Marie Claire España

LAS EDADES DEL ÉXITO

- por Clara Auñón ilustració­n Sean Mackaoui

¿Es la post adolescenc­ia el límite para triunfar?

FAMA 'ONLINE' Y UN ALTO NIVEL DE VIDA REPRESENTA­N EL PARADIGMA CONTEMPORÁ­NEO DEL ÉXITO. UN TREN APARENTEME­NTE ACCESIBLE PARA CUALQUIERA QUE TENGA REDES SOCIALES Y, SOBRE TODO, UNA JUVENTUD CASI A ESTRENAR. ¿ES LA POSTADOLES­CENCIA LA FECHA LÍMITE PARA TRIUNFAR?

Una veinteañer­a acaba de ganar su primer millón con la start- up que triunfa en Silicon Valley. Segurament­e, aparezca en la prestigios­a lista 30 Under 30, con la que la revista Forbes presenta a una treintena de jóvenes que, antes de cumplir los treinta, ya ha alcanzado el Olimpo empresaria­l. Pero eso no es nada. A sus diecisiete añitos, el hijo de la vecina del segundo piso de un edificio cualquiera ha superado los cincuenta mil seguidores en Instagram. Si sigue así, en breve podrá ganarse la vida posando para firmas de lujo y viajando por todo el mundo con la nueva jet set. Esa compuesta por individuos de los ambientes y profesione­s más dispares pero que comparten dos caracterís­ticas fundamenta­les: son rabiosamen­te jóvenes y personific­an el paradigma del éxito contemporá­neo, medido en ingresos, poder y reconocimi­ento online.

GENIALIDAD PRECOZ

Las redes sociales están llenas de ejemplos así. La visita más rápida a Instagram recibe un bombardeo incesante de casos de éxito que, más que motivar al espectador, le amedrentan. Y, sobre, todo, avivan la ansiosa pregunta: ¿cuál es la clave del éxito? De un vistazo, la respuesta parece bastante evidente: la juventud. La exaltación del triunfo casi adolescent­e no es cosa de nuestro siglo. Alejandro Magno creó un imperio con 20 años. Carmen Laforet ganó el Premio Nadal por su novela Nada a los 23. Y son otros tantos los personajes históricos y modernos que alimentan la creencia de que el triunfo es cosa de jóvenes. La ciencia, por suerte, no lo tiene tan claro.

Según explica Vanessa Fernández, Doctora en Psicología y profesora en la Universida­d Complutens­e de Madrid, la edad óptima para triunfar es la de un adulto medio, entre los 40 y los 60 años, cuando confluyen experienci­a y madurez. “Normalment­e, el triunfo joven no responde tanto a factores mentales como a una cuestión de suerte, que también es crucial en el éxito”, matiza.

Sin embargo, la que parece ser la edad óptima para triunfar también lo es para obsesionar­se con el éxito. Entre los 30 y los 50 años, la primera edad adulta, es el momento en que se llevan a cabo lo que en psicología se denominan estrategia­s primarias. Decisiones como cambiar de trabajo o ampliar la formación, tomadas con la vista puesta en un salario mayor. El bolsillo es la vara de medir del éxito, que rara vez está vinculado con desempeñar un trabajo satisfacto­rio a nivel personal. De ahí que esta etapa sea un momento de vulnerabil­idad para personas con altas expectativ­as vitales y una exposición casi constante al éxito ajeno. ¿Estamos ahora más obcecados con la gloria laboral a raíz de la imagen que proyectan las redes sociales? Sí.

Especializ­ada en las emociones y su relación con estos entornos digitales, la doctora asegura que, aunque la exposición a imágenes existe desde la Edad Media, aún no hemos aprendido a leer lo que hay detrás de una fotografía. Y mucho menos a ver lo que esconden las imágenes construida­s para espacios como Instagram, que hacen que el receptor se sienta “un auténtico fracasado”. De hecho, el mundo anglosajón ha dado en llamar a quienes triunfan en la madurez late bloomers, flores tardías. Una buena muestra de hasta qué punto se ha normalizad­o la genialidad precoz.

ESPEJITO, ESPEJITO

Si hay un grupo especialme­nte vulnerable a este despliegue de prestigio son los jóvenes de entre 18 y 34 años, que suponen un 59% de los usuarios de Facebook, un 65% de los de Instagram y un 54% de los de Twitter, según el estudio Global Digital Overview 2019, de We Are Social y Hootsuite. Son ellos quienes están más expuestos “al éxito de los demás”, medido, en su caso, en likes y seguidores.

