NACIDOS EN SEPTIEMBRE
CADA VEZ SON MENOS Y SUS NOMBRES MÁS INTERNACIONALES. SEPTIEMBRE, EL TRADICIONAL MES DE LA VUELTA AL COLE Y DE LOS NACIMIENTOS DE BEBÉS SE REINVENTA COMO MES DE DIVORCIOS EN UNA SOCIEDAD –LA DE OCCIDENTE– ENVEJECIDA.
He pensado alguna vez, aunque solo sea por pensar, que al nacer podían asignarnos un nombre provisional hasta que dispusiéramos, a nuestra voluntad, nuestra filiación definitiva. Porque no es lo mismo llamarse Mario que llamarse Leo, ni tan siquiera es lo mismo llamarse María que llamarse Vega, por poner dos ejemplos al uso. Los tiempos cambian y, naturalmente, cambiamos con los tiempos. En la España del Seiscientos y de los concursos con apartamento en Torrevieja, eran legión los Fernando, Miguel, Juan, José o Luis, mientras que, en la acera femenina, eran ejército María, Cristina, Ana, Isabel o Carmen. Cuarenta años después, en el país desgobernado de Spotify y de las series de plataforma digital, el nombre de niño más extendido es Lucas, y el de niña, Lucía. Paradoja o casualidad, este país es nación de niños y niñas que empiezan por LU, casi lucidez, la misma lucidez que empieza a faltar a raudales en estos días de estío tardío.
RANKING NOMINAL
En el país de Isabel o Fernando, el nombre de nuestra reina constituyente y hacedora del proyecto de las Américas, ocupa el puesto 61 en el ranking de nombres en 2019, mientras que el bueno del Rey de Aragón, Fernando, ocupa el puesto 74. Ignoro cómo respondería el monarca si supiera que ya le ha adelantado en la clasificación Mohamed, que ocupa el puesto 62, y que ya le pisan los talones Youssef e Imran. Si los tiempos cambian en cuarenta años, nada que decir de lo que han podido cambiar en cinco siglos. Véase como Leo ocupa el puesto 11, Enzo el puesto 16, Izan el puesto 17, Dylan el puesto 31, Thiago el puesto 34 o Rayan el puesto 70. Santiago que antes cerraba España ahora está en caída libre en el ranking, ocupando el puesto 77, al menos, por encima de Enrique, que desde el puesto 97 ve peligrar su permanencia en el ranking de los 100 primeros en nuestro país, muy a pesar de la fogosidad canora del hijo de Julio Iglesias. Entre las mujeres sucede algo parecido porque Cristina ocupa el puesto 70, de la mano del masculino Rayan, o Teresa ha desaparecido de la clasificación general de las cien primeras, s, donde se pueden leer Nahia, a, Aya, Salma, Arlet, Malak o Nour. our. Advierto que es una mera constatación, que bastante trabajo tengo como para hacer alguna valoración. Pero desconozco si es por renacimiento de mi instinto paternal o por reminiscencia de mis septiembres de vuelta al colegio, que ha sido llegar septiembre y ponerme a divagar sobre polvos de talco y talco de polvos, que no son lo mismo. Durante el franquismo de vermouth y misa de pregonero, finales de agosto y septiembre eran meses aptos para la procreación, pues ya la cosecha se había recolectado y tocaba arrimar costuras y caderas en las fiestas de la plaza del pueblo. Pero fue llegar los ochenta, la movida, la planificación y la falta de conciliación, que más parece una reconciliación en algunas parejas, para que septiembre dejase de ser mes de siembra, para convertirse en mes de divorcios, que el verano cada vez se hace más largo, entre cuñados, suegros y la patulea de parásitos que se acoplan a la barbacoa de los sábados o al barco de los domingos. En cambio, septiembre y octubre se han convertido en los meses donde en los últimos años se concentran más nacimientos, acaso porque no hay pareja que envidie a otra con hijos cuando narran la alegría y el furor con que sus hijos desprecintan los regalos de los Reyes Magos. Y la envidia conduce inexorablemente al lecho, que hay que emular a hermanos y primos porque no será por churumbeles. Nueve meses después, septiembre. Lejos quedan los años en que había apagones y la oscuridad incitaba a la lujuria.
O los años en que el éxito deportivo de un país producía nueve meses después colapso de matronas y paritorios. Ni siquiera nuestro campeonato del mundo de fútbol, a mayor gloria de Andrés Iniesta, o los Roland Garros de Rafael Nadal han hecho que crezcan barahúndas de mozos al grito de “Andrés, el pollo” o “Rafaelito, me tienes harto”, pues sus nombres ocupan los puestos 71 y 60 respectivamente, superados ya por Adam, Gael, Oliver o Luca. He llegado a pensar que los profesores cuando leen el listado de alumnos, podrían declamar la última alineación del Real Madrid o del Barcelona, o las cantantes de la última edición de Operación Triunfo o de cualquier otra competición de mi bemol mayor en pentagrama de cinco líneas.
NO ES PAÍS PARA NIÑOS
Pero, como es evidente y cabal, para dar nombre es preciso tener hijo o hija. Y, por mucho que no queramos hablar del asunto, como un elefante en el salón está presente aunque lo ignoremos. En 2018 en España ha habido 370.000 nacimientos, casi la mitad de los nacimientos que hubo el año en que inhumaron a Franco en un valle. En 2018 en España ha habido 57.571 más muertes que nacimientos y solo en ocho provincias hubo más nacimientos que muertes. En 2018 en España habrían sido necesarios un 43 por ciento más de niños para que se garantizase el relevo generacional. En 2018 en España las mujeres de cuarenta y cinco años tienen más hijos que las de veinticinco. Y, consuelo de muchos, consuelo de tontos, es Occidente el que languidece porque en 2018 se ha producido el menor número de nacimientos desde 1961, cuando los bebés fueron un 58 por ciento más que ahora, con un 21 por ciento menos de población en aquel momento. Ahora que caigo, este país ha sido tierra de niñasConsuelos, pero no recuerdo que recientemente haya nacido una niña con ese nombre. Sin consuelo y sin solución.
«SEPTIEMBRE YA NO ES MES DE SIEMBRA, SINO DE DIVORCIOS»