ÁNGELA SANTOS
Dueña de una escuela de yoga en Madrid
El hobby de Ángela se convirtió en su flotador. Había estudiado Educación social, pero las ofertas de trabajo con las que daba estaban atomizadas. A menudo se trataba de jornadas reducidas, contratos por obra o entidades sin garantías. Decidió convertir el yoga, el deporte que había comenzado a practicar en la universidad, en su trabajo. Durante los cuatro años que duró la formación, combinaba las clases como profesora y estudiante de yoga con tareas de educadora social. "También de camarera y recepcionista. Sumaba un sueldo de muchos poquitos y eso agotaba anímicamente. Mis relaciones personales también se vieron tocadas por mi inestabilidad. De eso he sido consciente más tarde: la precariedad se lleva por delante muchos aspectos vitales". Conoció YEP, el programa de emprendimiento para jóvenes, en internet. El primer cambio que notó fue en su actitud. "Con el proceso formativo y de tutorías te planteas un '¿y por qué no?'. Patricia, mi técnica de apoyo, destacó las actitudes y capacidades necesarias para llevar un negocio que yo ya tenía y no veía". Tras dos meses de formación, tres de tutorías y un microcrédito, abrió su propia escuela de yoga. Ahora, dice, toca luchar para poder disfrutar.