Marie Claire España

VASILE Paolo fotos Jesús Madriñán

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AUNQUE TIENE LA EDAD CON LA QUE LA MAYORÍA SE JUBILA, EL CONSEJERO DELEGADO DE MEDIASET NO BAJA LA GUARDIA. EL EJECUTIVO MÁS PODEROSO DE LA TELEVISIÓN EN ESPAÑA ES UN HOMBRE DE FAMILIA, 'MUY ITALIANO', QUE LLEVA CASI 20 AÑOS DECIDIENDO QUÉ SE VE Y DE QUÉ SE HABLA, PESE A QUIEN PESE, EN LAS CASAS, LOS BARES, LAS PELUQUERÍA­S Y LOS DESPACHOS DE ESTE PAÍS. AHORA ES A ÉL A QUIEN LE TOCA HABLAR.

"A algunos les he tenido que decir que no se enfaden por lo que ven en televisión, sino que me agradezcan lo que no ven."

Cumplirá 65 años este verano pero, según sus colaborado­res, hay Paolo para rato. "Necesito mi dosis de adrenalina diaria" nos dice en su despacho el consejero delegado de Mediaset. Lleva casi 20 años en España y se le entiende todo en un castellano que tropieza divertido con su acento italiano. Paolo Vasile trabaja flanqueado por nueve pantallas de televisión, que esta tarde de abril están en silencio: en una, la central y más grande, se ve Telecinco, su buque insignia. Pero nunca se olvida de hablar de Cuatro y de toda la casa; su otra casa, con sus 1.400 trabajador­es. Su vida sentimenta­l está en Roma, a donde se va todos los viernes para estar con su mujer, sus tres hijos y sus cuatro nietos. Pero su despacho está lleno de detalles personales: una foto de la boda de su hija Martina, un casco de moto del malogrado Ángel Nieto, regalos de Jesús Calleja –alias 'el pequeñín'– de sus viajes por el mundo, y un pato Donald, 'Paperino' en Italia, obsequio de Disney. Con él se identifica mucho más que con Mickey Mouse, que siempre le pareció el típico empollón antipático. Guardando su mesa de trabajo, destaca una reproducci­ón exacta de Vasco, su perro labrador que le espera también los viernes en Roma, y que le da la espalda los lunes porque "no sé cómo, pero sabe que vuelvo a Madrid". Nos insiste en que "tener perro es importantí­simo" mientras se toma un café y arranca la entrevista, "la confesión" como le llamará él al final, segurament­e porque se emocionó en varias ocasiones. Gemma Nierga: Es usted italiano, pero ¿más romano, o más siciliano por su abuelo?

Paolo Vasile: Mi espíritu y mi carácter son romanos, y en mi ADN también está el Sur, Sicilia por mi padre y mi abuelo. Pero sobre todo soy italiano, muy italiano. No soy separatist­a.

G.N.: Usted llegó a España hace 20 años. Cambió de país con su familia, sus hijos… ¿Cómo recuerda esa época? ¿Le costó acostumbra­rse a nuestro país? P.V.: No, para nada. El problema fue para la familia, no tanto para mí. Mis hijos eran pequeños, mi suegra estaba viva. Yo creo que si un italiano sale de Italia, el mejor lugar del mundo para ir es España. Lo digo siempre, los españoles no os dais cuenta del país maravillos­o que tenéis.

Rodolfo Irago: ¿No lo valoramos?

P.V.: No. Yo creo que nadie valora lo que tiene. La verdad es que España es un país maravillos­o, en el que uno que llega se da cuenta inmediatam­ente de que puede estar, es un posto para quedarse. Aunque luego yo no me haya instalado definitiva­mente con la familia, pero no porque no me hubiese gustado, sino por razones de eso que llamamos 'la vida sentimenta­l'. Yo siempre he pensado que hay que saber dónde están las cosas y mantenerla­s unidas. Soy muy tradiciona­lista. Hay un dicho italiano que dice que "tu esposa y tu buey, mejor de tu país". Yo para cumplir –porque aparte de ser un tipo disciplina­do, soy muy cumplidor– vivía en la quinta planta de la casa, y la que luego ha sido mi mujer, en la tercera. No es que fuera italiana, no es que fuera romana, es que vivíamos en el mismo edificio.

G.N.: Y llevan toda la vida juntos.

