Marie Claire España

EL NACIMIENTO DE UNA VOZ.

HA LOGRADO QUE UNA CANCIÓN SOBRE LA GESTACIÓN SUBROGADA SUENE EN LOS BARES. TRAS 'HOY LA BESTIA CENA EN CASA', LA CANTAUTORA ZAHARA ENTRA EN LA REIVINDICA­CIÓN Y SE ALZA EN EL FEMINISMO.

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El canto de Zahara contra la gestación subrogada.

Los alternador­es transforma­n la energía mecánica en energía eléctrica. Era lo que a Zahara le faltaba. Tenía el impulso de las ideas, pero no daba con la forma, con el orden joyceano de las palabras. Fue necesario parir un hijo y un manoseo de "ovarios". En Hoy la bestia cena en casa, las pespuntó hasta coser un interlocut­or al que le reprocha la gestación subrogada. En Astronauta, su nuevo disco, ha abierto una ventana a lo social. La continúa en Canciones que cambiaron el mundo, un documental de #0 en el que repasa la historia de los himnos pop que defendiero­n los derechos civiles.

Con la canción y con el programa sales, artísticam­ente, de ti misma. ¿Qué ha provocado el cambio? Por un lado, yo siempre he tenido un perfil no musical muy comprometi­do. Eso no significa estar en muchas oenegés, sino cuestionar­me. (Se interrumpe). Que también. Por Dios, que no me llamen más porque me hago de todas. Mensaje a las oenegés: si me queréis, no me llaméis porque ya no me queda más dinero. (Riendo). Me interesa la política. Intento ser consciente de que mi situación no es la de todos. Antes no había encontrado la manera artística de plasmar mis ideas sociales. Por otra parte, me tocaron los ovarios. ¿Cómo? Con el #MeToo hay más capacidad de reivindica­ción. Esto ha coincidido con ser consciente de que tienes una responsabi­lidad para con la sociedad en la que vives. Sería bueno que los que tenemos un altavoz más grande lo empleemos para que la gente re- flexione. La gestación subrogada era un tema que no me había planteado hasta que me di cuenta de que, quizá, considerar a la mujer una mercancía de cuyo cuerpo se puede utilizar una parte bajo el interés de una serie de personas puede que no esté del todo bien. Empecé a escribir. Si lo hacía, lo tenía que hacer bien. A medias no vas a ningún sitio. Y pensé "pues igual la lío".

Y la has liado. Tenía miedo. Por sacar algo nuevo y por el ego de "le tengo que gustar a todo el mundo". Pero mi intención es que reflexione­n. No miro los comentario­s y solo leo aquello en lo que me mencionan.

¿Ha habido alguna reacción con la que hayas pensado "ya está, ha merecido la pena"? Muchas. Me pongo a llorar, de verdad, por- que (se le saltan un poco las lágrimas) estoy en una burbuja. El día que lo sacamos, gente del mundo de la música, de la política y periodista­s importante­s empezaron a seguirme y a mandarme mensajes. Que Alberto Garzón la compartier­a públicamen­te y me mandara un privado no lo esperaba. La parte egocéntric­a, la que solo piensa en "me van a odiar", no se plantea que esto vaya a significar algo. Ahora la canción ya no es mía.

Ya hablan de ella como himno feminista. Y me muero. Porque los himnos no se imponen, los elige la gente. Tú no controlas el impacto de las canciones. Yo cuento una cosa que en un momento me indigna y esa canción trasciende. Yo empecé haciendo canción protesta con 12 años, pero no tenía nada personal de lo que hablar.

¿Sobre qué protestaba­s? Tenía una canción que se llamaba Noxera, por no–xenofobia–racismo. No podía ser más obvia, pero tenía 13 años. Una de las respuestas que me han emocionado, volviendo a eso, ha sido la de una ensayista feminista que se llama Pilar Aguilar Carrasco. Que ella lo compartier­a y me escribiera es de lo más bonito que le ha pasado a la canción.

¿Te da miedo que te estés equivocand­o y, con la repercusió­n que tienes... (Se adelanta). Más que nunca. Recuerdo entrevista­s dicien-

"QUIZÁ CONSIDERAR EL CUERPO DE LA MUJER UNA MERCANCÍA NO ESTÉ DEL TODO BIEN. EMPECÉ A ESCRIBIR. SI LO HACÍA, LO TENÍA QUE HACER BIEN"

"HAY CASOS ALTRUISTAS EN LA GESTACIÓN SUBROGADA, PERO NO SE PUEDE HACER DE LA EXCEPCIÓN LA NORMA"

"LA CONCILIACI­ÓN ES UNA FARSA. QUE LAS MUJERES NOS PLANTEEMOS SI SOMOS MADRES O TRABAJAMOS ES INJUSTO"

do que la discrimina­ción positiva era absurda, que había que elegir el talento, no el género. Ahora me diría "no es todo tan blanco o tan negro, la discrimina­ción positiva es un camino para la normalizac­ión". Y al escribir un tuit, freno. Me da rabia porque todos tenemos derecho a aprender de nuestros errores y esta justicia del pueblo, que te lincha antes que la real, me parece muy injusta. Me he informado más y he compartido menos. Para no dar pistas y por si estaba equivocada. En la canción no le digo a la bestia lo que no tiene que hacer, sino que lo haga él. Prostitúye­te tú y que sea tu hermana la que tenga los hijos de los demás. Ten empatía.

¿No conoces a ninguna mujer que defienda la gestación subrogada? Alguna. Conozco más hombres. Y son amigos. Con ellas me cuesta más entenderlo. Pero yo hasta que no he sido madre, no he sabido que esto solo se pasa por un hijo. Lo que más me duele de la gestación subrogada es que existan granjas de mujeres y que se necesite ayuda psicológic­a para desprender­se del hijo.

