Marie Claire España

¡HA LLEGADO LA CARTERA!

- Por Fabian Federl Fotos Kristin Bethge

Conoce a la brasileña que ha logrado llevar el correo a las favelas.

EN LAS FAVELAS DE RÍO DE JANEIRO, RECIBIR EL CORREO ES PRÁCTICAME­NTE UN MILAGRO. LA EMPRENDEDO­RA LOCAL ELIANE RAMOS ATAJA EL PROBLEMA CON 'CARTEIRO AMIGO', UN SERVICIO DE MENSAJERÍA QUE HA DEVUELTO A LOS HABITANTES DE LAS FAVELAS SU DERECHO A COMUNICARS­E CON EL MUNDO EXTERIOR.

Al sol del mediodía, las estrechas calles de Rocinha, la favela más grande de Río de Janeiro, están oscuras como la noche. La mayoría de los becos, como se llaman las calles más estrechas del laberinto de callejuela­s, esquinas y túneles de la favela, solo reciben luz de las luminarias de los pequeños comercios. El aire es rancio y, a lo largo de los callejones, las alcantaril­las abiertas descargan las aguas residuales de cientos de miles de habitantes. Eliane Ramos Vieira da Silva, una mujer de cabello oscuro y ligerament­e pecosa de unos cuarenta años, nació aquí. Lleva una blusa de aspecto caro, joyas hechas a mano y parece estar fuera de lugar mientras nos guía por el barrio de su infancia. Al final de un beco, nos conduce a una explanada de cemento. Eliane se detiene abruptamen­te. Su compañero, Nelson José da Silva, nos indica que esperemos. En el otro extremo de la explanada, un grupo de hombres jóvenes, de 15, quizás 16 años, se sienta en un sofá en ruinas. Algunos llevan auriculare­s en sus oídos y walkie talkies en sus bañadores. Controlan el área en nombre de los jefes de la droga y venden sus productos. Nelson se acerca a ellos, gesticulan­do con calma. Los chicos se levantan repentinam­ente y nos bloquean el paso. Miran intensamen­te, intentando, y consiguien­do, intimidarn­os. Después de unos momentos, uno de los muchachos se hace a un lado, indicándon­os que pasemos. Asentimos y, con la cabeza gacha, entramos en el callejón.

El espectácul­o estaba especialme­nte dedicado a nosotros, los extraños. No les importa que Nelson y Eliane pasen por aquí, todo lo contrario. Los chicos los necesitan, al igual que gran parte de Rocinha. Nelson es cartero de un servicio de correo privado en la favela; Eliane, su jefa. Y aunque recibir correo parece algo normal, en Rocinha es extraordin­ario: no hay direccione­s ni nombres de calles o, peor, hay múltiples nombres para una sola calle. Algunos números de casas se dan geográfica­mente, otros, cronológic­amente, otros, arbitraria­mente. Los becos son estructura­s casi orgánicas. Normalment­e, alguien construye un muro nuevo, otro un túnel o una escalera que cambian por completo la manzana. El servicio postal de Brasil ni siquiera intenta encontrar una solución, los residentes de Rocinha, simplement­e, no reciben correo. Eso implica que viven sin tarjeta de crédito, sin aviso de jubilación, sin forma legal de obtener electricid­ad.

TELÉFONO ESCACHARRA­DO

Eliane Ramos nunca recibió una sola carta, hasta que decidió que no tenía por qué ser así. Con su marido y su primo, comenzó una compañía: Carteiro Amigo, el cartero amigo. Eliane cambió rápidament­e la vida de decenas de miles de residentes de las favelas: por una pequeña tarifa, sus suscriptor­es reciben cartas y paquetes de manera fiable. En pocos años, el sistema se ha expandido a otras favelas y hoy es probableme­nte la compañía más exitosa fundada en una favela. "Tener una dirección hace que los habitantes de las fave

las sean ciudadanos", dice Eliane. Nadie, y menos ella, hubiera contado con la feroz oposición que tuvo por luchar por este derecho.

El gigante complejo de favelas de Rocinha se divide en barrios más pequeños que se extienden desde Estrada da Gávea, la única calle oficial de las favelas. Algunos tienen nombres pragmático­s, Rua 1, Rua 2, Rua Nova... otros, caracterís­ticos, como Roupa Suja (ropa sucia, porque un canal de agua limpia solía correr por aquí), o Valão (tubería de drenaje grande, porque la alcantaril­la abierta la atraviesa). Sin embargo, no hay un mapa de Rocinha. Google Maps muestra un puñado de calles y la mayoría de los sistemas de navegación solo conocen la Estrada da Gávea, donde se desarrolla la mayor parte de la vida pública. La seguridad aquí es complicada. Las favelas están controlada­s por bandas de narcotrafi­cantes. Regularmen­te, estallan guerras entre facciones. Los pistoleros, fuertement­e armados y, en su mayoría, adolescent­es, luchan contra sus compañeros o la policía. Tan pronto como la violencia se calma, un nuevo centro de poder emerge en algún lugar, la residencia del dono do morro, el jefe de la colina. El área donde uno no debería perderse.

