CHICAS LAGERFELD

JUNTOS EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS. EN PARÍS O EN SAINT TROPEZ. KARL LAS QUIERE Y ELLAS SE DEJAN QUERER.

Tiene mérito ser aceptada en el «inner circle » de Karl Lagerfeld, un tipo sin pelos en la lengua y tan encantado de conocerse que a la pregunta clásica de un cuestionario de Proust: «¿Cuál es su mayor logro en la vida?», respondió: «Yo mismo». Si Karl te considera una amiga, va en serio: «La familia te toca, a los amigos tiene que encontrarlos. Depende de ti quedarte con los buenos», ha dicho. Florence Welch ha entrado en ese grupo por amor al arte, concretamente al Art Decó. El Káiser le abre las puertas de su despacho para tener elevadas conversaciones sobre el asunto. La invitación personal de Karl al desfile de su colección crucero del año es una señal definitiva. Anna Mouglalis y Freja Beha pueden presumir de ser habituales de Saint Tropez y de Amanda Harlech se dice que es «los ojos y los oídos» del Káiser. Otra historia es la de Inés de la Fressange, embajadora de Roger Vivier. En un ranking de antigüedad ocuparía los primeros puestos. «Karl es un niño superdotado de cinco años, capaz de hacer realidad sus sueños. Nunca está satisfecho. Solo otro niño puede llegar a entenderlo.» Con Blake Lively se lleva muy bien, a ella le dedicó un piropo por el que cualquier it girl mataría, «es la chica del sueño americano». A Stella McCartney la adora, quizá porque la diseñadora se ganó su respeto. Si en sus inicios Karl la llamó con desdén, «diseñadora de camisetas», al poco tiempo la puso al frente de Chloé. Vanessa Paradis, amiga y musa, se pone delante de su lente cada vez que él se lo pide. A Karl, por su parte, se le adjudica un encontronazo con Benjamin Biolay, su nuevo amor. Para eso son los amigos. (Se siente, Captain Sparrow.)