Karina Sainz Borgo
FICCIÓN DE VERDAD EN 'LA HIJA DE LA ESPAÑOLA', LA PERIODISTA VENEZOLANA AFINCADA EN MADRID NARRA LA PÉRDIDA DE LA IDENTIDAD A TRAVÉS DE LA PATRIA.
A la última mesa de la sala se sentaban redactores de agencias y editores de mensuales. En un par de horas se concedería un premio literario. Hablaban de lo que suelen hablar los periodistas: despidos. Dos personas vestidas de negro se presentaron como miembros de la organización. Ella fue la última en tomar asiento. Saludaba a escritores y jefes de prensa y comía, intermitente, con el ordenador encajado entre las piernas y la mesa. Solo se comunicaba con quienes vestían de negro. Charlaban en voz baja. Uno de los uniformados se levantó y paseó por la sala. Ella tecleaba. Cuando el nombre del ganador fue anunciado, boqueó un 'bien' sin sonido. La noticia escrita por Karina Sainz Borgo fue la primera en aparecer en internet. Sainz es la periodista a la que aspiran las facultades de Comunicación. Escribe para Vozpópuli, en Zenda elabora entrevistas largas, de orfebrería, y cada quincena charla con Carlos Alsina. También es la novelista de la que hablan los periódicos. Más de una veintena de países adquirió el manuscrito de La hija de la española en la feria de Fráncfort. Adelaida Falcón, la protagonista, acaba de enterrar a su madre. En Caracas, donde ha crecido, el reguetón suena cerca de los cementerios, las panaderías no reciben harina y las calles huelen a pólvora. Cuando un grupo de mujeres toma su casa, descubre que a su vecina, ahora un cadáver en un piso abandonado, le han concedido el pasaporte español. Ha encontrado una salida. Has optado por la ficción, que ahora no está tan valorada en el periodismo. Llevo mucho tiempo escribiendo ficción y me alimenté de la no ficción, al estilo de Alma Guillermoprieto. Su eclosión actual es saludable, pero sentía un impulso de construir un aparato de ficción con las mayores aspiraciones literarias posibles. Necesitaba escribir esta historia.
¿Por qué? Había una pulsión biográfica: Venezuela ha sido sometida a un proceso de demolición democrática manifiesto que a mí me genera dolor. Adelaida pierde la madre, la casa, la patria, la identidad. Empieza a sentir la culpa del superviviente, algo presente en todos los totalitarismos. Todos generan intemperie. Si había una historia en la que debía jugármela, era esta. ¿Qué te queda en Venezuela? Un desamor profundo, un pesar. Me queda muy poca gente, pero allí es donde están enterrados mis muertos. Incluso mis abuelos, que son españoles. Hay una sensación de herida muy honda.
¿ Crees que volverás? Nunca me fui. La mejor prueba es este libro. Mi cabeza siempre ha estado allí. Pero aquí soy ahora más útil. Hacen falta lan- zaderas hacia el mundo democrático para ayudar a Venezuela.
Acabas con un "en Caracas, siempre sería de noche". Parece que quizá ya no. Quizá debería ser "en Caracas pronto sería de día", pero he escrito con una sensación de pérdida muy fuerte. Venezuela no ha llegado aquí por un proceso fortuito, sino de noche, de oscuridad. Hay un poema de Vicente Gervasi que dice: "Venimos de la noche, hacia la noche vamos". Ojalá la realidad le contradiga.
¿Puede servir para algo el sentimiento de culpa y privilegio? Es un fantasma. Cuando una sociedad es sometida a un proceso de hostigamiento, que te ataca desde el lenguaje, te señala como el enemigo, con esto era nuestro pero tú nos lo quitaste, se genera un empequeñecimiento del individuo. Esa es la culpa del superviviente, que se instaura en todo proceso totalitario, que convierte en betún al que considera su oponente.
Hablas, en cierta manera, de amor a un país. ¿Se ama al país o a los recuerdos? Eso es verdad. Un país es la arcadia en la que te formas. Es un hogar, los primeros afectos, el entorno de la madre, el lenguaje. Y la pérdida de un país es la pérdida de biografía. Por eso creo que a las personas exiliadas, desterradas, les cuesta tanto sobreponerse al propio hecho de la pérdida: al marcharte, también estás dejando una versión de ti atrás.