He probado MINDFULNESS (y así empezó a cambiar mi vida)
CONSEGUIR UN EQUILIBRIO INTERNO ESTARÍA A NUESTRO ALCANCE GRACIAS A LA 'TÉCNICA DE LA ATENCIÓN PLENA' O LO QUE ES LO MISMO, ENFOCAR NUESTRA ATENCIÓN AL PRESENTE Y PERMANECER A LA ESCUCHA DE NUESTRO CUERPO. ¿FÁCIL, HAS DICHO FÁCIL?
No sé en qué estás pensando". La frase cayó sin avisar en mis oídos, como una voz lejana, reflejo de una conciencia personal silenciada por la rutina. Mi amiga me mira a los ojos, despistada y preocupada, sin saber en qué momento desconecté de esta conversación y decidí, de forma más o menos lúcida, adentrarme en mi mundo interior gobernado de forma autoritaria por el estrés. Es quizá nuestro gran fallo. El Error 404 de nuestro siglo, que azota de lleno a millennials y otras generaciones sin distinción. La pérdida de atención. Y lo cierto es que por mucho que intentemos luchar contra esta polución psíquica, resulta difícil rezar un carpe diem sensato cuando se suman las contrariedades de la vida cotidiana y elementos tan naturales e inevitables como el nerviosismo. Trabajo, estudio y desconecto ocasionalmente solo y cuando parece permitírmelo la vida. Con este marco de estrés constante, relacionado a partes iguales con el ambiente que me rodea, la ciudad y su barullo, y una desafinación de instrumentos anímicos internos, resultaba ser como una persona especialmente indicada para seguir el proceso de mindfulness, o técnica de la atención plena. Así que desterré prejuicios y acaricié la idea de un cambio de vida a través de esta práctica efectiva, reconocida a nivel mundial, para limitar los síntomas derivados del estrés y conseguir un bienestar general.
APROXIMACIÓN
Pero… ¿qué es exactamente? La técnica, inspirada en la meditación india vipassana que vela por centrarse en el presente, se popularizó en Occidente el pasado siglo como respuesta a una angustia física y emocional dominante. Con unas pautas sencillas asimiladas por partes del cerebro, el mindfulness ayuda a gestionar los conflictos tanto internos como externos y aportar la respuesta adecuada ante una situación problemática, y no una reacción directa en situaciones de estrés. Independiente de cualquier religión o creencia religiosa, esta filosofía de vida, más que práctica, se propone cambiar para siempre nuestra manera de percibir el mundo, y darnos las herramientas para aprender a gestionar nuestro estrés.
Esta técnica, a priori milagrosa, se articula sobre tres pilares. Por una parte, la práctica informal que remite al hecho de darse cuenta de lo que uno está haciendo sin perderse en divagaciones, fantasías o recuerdos. Tomo la iniciativa de ser plenamente consciente del momento, siguiendo esta filosofía del presente. ¿El resultado? Creatividad y concentración sin límites. Por otra parte, la práctica formal que consiste en reservar un tiempo y lugar concretos para meditar, es decir, un espacio exclusivamente dedicado a la atención, que favorezca la concentración. Es sin duda alguna la más difícil, teniendo en cuenta nuestro ritmo de vida, pero no imposible.
UNA EMOCIÓN QUE SE INSTALA DE FORMA PERMANENTE SE CONVIERTE EN UN SECUESTRO EMOCIONAL
Una sala de reunión puede convertirse en tu trozo de paraíso. Finalmente, el autoconocimiento y aprendizaje que se centra en explorar el interior, para averiguar creencias y gestos automatizados con el objetivo de no anularlos, sino de convertirlos en gestos hechos con plena conciencia.
LA LLAVE DE LAS EMOCIONES
A través de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), llegamos hasta la consultora y coach experta en mindfulness e Inteligencia Emocional, Thais Alonso, que me indica que el primer paso hacia un cambio de percepción en el camino del bienestar consiste en identificar nuestras heridas psicológicas. Estas emociones que no siempre somos capaces de evitar y que fomentan un bucle permanente: un pensamiento alimenta mi mente y me reenvía a una emoción, que suele ser el miedo. En vez de responder adecuadamente a través del cuerpo, y más precisamente de la meditación creando un triángulo armonioso, tendemos a quedarnos anclados en esta segunda etapa de gestión emocional, volviendo a un pensamiento inicial, que a su vez nos vuelve a reenviar a una emoción. Allí es donde interviene el mindfulness, es posible enrollar el bucle, porque tenemos el control. Decía el psiquiatra Viktor E. Frankl: "Entre estímulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta radica nuestro crecimiento y nuestra libertad". En este sentido, resulta beneficioso no quedarse con una reacción primaria, sino aportar una respuesta adecuada al sentimiento.
