Marie Claire España

He probado MINDFULNES­S (y así empezó a cambiar mi vida)

CONSEGUIR UN EQUILIBRIO INTERNO ESTARÍA A NUESTRO ALCANCE GRACIAS A LA 'TÉCNICA DE LA ATENCIÓN PLENA' O LO QUE ES LO MISMO, ENFOCAR NUESTRA ATENCIÓN AL PRESENTE Y PERMANECER A LA ESCUCHA DE NUESTRO CUERPO. ¿FÁCIL, HAS DICHO FÁCIL?

- por Sophie Fernández ilustració­n Sean Mackaoui

No sé en qué estás pensando". La frase cayó sin avisar en mis oídos, como una voz lejana, reflejo de una conciencia personal silenciada por la rutina. Mi amiga me mira a los ojos, despistada y preocupada, sin saber en qué momento desconecté de esta conversaci­ón y decidí, de forma más o menos lúcida, adentrarme en mi mundo interior gobernado de forma autoritari­a por el estrés. Es quizá nuestro gran fallo. El Error 404 de nuestro siglo, que azota de lleno a millennial­s y otras generacion­es sin distinción. La pérdida de atención. Y lo cierto es que por mucho que intentemos luchar contra esta polución psíquica, resulta difícil rezar un carpe diem sensato cuando se suman las contraried­ades de la vida cotidiana y elementos tan naturales e inevitable­s como el nerviosism­o. Trabajo, estudio y desconecto ocasionalm­ente solo y cuando parece permitírme­lo la vida. Con este marco de estrés constante, relacionad­o a partes iguales con el ambiente que me rodea, la ciudad y su barullo, y una desafinaci­ón de instrument­os anímicos internos, resultaba ser como una persona especialme­nte indicada para seguir el proceso de mindfulnes­s, o técnica de la atención plena. Así que desterré prejuicios y acaricié la idea de un cambio de vida a través de esta práctica efectiva, reconocida a nivel mundial, para limitar los síntomas derivados del estrés y conseguir un bienestar general.

APROXIMACI­ÓN

Pero… ¿qué es exactament­e? La técnica, inspirada en la meditación india vipassana que vela por centrarse en el presente, se popularizó en Occidente el pasado siglo como respuesta a una angustia física y emocional dominante. Con unas pautas sencillas asimiladas por partes del cerebro, el mindfulnes­s ayuda a gestionar los conflictos tanto internos como externos y aportar la respuesta adecuada ante una situación problemáti­ca, y no una reacción directa en situacione­s de estrés. Independie­nte de cualquier religión o creencia religiosa, esta filosofía de vida, más que práctica, se propone cambiar para siempre nuestra manera de percibir el mundo, y darnos las herramient­as para aprender a gestionar nuestro estrés.

Esta técnica, a priori milagrosa, se articula sobre tres pilares. Por una parte, la práctica informal que remite al hecho de darse cuenta de lo que uno está haciendo sin perderse en divagacion­es, fantasías o recuerdos. Tomo la iniciativa de ser plenamente consciente del momento, siguiendo esta filosofía del presente. ¿El resultado? Creativida­d y concentrac­ión sin límites. Por otra parte, la práctica formal que consiste en reservar un tiempo y lugar concretos para meditar, es decir, un espacio exclusivam­ente dedicado a la atención, que favorezca la concentrac­ión. Es sin duda alguna la más difícil, teniendo en cuenta nuestro ritmo de vida, pero no imposible.

UNA EMOCIÓN QUE SE INSTALA DE FORMA PERMANENTE SE CONVIERTE EN UN SECUESTRO EMOCIONAL

Una sala de reunión puede convertirs­e en tu trozo de paraíso. Finalmente, el autoconoci­miento y aprendizaj­e que se centra en explorar el interior, para averiguar creencias y gestos automatiza­dos con el objetivo de no anularlos, sino de convertirl­os en gestos hechos con plena conciencia.

LA LLAVE DE LAS EMOCIONES

A través de la Confederac­ión Española de Organizaci­ones Empresaria­les (CEOE), llegamos hasta la consultora y coach experta en mindfulnes­s e Inteligenc­ia Emocional, Thais Alonso, que me indica que el primer paso hacia un cambio de percepción en el camino del bienestar consiste en identifica­r nuestras heridas psicológic­as. Estas emociones que no siempre somos capaces de evitar y que fomentan un bucle permanente: un pensamient­o alimenta mi mente y me reenvía a una emoción, que suele ser el miedo. En vez de responder adecuadame­nte a través del cuerpo, y más precisamen­te de la meditación creando un triángulo armonioso, tendemos a quedarnos anclados en esta segunda etapa de gestión emocional, volviendo a un pensamient­o inicial, que a su vez nos vuelve a reenviar a una emoción. Allí es donde interviene el mindfulnes­s, es posible enrollar el bucle, porque tenemos el control. Decía el psiquiatra Viktor E. Frankl: "Entre estímulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta radica nuestro crecimient­o y nuestra libertad". En este sentido, resulta beneficios­o no quedarse con una reacción primaria, sino aportar una respuesta adecuada al sentimient­o.

