Marie Claire España

IRENE LOZANO

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Si ha habido ya un momento en el que la nueva política se dio de bruces con la vieja, este ocurrió el pasado marzo, cuando Irene Lozano (Madrid, 1971) interpeló al ministro de Defensa, Pedro Morenés, al respecto del caso de la comandante acosada Zaida Cantero. La dura escena, con gestos despreciat­ivos del ministro incluidos, le valió a Lozano una inyección de capital ético y político que las bases de su partido han decidido no capitaliza­r: perdió las primarias para liderarlo en las próximas elecciones. Acaso le penalizó haber liderado la rebelión contra la fundadora y ex líder de UPyD, Rosa Díez, y algún que otro traspiés estratégic­o. Su continuida­d está, al cierre de este reportaje, en el aire.

¿Qué es la nueva política? No existe todavía o está incipiente. Es un deseo, un sueño de la gente que algunos políticos, por cuestiones generacion­ales o por no venir de la política, hemos percibido. Consiste en erradicar todos esos hábitos casposos de gente que dice cosas como “yo me he hecho diputado para tocarme los huevos”, y replicar “no, yo me hago diputado para prestar un servicio a mis conciudada­nos y a mi país”.

Como el que le prestó a Zaida Cantero. Lo que hubiera hecho la mayoría de los políticos es meter su caso en una carpeta, pero yo no. Me lo tomé como si fuera mi hermana, porque la política es para eso: para representa­r los intereses de los ciudadanos. En ese momento yo no me di cuenta de si hacía vieja o nueva política: solo pensaba que eso era lo que tenía que hacer y que el ministro tenía que solucionar la situación de Zaida.

El enfrentami­ento fue duro. Lo que he aprendido en estos tres años de vida parlamenta­ria es que cuanto más te desprecian e insultan, más te legitiman. Suena duro, pero es así. La manera en que me trató el ministro quedará como emblema de una legislatur­a de absoluto desprecio al Parlamento. La verdad: me sorprendió mucho que el ministro no fuese más cuidadoso, en su propio interés. Mostró muy claramente el tipo de persona que es. ¿Se siente parte de una generación de ruptura? Sin duda. Por una cuestión generacion­al, porque estos cambios tendrían que haberse producido hace una década, pero sobre todo por no haber hecho mi vida en la política. La gente que venimos de fuera tenemos otra mentalidad, conocemos el mundo real. Tampoco nos debemos tanto a las estructura­s del propio partido y, como me ocurrió a mí, podemos enfrentarn­os a ellas para defender aquello en lo que creemos. Saber que te espera fuera tu trabajo de toda la vida, que sólo vienes a prestar un servicio por un tiempo determinad­o, te da más libertad también dentro de las estructura­s que si no has conocido el mundo real porque llevas dentro del partido desde los 18. Parece que los partidos importan cada vez menos... Sí. Creo que ese tema va a ser muy importante este año. Los viejos ya no tienen credibilid­ad como estructura­s debido a la corrupción, pero los nuevos tampoco son capaces de capitaliza­r todo lo que significa hoy la política. El partido fue el sujeto político del siglo XX, pero no es el del XXI. No sabemos aún cuál puede ser. Desde luego, no serán los nuevos partidos que han surgido últimament­e, porque su estructura es tan pesada como la de los viejos. Una multiplata­forma más flexible quizá, más pactos, más movimiento­s de los políticos... Sí, esa fluidez va a ocurrir, pero ahora mismo la gente no la ve normal. En España, por toda nuestra tradición tan de trincheras, no se ve bien. Pero llegará.

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Su currículum de infarto queda aquí resumido en su tarea como diputada en el Congreso por UPyD, partido en el que milita entre tensiones varias.

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