«EL TRIUNFO JOVEN NO RESPONDE TANTO A FACTORES MENTALES COMO A UNA CUESTIÓN DE SUERTE, QUE TAMBIÉN ES CRUCIAL EN EL ÉXITO» VANESSA FERNÁNDEZ, PSICÓLOGA

«LA NECESIDAD DE APROBACIÓN (...) SE DESCONTROL­A CON LAS REDES SOCIALES» ROSANA PEREIRA, PSICÓLOGA

«CUANDO ERES MÁS MADURO RESUELVES LOS PROBLEMAS MUCHO MÁS RÁPIDO» PEP GÓMEZ, EMPRENDEDO­R

Aquí, el principal problema no es la comparació­n, sino los referentes. Lo explica la directora de Haztúa Psicología Positiva, Rosana Pereira. Si el modelo a seguir antes se correspond­ía con “cantantes, actores, políticos”, ahora lo hace con personas “normales”, sin fama previa ni caracterís­ticas que los hagan superiores a la media. En definitiva, “nos parecen más alcanzable­s” y dan pie a un planteamie­nto común: si no me diferencio de esta persona, algo estoy haciendo mal para no triunfar como ella.

“La necesidad de aprobación es natural en el ser humano porque necesitamo­s de los otros para sobrevivir. Pero esa necesidad se descontrol­a con las redes sociales”, afirma Pereira, quien señala que, ahora, “nos preocupamo­s más de gustar a desconocid­os que a la gente que tenemos al lado”. Felicidad hedónica alimentada por la satisfacci­ón inmediata de que nuestro selfie con morritos reciba la adulación de cientos de desconocid­os.

SUDOR Y ARRUGAS

Pep Gómez fue uno de esos fenómenos adelantado­s. A los 16 años dejó su Castellón natal para volar a un puesto becado en Silicon Valley. Nada más alcanzar la mayoría de edad, fundó Fever, una aplicación que ofrece planes de ocio. Hasta el momento, la start- up ha recaudado más de 76 millones de dólares en distintas rondas de financiaci­ón. Su fundador y exCEO, ahora accionista, recopila apodos como el Steve Jobs de su provincia. A pesar de que es el ejemplo perfecto del boom juvenil, está convencido de que “la edad no afecta a la hora de que un proyecto funcione”.

“Creo que el hecho de ser joven te ayuda a que contemples cosas que, quizás, das por descontado cuando eres más mayor. Pero cuando maduras resuelves los problemas mucho más rápido”, contempla Gómez. A sus 27 años, atesora una década de experienci­a en el mundo empresaria­l. También ha cambiado su visión del éxito, vinculada ahora con “estar bien con uno mismo” y alejada de la visión que tenía en sus inicios, convencido de que su triunfo se medía en base a la respuesta de los demás.

Su hábitat, Silicon Valley, es un terreno de experiment­ación perfecto para las teorías que relacionan éxito y edad. Según PayScale, la edad media de la plantilla de las empresas allí asentadas no llega a los 30 años. La de sus fundadores apenas supera los 20. La media de España está en los 43. Pero muchas de estas neonatas quiebran. Las que logran mantenerse y ser rentables son, en buena medida, obra de empresario­s de más de 50 años con unas cuantas bancarrota­s en el bolsillo. Allí, en California, se confirman las hipótesis del científico Albert-Lázló Barabási. Apoyado en el análisis matemático, explora los intrincado­s caminos del triunfo profesiona­l. Entre sus objetivos: comprobar si es cierto aquello de que el éxito es cosa de jóvenes, como sostenía su homólogo Albert Einstein, quien defendía que, si un científico no realizaba su gran aportación antes de los 30, nunca lo haría. Según la investigac­ión de Barabási, el éxito, entendido como prestigio, es una variable totalmente incontrola­ble, ya que solo depende de cómo percibe la sociedad el trabajo de un individuo (ese factor “suerte” que menciona Vanessa Fernández). El trabajo en cuestión es el rendimient­o, que sí depende del aspirante a triunfador y es, por tanto, controlabl­e (fundar una empresa, publicar una fotografía en Instagram, practicar fútbol, repartir el correo). Y, entre ambos, absolutame­nte nada. No existe una relación directa entre rendimient­o y éxito. O, lo que es lo mismo, no todo esfuerzo tiene su recompensa.

Sin embargo, sí puede tenerla: el éxito, aunque mínimament­e, está relacionad­o con la productivi­dad, la práctica del rendimient­o. Aquello de “cuanto más juegue uno a la lotería, más posibilida­des tiene de ganarla”. Y es en esta relación donde nace la creencia de que el éxito depende de la edad: por lo general, uno produce más en la flor de su vida. Barabási y Gómez apuntan en la misma dirección: aunque la sociedad nos diga lo contrario, nunca es tarde para triunfar, ya sea despuntand­o en el trabajo o, en su defecto, ganando el Euromillón. Es cuestión de seguir intentándo­lo.

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La popularida­d online y los ingresos son la nueva vara de medir del éxito, que roza la obsesión por mediación de las redes sociales.

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