Estas caracterís­ticas geográfica­s y culturales hacen que Rocinha sea impenetrab­le para los extraños. El servicio postal y la recolecció­n de basura, los proveedore­s de electricid­ad, Internet y agua no han logrado establecer­se. Dos tercios de los residentes de Rocinha extraen electricid­ad y agua ilegalment­e, la basura es arrastrada por la montaña y arrojada al mar. Sin embargo, Rocinha es una microecono­mía funcional. Aquí hay de todo. Solo que de otras maneras. Los residentes, como Eliane, conocen las reglas.

ATENTAMENT­E, ELIANE

"Mi padre construyó estas escaleras", dice Eliane, que nos lleva escaleras arriba hacia un beco a medio camino de la colina de Rocinha. En una esquina, golpea el muro de hormigón de una casita de colores brillantes. La ropa se está secando en el porche, el olor a detergente se mezcla con el olor omnipresen­te de las aguas residuales. Eliane nació en esta casa, en 1972, y pasó en ella su infancia y juventud. Aquí conoció a su esposo, Pedro. El padre de Eliane no solo construyó las escaleras, también la casa y el callejón, Travessa Vieira, en honor a su apellido.

Aunque Eliane nació aquí, parece una extraña. Sus zapatos de marca, sus joyas, su atuendo reflejan claramente que le importa su aspecto. Su comportami­ento es el de una residente de la favela que lo logró. Hace varios años se mudó de Rocinha a Jacarepagu­a, un barrio de categoría media, y fue llevándose a su familia con ella. Sin embargo, no oculta su procedenci­a de la favela. Está orgullosa de ella.

La sede de Carteiro Amigo se encuentra en una concurrida intersecci­ón al pie de la colina Rocinha. Los muebles son escasos, un escritorio con un teléfono y un ordenador, y cientos de paquetes y cartas en cajas, estantes o por el suelo. Un póster en la pared informa de que el precio de la suscripció­n se ha elevado a 22 reales al mes, alrededor de 6 dólares estadounid­enses. Un cartero del servicio de correo brasileño entra a la oficina y pone un grueso montón de cartas sobre la mesa. Nelson lo toma y comienza a ordenarlas por ruta de entrega. Conoce de memoria el 90 por ciento de las direccione­s de los suscriptor­es. Ya no necesita la lista de Eliane, convertida en un mapa, y que es la razón del éxito de Carteiro Amigo.

La historia del mapa comienza en el verano de 2000. Eliane tenía 23 años. Brasil estaba preparando un censo general, el primero en incluir las favelas de Río de Janeiro, y el gobierno estaba buscando miles de ayudantes. Ella, su esposo Pedro y su prima Sila se patearon con portapapel­es y cuestionar­ios estandariz­ados todos los becos de Vila Cruzeiro, en lo alto de Rocinha. Después de unas pocas casas, se dieron cuenta de que la tarea no tenía remedio. A una misma calle, los documentos del gobierno la llamaban Rua 5, el proveedor de electricid­ad de Río, Rua 10, y el resi

«TENER UNA DIRECCIóN HACE QUE LOS HABITANTES DE LAS FAVELAS SEAN CIUDADANOS»

dente la llamaba Beco dos Espancados. En lugar de números de casa, los residentes utilizaban caracterís­ticas: tres casas a la izquierda de la bodega. La casa con la puerta negra y la placa de Jesús. La puerta al lado del árbol de mango. Eliane, Pedro y Sila habían crecido en Rocinha, conocían este tipo de direccione­s. Sin embargo, la oficina del censo no podía trabajar con estos datos. Comenzaron entonces a dibujar un mapa, marcando las casas que inspeccion­aron. Anotaron los nombres de las calles que usaban los residentes y distribuye­ron los números de las casas. En los días siguientes crearon un mapa completo de Vila Cruzeiro.

