LA LISTA 2013
YA ES TRADICIÓN: EL NUEVO AÑO LLEGA CON BUENOS PROPÓSITOS, Y NADA MEJOR QUE DEJARLOS POR ESCRITO PARA SENTIRNOS OBLIGADAS A CUMPLIRLOS. ¿ESTA VEZ SÍ?
A estas alturas ya se me ha borrado la depresión navideña. No me refiero al agobio de las celebraciones familiares y blablablá, sino a esa sensación cenicienta que te invade cuando abres los ojos la mañana de Año Nuevo y no se oye un ruido en la calle, y eres consciente de que el tiempo ha dado un paso de gigante. Por fortuna, vuelven los días de diario y el espíritu posnavideño plomizo se va esfumando y los espíritus activos, como el mío, se disponen a enumerar una serie de propósitos para el futuro, con muy buenas intenciones y con escasas
esperanzas de que lleguen a cumplirse. Este año he decidido apuntar esos propósitos en una libreta, para tener la oportunidad de repasar la lista de vez en cuando, y para avergonzarme cuando ya cerrando 2013 vea que lo más difícil en esta vida es luchar contra las inercias pegajosas del carácter. He apuntado, por ejemplo, que no volveré a ser un blanco fácil para los pesados. Llevo años observando que me roban un tiempo que debería dedicar a personas a las que quiero o que me atraen más. Y no es que esté incapacitada para distinguir a un pesado y desviarme de su camino, es que me resulta complicado dar un no por respuesta y el pesado sabe oler las debilidades del carácter. Por unos cuantos pesados que me asaltaron en 2012 viajé, quedé a comer, leí cosas que no me apetecían e incluso las escribí. Hay un tiempo en la vida que está hipotecado a los pesados, cuento con ello, pero no puedo tolerar que me acogoten. En este propósito incluyo la costosa tarea de decir que no: el pesado, que además de pesado es pillo, suele ha- cer la misma pregunta dos veces, porque sabe que no tendrás arrojo para repetir tu negativa. Pero no siempre las culpas son ajenas, en absoluto. Voy a tratar de ser más dura conmigo misma, imponerme horarios, no trabajar de noche. Lo saben quienes tienen la suerte o la desgracia de ser jefes de sí mismos. Y más aún aquellos que han de luchar contra una mente dispersa. Qué mal se organiza una el tiempo, cómo se pierden las horas por distraerse con cualquier tontería, cómo se buscan tentaciones que te aparten de una ocupación a la que tendrás que volver deprisa y corriendo. También trataré de mantener la calma y no dejarme atrapar por esta melancolía colectiva que te puede atar de pies y manos y convertirte en una persona catastrofista. Procuraré no escribir a impulsos. Los impulsos generan ideas que parecen brillantes primero, pero que luego se desvanecen como los fuegos de artificio. Intentaré ser sensata ahora que resulta tan difícil no escribir a gritos. No permitiré que la crisis que padecemos (ya, ya sé que unos más que otros) me impida apreciar todo lo que poseo, material o inmaterial. Procuraré no
ser una molestia. Es algo que he ido aprendiendo con los años, observando a esos seres que solo quieren ver satisfechos sus deseos de inmediato, sin advertir que los demás también desean cosas, a veces, simplemente tranquilidad. Intentaré decir lo que pienso sin herir. No avasallar ni ocupar demasiado espacio físico. Tampoco preocupar a los demás innecesariamente. Pasar por la vida de manera alegre, sin hacer daño. Así lo he apuntado.