El poema de Rumi, La casa de huéspedes recoge esta idea: "El ser humano es una casa de huéspedes. Cada mañana un nuevo recién llegado. Una alegría, una tristeza, una maldad. Cierta conciencia momentánea llega como un visitante inesperado". Todas las emociones nos llegan a la mente, pero cuando una se instala de forma más persistente, se convierte en un secuestro emocional. Se trata, para liberar esta emoción, de hablar con ella y entender por qué ha venido antes de finalmente invitarla a irse. Dos de los sentimientos más persistentes, según el mindfulness, son la rabia y la tristeza. Imaginando, a modo de metáfora, que se bañan, cabe preguntarse cómo se bañan y cómo salen del agua… y resulta que se intercambian la ropa. A la hora de gestionarlos, es por lo tan-
to necesario comprobar por qué se intercambian tan fácilmente y sobre todo cómo gestionarlos físicamente. La técnica del SPA es la clave: Suelta, dirigiéndote a esta zona e imaginando que aplicas una toalla caliente en esta parte. Paz en la lucha de no querer sentirla, dirígete a este dolor como si fuera un amigo. Y por último, Acepta la molestia, abandonando el deseo de que desaparezca. Los beneficios del mindfulness son en teoría múltiples: permite reducir la tensión arterial, aumenta la presencia de melatonina en
el cuerpo, conocida como hormona del sueño o antiestrés, y reduce la materia gris en la amígdala, zona relacionada con la ansiedad, según recalca el estudio de los profesores Ulrich Ott y Britta Hölzel del Masachussetts General Hospital. Permite asimismo reducir los automatismos y disminuir la impulsividad, además de aumentar la creatividad y la innovación. ¿Qué más se puede pedir?
LA APLICACIÓN
Huyendo de los contraproducentes "No me da la vida" y "Quizá a mí no me funcione", me lanzo a por este cambio radical durante un periodo de tres semanas, siguiendo las pautas propuestas por mi coach Thais Alonso. Aunque el tiempo idóneo para notar los efectos sea de ocho semanas, pretendo observar unos primeros cambios potenciales en este tiempo más reducido. ¿El modus operandi? Empezar con la conciencia corporal. Practicar el STOP varias veces al día:
S= Stop: me detengo, T= Tomo aire, O= Observo mi cuerpo, mis pensamientos, mis emociones... y P= Prosigo con lo que esté haciendo ahora con atención.
Cual portátil en estado de crisis, conviene resetear todos y cada uno de los componentes haciendo respiraciones cada vez que se cambia de actividad y, sobre todo, dedicando una atención absoluta a lo que se está haciendo. Sí, esta preciada atención perdida entre los marasmos de los pensamientos, que como bien conviene recordar, solo son pensamientos. A continuación, los pilotos automáticos, gestos integrados a la rutina, hocicando las capacidades de ver más allá y olvidando el porqué o incluso el cómo. Caminar, almorzar, hablar e incluso besar con la mente en blanco, dejando el protagonismo a la acción programada, lo esperado e integrado por el cuerpo. Precisamente, disfrutar de cada momento de forma consciente conlleva una renuncia plena y absoluta al multitasking: el intentar hacer una sola cosa en atención plena, fomentado la concentración, independientemente de lo negra que esté la página de nuestra agenda del día.
Esta atención plena pasa también por un aparcamiento de los elementos tecnológicos, el famoso detox del móvil, que resulta difícil –por no decir imposible– de realizar. A ello, conviene sumar la redacción de un diario emocional, con el objetivo de identificar los sentimientos, y por supuesto conseguir una correcta higiene del sueño, en una lógica de cuidado del cuerpo y de la atención tanto física como mental. La gestión del estrés es el paso final y el objetivo premium de la práctica. Ante el estímulo nervioso, la percepción de la amenaza y finalmente la carencia de recursos, etapas que en principio resultan difíciles de gestionar, el mindfulness es la llave. Nos abre la puerta de un modo de vida en el que reina definitivamente la paz. ■