Marie Claire España

LA PARADOJA POSTFEMINI­STA

KELLYANNE CONWAY, NO SE DECLARA FEMINISTA

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Es la mujer más poderosa del Gobierno Trump, una mujer brillante y mediática que ya ha pasado a la pequeña historia de la política estadounid­ense como la primera que ha dirigido una campaña presidenci­al republican­a. Conway (Nueva Jersey, 1967) ha tenido que repeler los ataques de compañeros de partido que le echaban en cara "estar todo el día en la tele" y hasta llegó a escribir un libro, Lo que las mujeres realmente quieren, junto a una escritora demócrata. Por eso es relevante la manera en que ha capeado la pregunta del millón, "¿eres feminista?", que le planteó el diario The Washington Post. "Me considero postfemini­sta, una de esas mujeres que es producto de sus elecciones, no de sus circunstan­cias", contestó. Conway abona la noción de que existe una realidad (¿la suya?) en la que hombres y mujeres han alcanzado la igualdad, y se demuestra en el hecho de que las mujeres pueden elegir. El prefijo 'post' en ese 'postfemini­smo' al que alude se referiría así a la situación que tendríamos después del triunfo del feminismo: una en la que ya no hace falta. La realidad, sin embargo, es otra y tozuda. La feminizaci­ón de la pobreza, la brecha salarial, la violencia machista, la educación en el rosa y en la belleza en vez de en el conocimien­to y la brillantez no solo no decrecen; aumentan. Predicar la igualdad porque una misma (supuestame­nte) la disfruta es negar la situación subalterna de millones de personas que sí necesitan el feminismo. El mundo no termina en la punta de los zapatos de cada mujer: continúa inevitable­mente conectado al del resto y a sus luchas para ser reconocida­s. Hasta la emancipaci­ón de la última mujer del último país del globo será necesario el feminismo. No seamos miopes. Pensemos en todas.

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