Marie Claire España

Hablamos con la actriz y modelo.

AFRONTA SU PRIMER PROTAGONIS­TA EN EL CINE CON VALENTÍA, DANDO VIDA A UNA 'SCORT' QUE PONE EN CUESTIÓN UNOS CUANTOS VALORES DE LA SOCIEDAD ACTUAL, Y ABRE DE PASO LA PUERTA A UNA NUEVA ETAPA DE SU CARRERA: LA DE UNA ACTRIZ –Y MODELO– QUE HA LLEGADO PARA QUE

- por Jacobo de Arce fotos Gema López estilismo Rut Baticón

La actualidad se nos cruza una mañana de finales agosto. El gobierno decide frenar la constituci­ón de un sindicato de prostituta­s en Barcelona y reabre así un debate que recorre las tripas de esta sociedad, y en particular del feminismo, desde hace años: el de si el comercio del sexo debe ser regulado o directamen­te abolido. Ajenos a lo que ocurre en el Congreso, pero muy cerca de allí, nos citamos con Ana Rujas para hablar de Diana, la película que estrena el 21 de septiembre y en la que da vida a una scort –una prostituta de lujo– que trabaja por voluntad propia en un piso de Azca, la zona de negocios de Madrid. "Antes de hacerla no entendía que una mujer se pudiera dedicar libremente a la prostituci­ón –explica como si estuviera escuchando lo que pasa en el Parlamento–. Pero ahora sería muy loco que te dijera 'no me mojo'. Lo que opino es que si uno está tranquilo haciendo lo que hace, si se le trata bien, con sus valores bien colocados y su autoestima perfecta, para mí no hay nada malo".

En la película, un joven empresario de éxito entabla una turbia relación con su personaje. Lo que sigue es un thriller de cámara que pone en solfa unos cuantos valores éticos del mundo actual. Con la cámara fija en ella durante casi todo el metraje, Rujas preparó a conciencia su papel de Sofía (la Diana del título es otro personaje). Habló con varias scorts y salió de fiesta con ellas. Un día, de incógnito, contactó con una como clienta –"muchas reciben también a mujeres", aclara– y acudió a la cita en un piso de Alonso Martínez. "Ella se reía mucho, como para tranquiliz­arme. Porque todo el mundo va muy nervioso. Yo también". También se ríe la actriz, algo esquiva, cuando se le pregunta qué hizo exactament­e. "Desde el principio dejé claro que quería hablar, como muchos clientes. Me dijo: 'claro cariño'. Iba vestida con un camisón y tacones. El tema del tiempo era muy estricto: tenía un hilo musical, y cuando terminaba, yo tenía que irme".

SIN APOLOGÍAS

Rujas descubrió así a unas mujeres "muy divertidas, con las que no te vas a aburrir ni un segundo". No era fácil saber si en algún momento lo habían pasado mal. "Yo quería verlo, pero no lo encontraba y estaba jodida". Le contaron que hay momentos duros, pero no dramas. Su impresión fue la de que ellas tienen el poder. "Son como heroínas. Te di-

cen: 'ellos se van cuando yo quiero'. Muchas reciben en su propia casa, pero son ellos los que tienen miedo. Eso es lo que yo he escuchado. Y claro, mi personaje está basado en este tipo de mujeres. No en otras. Por eso no es una apología de la prostituci­ón, ni mucho menos", afirma rotunda.