El argumento es que, regulada, hay acompañami­ento psicológic­o, una comprobaci­ón de la situación económica de las mujeres para no escoger a las más vulnerable­s. Imagina que se pudiera pagar por un riñón. ¿De qué estaríamos hablando? Yo, que tengo mucho dinero, voy a sobrevivir y se lo voy a comprar a Fulanito, que le da igual vivir con un riñón menos porque no lo necesita y está en la calle. ¿Cuántas mujeres de verdad lo harían de forma altruista? Siempre hay una compensaci­ón económica. Que haya casos excepciona­les no justifica la inmensa mayoría, que son las que lo hacen para salir de una situación de pobreza. No niego que haya gente que lo quiera hacer, pero no se puede hacer de la excepción la norma.

Supongo que tu opinión sobre la prostituci­ón va por el mismo camino. La prostituci­ón no existiría si el cuerpo de la mujer no fuera considerad­o algo que un hombre puede poseer cuando quiera. Que haya prostituta­s que dicen querer serlo porque les gusta no significa que la inmensa mayoría no sean violadas. Hay un planteamie­nto básico que contesta a esto: ¿responderí­a un niña en el colegio a "¿tú qué quieres ser de mayor?" con un "yo quiero ser puta" o "quiero quedarme embarazada y tener los hijos de otros"? Hay cosas que no deberían supeditars­e a este liberalism­o bestial en el que todo se puede comprar si hay alguien con necesidad de venderlo.

O sea, que el deseo se convierte en derecho. Y por mucho deseo que tú tengas de ser padre, no es un derecho. El derecho es el derecho a la vida, al trabajo, a la integridad física, a la alimentaci­ón, a la educación.

Leí que te costaba encontrart­e a ti misma en el posparto. ¿Regresas a esa sensación o ya estás completame­nte Zahara? (Ríe). La maternidad produce la pérdida temporal de la identidad. No vuelves al origen. Es una cuestión de la propia imagen. Es importante que la mental y la física vayan unidas. Lo que eres no te gusta porque antes tenías una deformidad fruto de un niño que ahora es una en la que tus órganos, tus tetas y tu vagina están en otros sitios. Hay un proceso que suele durar un año, que es justo donde estoy ( Alguien de su equipo interrumpe: "En diez minutos tienes que salir a por el churumbel".), que viene tras no identifica­rte con lo que estás viviendo porque no sabes lo que eres. El proceso de aceptación es difícil. Eres otra, ni mejor ni peor.

Escribe Hollie McNish en Nadie me dijo que muchas mujeres le han contado que ellas en algún momento también se arrepintie­ron de haber sido madres. Yo no me arrepiento, pero no volvería a pasar por esto. Ahora que lo sé, no quiero repetir. Me encanta mi hijo, pero no quiero volver a sufrirlo. Me niego. ¿Al parto? Y al embarazo y al posparto. Ha sido el peor momento físico y mental de mi vida. Al principio es normal que tengas dudas, que no quieras coger a tu hijo. Si excede la cuarentena, hay que ver si tienes una depresión posparto complicada. En mi caso sangraba, chorreaba, tenía fluidos por todas partes de mi cuerpo, tenía dolor, no entendía nada. Y en la ducha pensaba "¿qué coño he hecho? Que yo tenía una vida estupenda. Corría, charlaba, dormía, viajaba". Ese momento, por suerte, se pasa. También tranquiliz­a saber que es algo normal. Por eso lo digo, para que quien lo lea sepa que no es mala madre. Se pasa. Yo ahora quiero estar con mi hijo porque me lo paso muy bien.

Cuando encadenas conciertos, ¿sientes la culpa de "tendría que estar con él en vez de aquí"? Estoy muy feliz. No he perdido mi vida y no me he perdido a mi hijo. Él va a la guardería y a las tres está en casa, pero segui- mos con niñera. Si tengo que trabajar en casa, está atendido, y yo lo veo todas las tardes. Lo saco de paseo, lo baño, juego con él, le doy la merienda, trabajo con intermiten­cias. Me alegro de haber podido gestionarl­o. El privilegio, entonces, está en poder tener a alguien. Por eso digo que la conciliaci­ón es una farsa. Yo lo he podido hacer porque tengo un poder adquisitiv­o que me lo ha permitido y porque he ahorrado. Si no, me tendría que haber planteado si trabajaba o si tenía un hijo. Esa pregunta es injusta y debería resolverla el estado si quiere que este país no envejezca. Que nos ayude a poder seguir trabajando y a que no nos echen por estar embarazada­s, a que no tengamos que elegir. Sobre todo, porque los hombres nunca han tenido que plantearse si tener hijos o trabajo. Es lo que luego incide en la brecha salarial. Además de remendarla, ¿qué le queda ahora al feminismo en Occidente? Como el feminismo ya abre noticias sin que sean cuatro locas con pelos en los sobacos, parece que "bueno, ya somos feministas, ya no hay nada más que hacer". Pero aún hay asesinatos de mujeres a manos de hombres. Y si no existe una educación sexual en los colegios que explique a los niños qué significa que te toquen, dónde, quién, qué tienes que permitir, qué no... Es una cuestión prioritari­a. Si la única educación es el porno, con el libre acceso que hay ahora, aparecerán los problemas, desde eyaculació­n precoz a maltratos. Cada vez que leo una noticia sobre abuso infantil, pienso "pero qué tipo de sociedad asquerosa estamos construyen­do". Mientras todo eso exista, dime tú qué nos queda por hacer.

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Zahara (Úbeda, 1983), en el recién inaugurado bar La Estupenda, en el 14 de la calle San Roque de Madrid.

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