Marie Claire España

Las montañas y valles iraníes son el refugio de su población nómada.

APRENDIERO­N A VALERSE POR SÍ MISMAS CUANDO LOS HOMBRES SE FUERON A LUCHAR CON LAS TROPAS DEL SHA. MONTAN A CABALLO, DISPARAN RIFLES Y NO USAN 'CHADOR'. AHORA SU SUPERVIVEN­CIA ESTÁ EN PELIGRO.

- por Manon Querouil-Bruneel fotos Catalina Martin-Chico

Alomos de un caballo, una silueta cubierta de negro atraviesa, hierática, un brazo del río. La escena parece haberse escapado del Libro de los Reyes, el largo poema épico de Abolqasem Ferdowsi sobre la historia de Persia escrito en el siglo XI. Desde entonces nada ha cambiado realmente para los bakhtiari y los qashqai, las dos tribus mayoritari­as de Irán, que efectúan el mismo largo viaje con sus rebaños de ovejas desde los pastos al norte de Shiraz hasta las tierras cercanas del Golfo Pérsico. "Ashayer", la palabra persa para denominar a los nómadas, evoca desiertos áridos, montañas que tocan el cielo y rostros cincelados surgidos de tiempos inmemorial­es. Fueron los héroes de la re- volución constituci­onal de 1905. Pelearon contra los británicos durante la Segunda Guerra Mundial, lucharon contra los rusos y resistiero­n los ataques del gobierno central iraní, celoso de la influencia de los "khans" en la región y avergonzad­o de esta sociedad arcaica, tan a contracorr­iente de la imagen de un Irán en evolución. Hace menos de un siglo, los nómadas componían la mitad de la población iraní. Hoy solo un millón y medio de personas resisten las múltiples políticas de sedentariz­ación y las sirenas de la modernizac­ión.

LOS INVISIBLES DE LAS MONTAÑAS

Revelar la existencia de estos irreductib­les representa un desafío periodísti­co sa- grado. Hasta el punto de cuestionar la realidad detrás del mito. "¿Existen realmente?". Esta es la pregunta de partida de Catalina Martin- Chico cuando comenzó a interesars­e por esta población invisible fuera de los radares oficiales. "Había oído hablar de ellos un poco por casualidad, pero cuando comencé a hacer una investigac­ión más concreta, me di cuenta de que los últimos estudios sobre ellos se remontaban a los años 70", dice esta fotógrafa franco-española de 47 años, quien a partir de un encuentro fortuito logró rastrearlo­s. Catalina decidió tomar las rutas de la trashumanc­ia y descubrió una vida primitiva, apenas afectada por las concesione­s a la forma de vida moderna. Muy de vez en cuando, el sonido de un te-

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