En sus rondas, Eliane veía regularmen­te cajas de madera alrededor de los callejones, llenas de cartas. Apenas prestó atención, era la forma habitual en que el correo llegaba a Rocinha. Ya no recuerda quién tuvo la idea. Durante el curso de las encuestas, los tres comenzaron a llevar pequeños folletos autoimpres­os anunciando una compañía que proporcion­aría un servicio fiable de entrega de cartas y paquetes. Eliane alquiló entonces una pequeña tienda en la Estrada da Gávea, tan fácilmente accesible que incluso el servicio de correo brasileño la encontrarí­a. Los suscriptor­es de Carteiro Amigo ahora usarían la dirección de la oficina para su correspond­encia y se aseguraría­n de que llegara su correo. Eliane digitalizó el mapa y desarrolló un sistema de archivo de direccione­s. Hoy reconoce que, aunque creía en su éxito desde el principio, rezaba todas las noches. Como residente, sabía que hay buenas razones por las cuales tan pocas compañías pueden establecer­se dentro de una favela.

«'CARTEIRO AMIGO' NOS DIO LA OPORTUNIDA­D DE ELEGIR DóNDE Y CóMO VIVIR»

AL GRITO DEL 'CARTEIRO'

Cuando entramos al beco donde los adolescent­es nos miraban amenazador­amente, Nelson saca un paquete de sobres de su bolso, sigue deteniéndo­se a lo largo del callejón, tocando las campanas y puertas. La mayoría de las veces simplement­e grita el nombre del suscriptor y la palabra correio.

Carteiro Amigo es hoy el correo de la zona. Ha ganado premios de la Ciudad de Río de Janeiro, un premio al emprendimi­ento del Ministerio de Trabajo de Brasil y elogios del Foro Mundial de Empresas Sociales. Cuando comenzó a expandirse a otras favelas, en 2012, la revista de negocios Exame lo llamó "la primera franquicia nacida en una favela".

Con el creciente interés público, Pedro se ha convertido en el rostro de Carteiro Amigo: guía a la prensa a través de Rocinha, concede entrevista­s y posa para las fotos. En 2018, fue candidato al parlamento nacional. Mientras tanto, Eliane se ha hecho cargo de la oficina y ha desarrolla­do aún más la compañía. Ha comenzado a ofrecer asesoramie­nto comercial para inversores interesado­s en Rocinha o pequeños empresario­s que desean abrir una tienda. Eliane sabe cómo crear una compañía aquí, sabe dónde hay tráfico peatonal, cómo lidiar con los delincuent­es y la policía. "Carteiro Amigo empoderó a suscriptor­es y empleados", dice ella, "nos dio la oportunida­d de elegir dónde y cómo vivir". Nada común para los pobres de Brasil. Sin embargo, le faltan algunas cosas en su nueva vida de clase media. "La solidarida­d es una gran cosa en Rocinha", dice. Y como Eliane y su familia salieron de allí, Carteiro Amigo intenta hacer lo mismo por sus exvecinos, pagando la matrícula de los jóvenes que ingresan en la universida­d.

Al final del recorrido, después de dos horas, tres mototaxis y cientos de cartas, Nelson entra en otro beco abanicándo­se con el último sobre del día. "¡ Ô, correio!", grita. Una mujer se asoma por la ventana del segundo piso. "¡Espera, bajo!" La mujer abre la puerta enrejada, besa a Nelson y Eliane y coge el sobre. Le preguntamo­s desde cuándo usa el servicio. "Ni siquiera lo sé", dice, "hoy en día, ya es como una familia".

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La favela de Rocinha, la más grande de Río de Janeiro, es el lugar de nacimiento de un servicio postal específico para los locales.
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en una de las callejuela­s de las favelas de Río.
Eliane Ramos Vieira da Silva, la creadora de Carteiro Amigo, en una de las callejuela­s de las favelas de Río.
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Eliane y Nelson José, con una de las suscriptor­as de su servicio postal.
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Amigo, en la calle principal de la favela. A la izquierda, las cartas, organizada­s por rutas de reparto.
La modesta oficina de Carteiro Amigo, en la calle principal de la favela. A la izquierda, las cartas, organizada­s por rutas de reparto.
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 ??  ?? La calle principal de las favelas, desde donde parten los becos que estructura­n el barrio.
La calle principal de las favelas, desde donde parten los becos que estructura­n el barrio.
 ??  ?? El intrincado cableado de Rocinha, del que los habitantes obtienen ilegalment­e la electricid­ad. A la derecha, Eliane y Nelson José observan su barrio natal.
El intrincado cableado de Rocinha, del que los habitantes obtienen ilegalment­e la electricid­ad. A la derecha, Eliane y Nelson José observan su barrio natal.
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