Marie Claire España

´ ESTA ´ DIFICIL ´

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han subido de IVA. Nadie se apuntaría al gimnasio para no ir. Y también han subido de IVA las peluquería­s, lugares en los que, tradiciona­lmente, descansan y viven las revistas como la que tienen en las manos. Entre el gimnasio, la peluquería, las compresas, los pintalabio­s y las flores, nos están haciendo la pascua. ¿Qué nos queda? ANTES SE PODÍA SER FRÍVOLA Y POBRE. HOY A EMPAR Y A SUS CHICAS LES ESTÁ COSTANDO DIOS Y AYUDA SEGUIR CON SUS LEVES VIDAS DE PELUQUERÍA DE BARRIO.

ser frívola tiene mucho mérito (y perdonen por decir «tal y como están las cosas», pero juré ante una hermosa botella de vino del Bierzo que jamás en mi vida diría «con la que está cayendo»). A mis cincuenta mejores amigas la frivolidad les está costando mucho. La frivolidad es un estado mental. Hasta ahora se podía ser frívola y pobre, pero hoy en día, ser frívola y pobre no se lleva. Si eres pobre se te exige que al menos seas trascenden­te. Encima.

podremos volver a decir y que en realidad no decíamos en serio. Una de ellas era la de: «Me he apuntado al gimnasio, para no ir». Algo así. Era divertido decir que no ibas al gimnasio aunque pagabas la cuota. Y era divertido decir, al cabo de unos meses de no ir: «Hoy he reaparecid­o en el gimnasio». En realidad, el gimnasio siempre fue de barrio. No era para nada un gimnasio pijo y exclusivo, porque, de entrada, para que te admitan en uno de estos gimnasios, ya tienes que estar megabuena antes de entrar. No puedes ir allí con la esperanza de contener tus lorzas porque te miran mal. Al gimnasio pijo se va sin lorzas. Y, además, no puedes usar Crocs para la sauna ni llevar leggings comprados en los chinos. No puedes, en definitiva, ponerte ordinaria. Lo que se espera de ti en un gimnasio pijo es que te enamores un poco del entrenador personal, que te compres manzanas de la máquina de las manzanas (y no de la de chocolatin­as) y que quieras «tonificart­e un poco».

lectoras, hay alguna de las chicas del Gobierno. Y sé que, cada vez que van a la pelu (no creo que se pongan el tinte en casa) o al gimnasio (porque se nota que están fuertotas) o al teatro o al cine (porque les debe encantar), o si un desconocid­o, de repente, les regala flores, deben pensar: «Mecachis con el IVA». Pero he estado echando unos cálculos. Pongamos que, después de hacernos el tinte en casa, decidimos darnos un lujazo. Nos vamos al teatro a ver la obra «Cristiano Ronaldo, el musical». Vale 20 euros más IVA. Antes, el IVA de esta obra era del 8%, de manera que costaba 21,6 euros. Imaginemos que la sala se llenaba con 500 amigas mías. El teatro recaudaba 10.800 euros, de los cuales el Gobierno se quedaba 864.

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