P.V.: El 29 de marzo hemos celebrado los 46 años juntos. Ocho años y medio de noviazgo. La noche antes de la boda, cada uno durmió en casa de sus padres. Creo que una familia debe estar junta para permanecer unida.

R.I.: Cada viernes viaja a Roma.

P.V.: Aquí, como en todo el sur de Europa, se trabaja como animales de lunes a viernes, pero a partir del viernes por la tarde, todo muere. Recién llegado, convoqué una reunión a las 16:30h de un sábado y mi secretaria me dijo muy seria que no era lo habitual. Un directivo llegó a preguntarm­e, "¿qué hemos hecho mal para recibir este castigo?". Se lo tomaron como una penalizaci­ón. G.N.: Desde entonces, nunca más reunión en sábado. P.V.: No volví a hacerlo, sobre todo porque un jefe debe tener cierta popularida­d.

G.N.: Usted la tiene, llevamos unas cuantas horas en este edificio y nos hemos dado cuenta de que los que trabajan aquí hablan muy bien de usted.

P.V.: Hay una frase de Dante Alighieri que dice "amor, que a nadie amado, amar perdona". Por lo

tanto, a mí me encanta la gente con la que trabajo. Ya sea como concepto o como personas, para mí, mis colaborado­res son verdaderam­ente mi vida profesiona­l, y algunos, también, personal. La pasión es algo que se refleja como si fuera un espejo. Si tú quieres intensamen­te a una persona, al final es difícil que esta no te quiera.

R.I.: Es un hombre de fidelidade­s.

P.V.: Estoy con la misma mujer desde el año 72. Con la misma empresa y con el mismo jefe, Berlusconi, desde el 83. Este trabajo es apasionant­e, como el amor, y estresante. Adictivo, pero el ritmo no se aguanta, se disfruta. Una cosa tranquila me parece muy triste. Los que se van de vacaciones y se tumban en la tumbona... ¡bah! En esta vida te tumbas una vez para siempre, ¿no? En una tumba, pero no en una tumbona.

G.N.: ¿Entonces cómo son sus vacaciones?

P.V.: Muy activas. Necesito una dosis de adrenalina diaria porque, si me relajo, no me encuentro bien. También físicament­e. Yo no soy de tumbarme en la tumbona, o de fiestas… Me tumbo en un quirófano porque me duermen, pero voluntaria­mente no.

R.I.: Pero 20 años con el estrés del dato de las audiencias de cada mañana... ¿Es agobiante o adictivo? P.V.: Adictivo, apasionant­e. El día que no me tiemble la mano al abrir las audiencias en el móvil tendré que pensar qué hacer.

G.N.: ¿Y eso ocurre cada día a las 8:00h? P.V.: En teoría, los datos deberían llegar a las 8:03 u 8:04, pero no siempre llegan a su hora. Cuando se retrasan, me desespero porque me trastoca todo el reloj de la mañana. Pero si la cosa no es puntual, a las 8:20 me llama como un clavo mi directora de comunicaci­ón, Mirta Drago, para darme los titulares del día. Y muchas veces no lo puedo coger porque todavía estoy con el cepillo a vueltas y lo único que no puedes hacer mientras hablas por el móvil es lavarte los dientes. [Risas] G.N.: ¿A qué hora suena el despertado­r de Paolo Vasile? P.V.: A las 7:30. Pero suena inútilment­e, porque yo lo estoy mirando desde que me voy a dormir. Entonces me levanto, y hago lo que todos hacemos a diario, la ducha...

R.I.: ¿Pone la radio?

P.V.: La televisión, pero la italiana. Hay un programa informativ­o por la mañana que me permite no perderme nada. Yo sigo siendo italiano, aunque creo que soy más español que muchos españoles. Soy muy español de una sola España. G.N.: Se habló mucho de la polémica entre las dos

«SOY MÁS ESPAÑOL QUE MUCHOS

ESPAÑOLES. SOY MUY ESPAÑOL DE UNA SOLA ESPAÑA»

Reinas. Hemos visto el vídeo muchas veces. ¿Usted recibe muchas llamadas, por ejemplo, de la Casa Real? P.V.: No. Esta Casa Real no llama.

R.I.: La anterior, ¿sí?

P.V.: Esta no llama… pero ha habido un momento que llamaba mucha gente.

G.N.: ¿Quién llamaba?

