REÍR ES GRATIS
TRAS 34 AÑOS DE CARRERA, TRICICLE AFRONTA SU ÚLTIMA GRAN PRODUCCIÓN COMO TRÍO ACTORAL. Y, DE PASO, BAILAN UN POCO A SU PROPIO SON.
Cuando todo ha terminado, me doy cuenta de que dura cuatro segundos, apenas. «Ven a bailar, mujer», dice Carles Sans. Y me toma de la mano, se la acerca al hombro y tararea dos compases de «La perfidia de tu amor», de Nat King Cole. Durante cuatro segundos estoy bailando un agarrao con Carles Sans, de Tricicle. Aquí estoy, en una oficina soleada, rodeada de pósters, caricaturas y pinturas del trío catalán más conocido de todos los tiempos, mientras el resto nos mira bailar. Es nuestro momento. Cuatro segundos. Y es que sobre el control del tiempo, Tricicle sabe un rato. El trío formado por Paco Mir, Joan Gràcia y Carles Sans lleva treinta y cuatro años dedicándose al gag corto o largo, «a estirar un concepto todo lo que dé de sí», como explica Paco Mir, minutos antes del baile, sentado junto a sus compañeros frente a una mesa de su despacho. Y lo han vuelto a hacer. Tricicle ha regresado con «Bits», un espectáculo que se basa en el bit informático como unidad para el gag, cada vez más rápido y volátil, que les llevará durante los próximos cuatro años de gira por todo el mundo. Y, han anunciado, será el último espectáculo de Tricicle como tal. «Seguiremos trabajando juntos, por supuesto, como hemos hecho siempre –aclara Joan Gracia antes de que se desate el pánico–, pero de otras maneras».
SER CÓMICO
Tener a tres cómicos sentados frente a ti con cara seria es tan raro como que un marciano te haga la lista de la compra. En parte es por los artistas en sí. Porque los cómicos tienen truco: uno cree conocer el rostro de un cómico, pero no es verdad. Especialmente en el caso de có-
micos gestuales. Mir, Sans y Gràcia tienen rostros que una conoce tanto como el suyo propio, pero únicamente cuando realizan una mueca. Sino, son irreconocibles. Y ahora mismo, tan serios, de no ser Tricicle, podrían ser miembros de una junta de accionistas. Así que hay que sacudirse el estupor de encima y preguntarles por lo inevitable. ¿Por qué no más espectáculos juntos? «Son muchos años y tenemos ganas de hacer otras cosas», explica Mir. «Además, el humor gestual tiene, a la larga, un desgaste físico que se nota. Aunque tú no lo creas, tenemos una edad», dice Sans, guiñando un ojo. Pienso en la trayectoria: «Exit», «Slastic», «Terrific», «Manicomic» y todos los demás. Y ahora «Bits». Las funciones, noche tras noche, día tras día. El éxito sostenido, espectacular, a lo largo de más de treinta años de carrera. El agotamiento debe ser físico, pero también mental. «Tener un espectáculo único y llevarlo de gira relaja mucho, contrariamente a lo que pueda pensar la gente», dice Gràcia. «Evidentemente, es un proceso largo, pero siempre sabes lo que tienes que hacer, y cuando no lo estás haciendo puedes dedicarte a otras cosas», concluye.
EL FUTURO
Y es a eso a lo que se van a dedicar, a otros proyectos. Paco Mir, alto y adusto, seguirá siendo el hombre renacentista que ha sido durante todos estos años. Ha versionado la ópera «Candide», ha guionizado, adaptado y dirigido una interminable lista de obras de teatro (desde «Dios», de Woody Allen, hasta «Spamalot», de Monty Python, sin dejar de lado sus propias «Dinamita» o «Bon Profit»). Seguirá combinando la compañía Tricicle con la pintura, el teatro y una pasión recuperada, la cerámica. Carles Sans, el más pícaro de los tres, alternará los proyectos que Tricicle seguirá produciendo con el periodismo –hace décadas que es columnista de «El Mundo», donde trata desde su tribuna temas tanto culturales como políticos–, y Joan Gràcia seguirá al frente de la dirección de eventos de la compañía mientras ataca otro interés propio: el vodevil y el cabaré. Pero ahora, el presente. El secreto del éxito durante treinta y cuatro años. «El humor no ha cambiado tanto en las últimas décadas, por eso estamos aquí –explica Sans–. De la misma manera que siguen Les Luthiers, un referente para nosotros.» Curiosamente, mencionan referentes del humor hablado, no físico, que, pese al éxito internacional, han tenido unas limitaciones que Tricicle ha podido superar gracias a su humor gestual. Las giras en Francia, Italia o Japón les han aportado una visión global sobre cuán excéntrico es el mundo. «En los teatros japoneses tenían a una persona destinada únicamente a hacer que el público no riera hasta el final del espectáculo», dice, aún atónito, Gràcia. «Cuando, en realidad, no hay nada más terrible que el silencio durante nuestros espectáculos. Nosotros nos nutrimos de la risa a lo largo de la actuación.» El trío, serio, asiente. Llega el momento de las fotos. Los tres hombres, pulcros y atentos, enfundados en elegantes trajes, deben posar. Y se produce la magia: los rostros, pura arcilla, se transmutan en mue- cas imposibles. Los cuerpos se convierten en bandas elásticas. Paco Mir, Joan Gràcia y Carles Sans pasan a ser alternativamente genios locos sorprendidos en medio de un experimento, payasos haciendo jugarretas a un desconocido que pasa por ahí, y magos a punto de lanzarte un conjuro. Las caras que conoces tan bien como la tuya propia, transmutadas en un segundo. Y acto seguido, Carles Sans me saca a bailar. Durante ese lapso tan corto de tiempo, él es dueño de la pista y yo soy la reina del baile. Los cómicos, ya se sabe como son.