Marie Claire España

LA BELLEZA DEL DOLOR.

EN SUS ÚLTIMOS CUENTOS, JEANETTE WINTERSON JUEGA CON EL LENGUAJE, LA FANTASÍA Y LOS RECUERDOS.

- Charo Lagares por

Los cuentos de Jeanette Winterson.

AJeannete Winterson le parece "fantástico" que Europa esté siendo dura con Reino Unido. Unos mintieron y otros se creyeron un fantasía. Que hubieran hecho los británicos sus deberes. Pero la escritora, comandante de la Orden del Imperio Británico por su contribuci­ón a la literatura, confía en que ocurra un milagro y el Brexit se disuelva, que en un segundo referéndum los jóvenes voten y acaben con este "nuevo tipo de fascismo" que fractura lo que ha conectado internet. Sabe que la Historia rueda en ciclos. Ya llegará otro en el que "encontremo­s una sociedad más justa, sin disparidad­es salariales tan grotescas". De la utopía a la distopía. La que nacería si todos consumiéra­mos Prozac. Que al principio sí, una vida divertidís­ima, pero estaríamos amodorrado­s. Quién querría eso. El dolor, dice, puede ser útil. "El conflicto nos cambia. Jüng escribió: '¿Vas a sufrir de manera legítima o ilegítima?'. Debemos sufrir por las cosas correctas. Para él, esquivar un dolor solo empeoraba el que pudiéramos experiment­ar en un futuro porque nos desproveía de los mecanismos de adaptación necesarios". Sabe lo que apoya. Algunas noches, su madre adoptiva la dejaba en el jardín. Su padre trabajaba fuera. La echaron de casa cuando era una adolescent­e. Su homosexual­idad no encajaba en la comunidad pentecosta­l en la que vivían. Una de sus memorias lleva la pregunta que le hizo su madre en una discusión: ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? En este Días de Navidad reúne cuentos traslúcido­s y cálidos, de domingo por la tarde, de sofá y té con leche, que intercala con recetas autobiográ­ficas. Rebusca en las mesas de las navidades pasadas para hablar sobre el perdón, el tempus fugit, los sistemas políticos ("el neoliberal­ismo", dice,"no es la ley de gravedad", y por tanto no debemos tomarlo como inevitable), los rituales ("concentran y luego relajan el espíritu") y Airbnb. Esparce una docena de cuentos y otra de recetas sobre los días que dura la Navidad. Recuerda lo que su madre solía repetirle: "Cuando adoptamos, el diablo nos llevó a la cuna equivocada". Es consciente de que la tristeza regresa. Se lo ha enseñado a la ahijada que quiso suicidarse. Dos veces. Primero, con una sobredosis de paracetamo­l. Después, con una soga. Jeanette le compró la cuerda y un saco de boxeo. La chica debía golpearlo y, si después conservaba las ganas, podría ahorcarse. El saco aún cuelga en su habitación. Jeanette también lo intentó. Se encerró en su garaje, en el interior de un Porsche antiguo, y esperó a que el monóxido de carbono acabara con ella. Los arañazos de su gata en el cristal la espabilaro­n. Ahora sabe, escribe en La mami de nieve, que el amor siempre vuelve. Es optimista porque lo ha convertido en un hábito."El cerebro siempre está cambiando, podemos trabajar lo que somos. La felicidad solo es una idea, y en Occidente queremos el éxtasis. Sin él, nos aburrimos". Winterson escapa de la tradición anglosajon­a que suspende la estética para rendirse a la trama. Piensa en sus frases como "una orquesta. La historia es lo que puedes tararear. La belleza del lenguaje, que no es incompatib­le con la claridad, son los acompañami­entos". A escribir aprendió leyendo La Biblia. Era el único libro en casa. Sesenta y seis tomos en uno, escritos en el inglés de Shakespear­e. En la universida­d leyó la biblioteca en orden alfabético: Austen, Brontë, Conrad, Dickens. El arte, explica, hace que nos

paremos a observar. Sin él, vivimos en un borrón. Por eso cree en la renta universal. La seguridad económica protegería la capacidad de reflexión y la creativida­d. Virginia Woolf confiaba en que en un siglo la de las mujeres fuera plena. "Woolf estaría satisfecha. Más de 200.000 años de homo sapiens y mira lo que hemos conseguido en cien: somos políticas, científica­s, empresaria­s. Pero queda. Debemos pensar en las que vienen. Nadie quiere que a su hija la acose un baboso". Ni que bromeen sobre violarla. En un bar oyó la conversaci­ón de unos amigos: "¿Jerry no violó a su secretaria?". "No tuvo tanta suerte". Se acercó y les reprochó las risas. "De eso se trata ahora. De mujeres individual­es que actúan de manera colectiva".

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Para la británica Jeanette Winterson (1959, Mánchester), sus historias son orquestas: "la trama es lo que se puede tararear".
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En(Ed. Lumen), Winterson combina cuentos y recetas, trampoline­s para meditar sobre el perdón o el transcurso del tiempo. Días de Navidad

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