TERAPIA DE SHOCK
ALTA LITERATURA DE DOLOR Y DE AFECTOS, DE COMBATE Y DE GÉNERO. APRIETA LOS DIENTES Y LEE: NO TE DARÁN TREGUA.
El incesto ha tenido una presencia importante en la literatura. Pero pocos se habían contado como en Diario de un incesto (Malpaso), donde la autora detalla los abusos que sufrió desde los tres años hasta la veintena. Una joven desamparada –su madre lo sabe y no hace nada– que se ve forzada a prescindir de lo moral para sobrevivir: lo más turbador del libro es su planteamiento, casi, de relato erótico, con la víctima excitada por el padre violador. No es apta para estómagos fáciles, pero está tan bien escrita –parece que tras el anonimato se esconde una autora reputada– que merece el esfuerzo. Una hija, la intelectual feminista Vivian Gornick, es también la protagonista de Apegos feroces (Sexto Piso), unas memorias centradas en la complicada relación con una madre tan inteligente como neurótica. Un libro en el que cada frase es una obra de arte, y que deja claro que ni un amor tan incondicional como el maternofilial es garantía de salvación. Será uno de los títulos de 2017, aunque en EE. UU. se publicó hace treinta años. Si El cuento de la criada ha sido tu serie de la temporada, y más aún si has leído la novela de Atwood, te sumergirás con placer –y angustia– en En estado salvaje (Lumen). El secuestro de diez mujeres, atadas y vestidas como una especie de amish en medio de la nada australiana es, más que una distopía, una escalofriante parábola sobre la misoginia. Pronto descubrirán qué las une: todas vivieron escándalos sexuales con hombres poderosos. El martillazo de Charlotte Wood al patriarcado ha sido calificado por la crítica como una obra maestra del terror feminista. Otra historia de machismo, pero real, es la que cuenta la periodista italiana Concita de Gregorio en Parece que fuera es primavera (Anagrama). En 2011, el marido de un matrimonio de exitosos profesionales que parecen abocados al divorcio desaparece con sus dos hijas. Días después, Matthias se arroja a las vías del tren sin dejar rastro de las pequeñas, que nunca han aparecido. La historia de Irina, la búsqueda de sus hijas, la supervivencia al shock y al dolor, pero también el otro viacrucis –la mirada acusadora de muchos, la absoluta soledad, la amargura por no haber detectado el peligro– marcan los senderos de esta excelente y terapéutica novela.