña, y entre la maravilla y el estupor pienso cómo con cuatro años ya se puede sentir la nostalgia del verano, cuando el día es más largo y parece que cabe más vida en él. Entre algunas mujeres abstraídas como yo no hay síntoma más infalible del cambio de estación que el frío en los pies. Empezar a cubrirse como una forma tangible de sentir cómo avanza el tiempo. Y saber que, a estas alturas, algunos de nuestros sueños son inalcanzab­les, pero, aun y así, nos seguirán habitando porque negarlos sería algo parecido a quitarnos el aire. «¿Por qué las mujeres siguen sin poder tenerlo todo?», se pregunta Anne-Marie Slaughter, que dejó un alto cargo político en el Departamen­to de Estado norteameri­cano para estar cerca de sus hijos adolescent­es y sentirse mucho más satisfecha adecuando su trabajo a sus responsabi­lidades familiares. Suena a moralina. A discurso tejido por los enemigos de la igualdad y defensores del determinis­mo biológico que justificab­a el clásico reparto del mundo. Pero desde hace tiempo leo estudios en los que si bien se atestigua que las mujeres como grupo han logrado grandes avances en salarios, educación, prestigio y poder, se concluye que son menos felices tanto en términos absolutos como en relación con los hombres. De 190 jefes de Estado, nueve son mujeres; y en el sector empresaria­l la cuota en los puestos de mayor poder alcanza el 15%. Pero ¿qué ocurre con aquellas que han llegado a lo más alto? Que esconden medias verdades y a menudo no pueden mantener el equilibrio y la cuerda cede. Cierto es que hoy está mutando el gen de la ambición: muchas mujeres renuncian a promocione­s y ascensos porque su horario profesiona­l no coincide con el horario escolar. Y no hablemos de los fastidioso­s viajes necesarios para mantener el éxito mediante la visibilida­d. No es extraño que algunas mujeres decidan tirar la toalla, que se nieguen a imitar patrones masculinos. Incluso que algunas, como contamos en este número, vuelvan al campo intentado recuperar tiempo y equilibrio (pág. 68). Y los hombres, ¿qué papel ocupan en este nuevo rumbo de la mujer? El 30% de las divorciada­s estadounid­enses confiesan que el día de su boda sintieron que se equivocaba­n (pág. 84). La primera pregunta es: ¿por qué lo hacen, entonces? ¿Por qué no retroceden cuando aún están a tiempo? ¿Qué son doscientos invitados, un traje de novia, la ilusión de la familia y un hombre dispuesto a decir que te quiere, si las dudas te ahuecan el pecho? Hace tiempo que las mujeres no queremos ser víctimas; también sabemos que es difícil tenerlo todo. Pero urge cambiar el orden de las cosas, soltar lastres, complejos, dictados sociales, dejar de pensar en lo que la vida espera de nosotras y decir alto y claro qué esperamos nosotras de la vida.

«HAY QUE SOLTAR LASTRES, COMPLEJOS, Y DECIR ALTO Y CLARO

LO QUE ESPERAMOS NOSOTRAS DE LA VIDA.»

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En «Lovers (2)», del artista polaco Jarek Puczel, los rostros se funden en el beso, difuminand­o cualquier sombra de duda.
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