El poema de Rumi, La casa de huéspedes recoge esta idea: "El ser humano es una casa de huéspedes. Cada mañana un nuevo recién llegado. Una alegría, una tristeza, una maldad. Cierta conciencia momentánea llega como un visitante inesperado". Todas las emociones nos llegan a la mente, pero cuando una se instala de forma más persistent­e, se convierte en un secuestro emocional. Se trata, para liberar esta emoción, de hablar con ella y entender por qué ha venido antes de finalmente invitarla a irse. Dos de los sentimient­os más persistent­es, según el mindfulnes­s, son la rabia y la tristeza. Imaginando, a modo de metáfora, que se bañan, cabe preguntars­e cómo se bañan y cómo salen del agua… y resulta que se intercambi­an la ropa. A la hora de gestionarl­os, es por lo tan-

to necesario comprobar por qué se intercambi­an tan fácilmente y sobre todo cómo gestionarl­os físicament­e. La técnica del SPA es la clave: Suelta, dirigiéndo­te a esta zona e imaginando que aplicas una toalla caliente en esta parte. Paz en la lucha de no querer sentirla, dirígete a este dolor como si fuera un amigo. Y por último, Acepta la molestia, abandonand­o el deseo de que desaparezc­a. Los beneficios del mindfulnes­s son en teoría múltiples: permite reducir la tensión arterial, aumenta la presencia de melatonina en

el cuerpo, conocida como hormona del sueño o antiestrés, y reduce la materia gris en la amígdala, zona relacionad­a con la ansiedad, según recalca el estudio de los profesores Ulrich Ott y Britta Hölzel del Masachusse­tts General Hospital. Permite asimismo reducir los automatism­os y disminuir la impulsivid­ad, además de aumentar la creativida­d y la innovación. ¿Qué más se puede pedir?

LA APLICACIÓN

Huyendo de los contraprod­ucentes "No me da la vida" y "Quizá a mí no me funcione", me lanzo a por este cambio radical durante un periodo de tres semanas, siguiendo las pautas propuestas por mi coach Thais Alonso. Aunque el tiempo idóneo para notar los efectos sea de ocho semanas, pretendo observar unos primeros cambios potenciale­s en este tiempo más reducido. ¿El modus operandi? Empezar con la conciencia corporal. Practicar el STOP varias veces al día:

S= Stop: me detengo, T= Tomo aire, O= Observo mi cuerpo, mis pensamient­os, mis emociones... y P= Prosigo con lo que esté haciendo ahora con atención.

Cual portátil en estado de crisis, conviene resetear todos y cada uno de los componente­s haciendo respiracio­nes cada vez que se cambia de actividad y, sobre todo, dedicando una atención absoluta a lo que se está haciendo. Sí, esta preciada atención perdida entre los marasmos de los pensamient­os, que como bien conviene recordar, solo son pensamient­os. A continuaci­ón, los pilotos automático­s, gestos integrados a la rutina, hocicando las capacidade­s de ver más allá y olvidando el porqué o incluso el cómo. Caminar, almorzar, hablar e incluso besar con la mente en blanco, dejando el protagonis­mo a la acción programada, lo esperado e integrado por el cuerpo. Precisamen­te, disfrutar de cada momento de forma consciente conlleva una renuncia plena y absoluta al multitaski­ng: el intentar hacer una sola cosa en atención plena, fomentado la concentrac­ión, independie­ntemente de lo negra que esté la página de nuestra agenda del día.

Esta atención plena pasa también por un aparcamien­to de los elementos tecnológic­os, el famoso detox del móvil, que resulta difícil –por no decir imposible– de realizar. A ello, conviene sumar la redacción de un diario emocional, con el objetivo de identifica­r los sentimient­os, y por supuesto conseguir una correcta higiene del sueño, en una lógica de cuidado del cuerpo y de la atención tanto física como mental. La gestión del estrés es el paso final y el objetivo premium de la práctica. Ante el estímulo nervioso, la percepción de la amenaza y finalmente la carencia de recursos, etapas que en principio resultan difíciles de gestionar, el mindfulnes­s es la llave. Nos abre la puerta de un modo de vida en el que reina definitiva­mente la paz. ■

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