La película es su primer protagonis­ta en cine. Un reto interpreta­tivo que debería servir para cambiar la imagen que muchos tienen de ella tras verla transitar por series y un puñado de cintas menores, casi siempre en clave cómica y en pequeñas dosis. Pero el trayecto que desemboca en Diana arranca mucho antes en su barrio, Carabanche­l, cuando Rujas tenía 16 años, era buena estudiante y empezaba a cambiar los Boy Scouts por las casas okupas. Le sale el acento más castizo al recordar esa época. "Mi madre era trabajador­a social y nos llevaba a mi hermana y a mí cuando iba con los gitanos al Ruedo [un proyecto de viviendas muy conflictiv­o en el pasado]. Supongo que eso me dio una sensibilid­ad especial ante ciertos problemas". Fue entonces cuando descubrió de una manera instintiva, casi visceral, que le interesaba la interpreta­ción. Primero le abrió los ojos Noviembre, la película de Achero Mañas, que le descubrió el teatro de calle. Después, ver a Angélica Lidell en directo. La dramaturga y actriz se hacía cortes en escena y la gente salía pitando del patio de butacas. "Me quedé flipada. Me dije: qué coño es eso, yo tengo que hacerlo... [risas]. Sentí ese duende que dice Lorca". Empezó a hacer teatro callejero y se apuntó a clases de interpreta­ción en la escuela Metrópolis y en La Casa Encendida. También empezó a estudiar Comunicaci­ón Audiovisua­l. Una amiga le dijo que por qué no se apuntaban en una agencia de modelos. "Y yo dije: pues sí. Porque yo he sido clase media-baja, y mi padre [que trabajaba en diseño gráfico] entró en una crisis importante. Tuve que ayudar mucho en casa. Así que fuimos, no la cogieron a ella y me cogieron a mí. Pero piercing fuera, pelo rosa fuera…". De repente, Ana estaba en un bar con amigos y su cara aparecía en la tele, en un anuncio. Pero su vida era la de siempre. "Lo único que cambiaba es que ahora invitaba más". Después llegaron las series adolescent­es y los cortos. Los trabajos de éxito y las travesías del desierto. Ella tenía su profesión de modelo, que sigue manteniend­o a día de hoy, pero aún así los parones eran duros. "En este oficio hay que surfear unas olas... A una compañera que hace poco lloraba porque se había quedado sin trabajo yo le decía: '¿Pero por qué quieres ser actriz?'. Yo no me he planteado renunciar nunca, pero hay que ser fuerte para trabajar en esto". Quizá lo que ha frenado ese impulso de dejarlo todo ha sido el teatro. Hace unos años Ana fundó, con algunas compañeras de la escuela de Juan Carlos Corazza donde completó su formación, una pequeña compañía. "El teatro es el sitio que me ha posibilita­do hacer el arte que me daba la gana, sin depender de que una persona me dé un papel o no", asegura. Bautizaron a su grupo Beauvoir. "Sí, claro que me considero feminista. He ido a todas las manifestac­iones, estuve en la de Nueva York porque estaba allí el 8 de marzo –recuerda–. Pero me pone nerviosa el extremo. Creo que hay un poco de confusión, aunque todo se colocará. También te digo que a mí, en mi vida laboral, me han tratado peor ellas. Lo primero es que hagamos equipo entre nosotras, ¿no?".

DISCURSO PROPIO

Cerrada la etapa de Beauvoir, Rujas ha querido seguir contando sus propias historias sobre las tablas, y de ahí ha surgido su proyecto más personal. Un texto, coescrito con Bàrbara Mestanza, que se titula La mujer más fea del mundo, y que estrenarán en algunas semanas. Solo desvela que "es mi vida, una catarsis" y que trata sobre lo que le ha costado estar en este oficio, la exposición, lo que se considera bello y lo que no, el cuerpo... Hablando de cuerpos, dice que con 20 años no podría haber hecho una película como Diana, en la que se pasa prácticame­nte todo el metraje casi desnuda. Ahora es diferente. La madurez le ha dado seguridad. Y otra forma de ver las cosas. "Cuando me proponían escenas de desnudo, yo me decía: me van a juzgar, solo me llaman para desnudarme… Aquí, en cambio, era el papel que era. No me iba a tapar con una sábana [risas]". En Instagram, a Rujas la han atacado varias veces diciéndole que está muy delgada y que fomenta la anorexia. Ella responde que tendrían que verla comer. Salvo eso, las re-

«SON COMO HEROíNAS. MUCHAS RECIBEN EN SU PROPIA CASA, PERO SON ELLOS LOS QUE TIENEN MIEDO»

des son un entorno confortabl­e para la actriz, que intenta ser fiel a sí misma y no meterse en líos. "Lo único negativo es el tiempo que pierdo con el móvil", dice con pesar. De todas formas, cuidarse le resulta fácil porque siempre le ha gustado el deporte, especialme­nte los de riesgo. En verano se va al Valle de Arán a descender barrancos o hacer hydrospeed. En invierno esquía. Y en Madrid corre, aunque también baila. Todo lo que puede. "La gente tendría que bailar más por la noche. Y hablar menos", dice divertida. No le gusta tanto el reggaetón como a su personaje en Diana, pero le chifla el trap y sus artistas "con discurso": C Tangana, Bad Gyal, Rosalía... Cuenta que muchas veces se viste como ellos, o que también le encantan Palomo Spain y Moisés Nieto "pero otro día puedo ir superfina de Schlesser". Porque las caras de Ana son múltiples: está la actriz, la chica de barrio, la modelo, la influencer… Todo apunta a que, después de esta película, la más visible va a ser la primera.

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Entrevista a la actriz y modelo Ana Rujas.

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