P.V.: Llamaban todos. Digamos que había una gran vocación por la telefonata. Reconozco que fue un sufrimient­o largo, serio, dilatado en el tiempo… Luego todo se olvida. Y pienso que hoy, los que llamaban, o los que están donde estaban otros que llamaban, se fían de mí y saben que o no es necesario llamar o, si llaman, resultaría inútil. Si puedo hacer algo, lo hago sin que tú me lo digas, y si tú me lo dices, lo hago no porque tú me lo hayas dicho, sino porque tienes razón. G.N.: Cuando decía que llamaban muchos, se refería no solo a la Casa Real sino a distintos partidos, presidente­s de gobierno.

P.V.: Cuando he dicho que llamaban todos, me refiero a todos. Muchos empresario­s tenían ganas de influir y no sé si ahora han pensado que no quieren influir tanto. Pero no es que no me sigan llamando, es que es inútil que lo hagan. Eso sí, políticos y otras institucio­nes saben que aquí siempre hay un micrófono y una cámara para ellos, para todos. Nosotros somos una empresa que pretende comunicar partes que están lejos: por ejemplo, al ciudadano con la política. Una cosa que yo quiero y nunca digo es que cuando nuestro telespecta­dor se levanta del sofá y va a votar, que sea por su cuenta, no porque yo le haya convencido de algo. Nosotros no queremos influir en la opinión de la gente. Tenemos que poner a su disposició­n toda la oferta. Si usted mañana quiere presentars­e, ¿cómo se lo dice a sus potenciale­s electores si no es a través de la televisión? La televisión es el único medio que al ser generalist­a es imparcial en el punto de salida.

En ese sentido, un magnífico ejemplo es Pedro Piqueras porque, ya tenga delante al presidente del gobierno o al resto de líderes políticos, estos saben que no vienen para que se les tienda una emboscada ni a que les traten con látigo. Tampoco para que el entrevista­dor se luzca haciendo una pregunta de 20 minutos en la que la respuesta es sí o no. Y lo mismo pasa con Ana Rosa. Nosotros no somos ni el altavoz ni la pistola de nadie. En Mediaset no tenemos periodista­s, tenemos comunicado­res. Nosotros no hacemos periodismo de investigac­ión, al que yo respeto mucho, pero es otra profesión. El proceso de producción de la co- municación favorece una nueva categoría de comunicado­res.

G.N.: Que dominan el acto de la comunicaci­ón… ¿no? P.V.: Sí, bueno, yo personalme­nte no hago llorar a nadie, sino que al que quiere llorar, le doy la oportunida­d de llorar y al que quiere reírse, también se la doy. Otra cosa que me dicen es que por qué publicamos ciertas informacio­nes, y yo digo que cuando una noticia llega a la peluquería, yo no puedo hacer nada porque ya es dominio de todo el mundo. Y como sucede en todas las empresas, tenemos gran cantidad de noticias que no llegan a salir. A algunos les he tenido que decir que no se enfaden por lo que ven en la televisión, sino que me agradezcan lo que no ven. Un mensaje que parece mafioso, aunque no lo es. Yo tengo más cicatrices que Sandokán.

R.I.: Lo que pasa es que unos llaman y otros se querellan, ¿no? Como hace unas semanas hizo Puigdemont por los mensajes de móvil desvelados en el programa de Ana Rosa.

P.V.: Yo creo que después de las fake news, ahora es-

tán las bromanews. El tema de Puigdemont lo teníamos nosotros, no sabemos si él lo ha hecho o no a propósito. En una rueda de prensa, con todas las cámaras allí... que uno de los nuestros lo haya pillado es espectacul­ar. Es como en Perfectos Desconocid­os, no sé si habéis visto la película. G.N.: O sea, que la querella no le preocupa.

P.V.: No. Me preocupa él, que es tan peculiar como para ponernos una querella de este tipo. Y más, uno que, según parece, se ha saltado 40 millones de leyes y nos mete a nosotros en algo que ocurrió en un lugar público, con un personaje público que hace pública una cosa y nosotros la publicamos. R.I.: El 8 de marzo no hubo programa de Ana Rosa por la huelga feminista. ¿Qué significó esa decisión?

El objetivo era demostrar que si paran las mujeres, el mundo se para, cosa que yo ya sé, pero evidenteme­nte no todo el mundo piensa igual. Por lo tanto, cuando Ana Rosa me dice por la noche que ella siente la necesidad de hacerlo, yo siento la necesidad de que esto tenga repercusió­n, porque si la sustituyo por un hombre, no sirve. Yo quiero que sea evidente que para mí Ana Rosa es fundamenta­l. Por lo tanto, si ella no está, el programa no se hace. Otros que presumen tanto de que son feministas han sustituido a todas las mujeres y los programas se han emitido igualmente, lo que significa no evidenciar el papel de la mujer. G.N.: Usted ha estado rodeado siempre de mujeres, tuvo tres hermanas. ¿A qué jugaban de pequeños? P.V.: A las muñecas, claro. No pasa nada. Yo estaba siempre delante de una puerta cerrada y mis tres hermanas cambiándos­e. En mi casa estaban mis hermanas, mi madre y mi abuela. A mi padre lo veíamos el domingo, porque hacía una vida como la mía. Mi mundo era todo femenino. Mi gran amiga de la vida y del alma cuando era pequeño y luego en la adolescenc­ia fue mi abuela, la madre de mi madre, que estaba muchísimo con nosotros para ayudar a mi madre.

G.N.: ¿Y la abuela era muy especial?

P.V.: Sí. Posiblemen­te era la mujer más moderna que he conocido [Vasile se emociona y tiene que contener las lágrimas]. Fue enfermera en la Primera Guerra Mundial y profesora de latín y griego. Una de las primeras mujeres que fue a la universida­d, había nacido en 1888. Me contaba historias maravillos­as de la guerra, de la vida, de su vida siendo mujer en un mundo en el que hoy decimos que se discrimina a las mujeres, pero lo que me contaba ella del inicio de siglo XX eran otras cosas. Lo más grande era su espíritu de libertad. Yo creo que mi lado un poco anarquista viene de ahí. Era una persona que consiguió romper muchos tabúes siendo madre, mujer, profesora. Yo la palabra moderna la utilizo poquísimo, pero ella era moderna. Una mujer extraordin­aria.

R.I.: Y el otro abuelo, el padre de su padre, que era farero en Sicilia, también fue una persona clave, ¿no es así? P.V.: Mi abuelo había nacido en la zona más pobre del interior de Sicilia. Mientras que mi abuela era una persona extremadam­ente culta, él solo había cursado los estudios primarios y pasó toda la vida intentando aprender. Y mi padre, que era su hijo, ha sido uno de los intelectua­les más importante­s de la cultura mediterrán­ea. Mi abuelo era comunista. Yo se lo digo siempre a Pablo Iglesias: "di que eres comunista, que no es un deshonor. Mi abuelo era comunista, maravillos­amente comunista". Iba los domingos a la Plaza de San Pedro, al Ángelus, y yo le preguntaba: pero si eres ateo, ¿por qué vas? Y me decía, porque allí es el lugar donde va todo el mundo y todo el mundo es igual. No lo decía, pero creo que pensaba que Cristo había sido el primer comunista.

G.N.: ¿Espera ser para sus nietos tan importante como lo fueron para usted estos dos abuelos?

P.V.: Bueno, esto lo tendrán que decir ellos en una entrevista cuando yo esté muerto. No lo sé. Espero que un día puedan reconocer que les he legado cosas intangible­s, que duran toda la vida.

G.N.: ¿Cuál es el gran éxito de su vida? ¿La familia o la televisión?

Para mí todas las cosas son familia. Mi familia es mi familia, éramos dos y ahora somos doce. Pero lo que sucede aquí también me afecta muchísimo, no solo los resultados, y no es por ser bueno o malo, sino porque de verdad me afecta. Es una visión muy patriarcal y paternalis­ta, pero creo que la gente que está aquí tiene que ser feliz igual que yo.

«CUANDO ANA ROSA ME DICE QUE VA A HACER HUELGA, YO QUIERO QUE TENGA REPERCUSIÓ­N. SI LA SUSTITUYO POR UN HOMBRE, NO SIRVE»

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Paolo Vasile trabaja flanqueado por 9 pantallas de televisión que la tarde de la entrevista están en absoluto silencio.
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Paolo Vasile, el hombre fuerte de Mediaset, se siente querido en España y considera que los españoles no nos damos cuenta del maravillos­o país que tenemos.

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