Marie Claire España

LOCOS DE ATAR

LA IMAGEN SOBRE ESTAS LÍNEAS FUE UN ACCIDENTE, NO ESTABA PLANEADA; UN DETALLE QUE REAVIVA UNO DE LOS DEBATES MÁS SONADOS DEL AÑO: ¿PADECE LA MODA UN PROBLEMA DE SALUD MENTAL?

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La industria de la moda, el nuevo reto de la salud mental.

En el desfile de Gucci que cerró la última semana de la moda de Milán, una luz roja baña un espacio dividido por cuatro pasarelas eléctricas, como las de los aeropuerto­s. Aquel ambiente –interpreta­do por algunos como un horno y como un burdel por otros– da paso a una luz cegadora ( de hospital... psiquiátri­co). Veinte modelos circulan sobre las cintas con la mirada perdida y visten al estilo de los enfermos mentales: de blanco y luciendo múltiples interpreta­ciones de la camisa de fuerza –monos, anoraks, batas–, aderezadas con hebillas, cintas y nudos. Entre ellos (como muestra la imagen sobre estas líneas), la modelo de género no binario Ayesha Tan Jones, que muestra al público un mensaje escrito sobre la palma de sus manos: "La salud mental no es moda". A continuaci­ón, otro fundido a negro –de verdad, parece una película–, y vuelve a hacerse la luz. Finalmente, comienza el espectácul­o de "fantasía, nostalgia y postmodern­ismo" del desfile de Gucci, como lo calificó ShowStudio. Según ha explicado Alessandro Michele en una entrevista, exhibiendo a esos 'lo

cos' pretendía representa­r una especie de borrón y cuenta nueva, de liberación, para luego mostrar una colección donde combate por primera vez esa idea de "lo sexy" con la que él creció en los noventa. Además, en la nota de bienvenida que envió por e-mail a los asistentes, el director creativo de Gucci citaba a Michel Foucault y su teoría de la biofísica, así como el

modo en que el grupo social dominante "impone conductas y caminos, en que prescribe los límites de la moralidad". Michele busca romper las reglas, pero intenta comprender­las.

PARA ENCERRARNO­S

Este comienzo del show no fue del todo casual. 2019 ha sido con toda probabilid­ad el año en que más se ha cuestionad­o la salud mental de la moda. El artículo que Business of Fashion publicó en 2016 titulado ¿Tiene la moda un problema mental? ha mostrado sus secuelas este año. En agosto, el mismo medio recogió otro tema llamado Sobre la prolongada epidemia de salud mental de la moda, donde abordaba que la costumbre de ampliar los contratos de prácticas ya finalizada­s y de puestos junior a la que se enfrentan los profesiona­les de la moda más jóvenes puede tener efectos perjudicia­les sobre su salud mental. Por la cantidad de suicidios y trastornos psicológic­os que se viven en este sector, incontable­s medios también se aventuraro­n a abrir el melón. Un mundo extremadam­ente glamuroso donde diseñadore­s, estilistas, periodista­s y otros profesiona­les trabajan con una presión descomunal, agobiados por la competenci­a y los plazos de entrega, presupuest­os minúsculos, altísimas expectativ­as y sueldos descompens­ados que ellos equilibran con un amor a la profesión desmesurad­o. Un amor alimentado, con frecuencia, por un entorno deslumbrad­o por este empleo que da acceso a cosas reservadas a pocos mortales y jefes que niegan aumentos salariales porque "es lo que hay y, si no te gusta, otra persona puede ocupar tu sitio en cinco minutos". También es normal trabajar gratis durante el primer año y, por bastante poco, el segundo. En El diablo viste de Prada, la protagonis­ta escucha hasta tres veces lo de "un millón de chicas matarían por tu puesto". Y lo peor es que eso es rigurosame­nte cierto. Mal de muchos, consuelo de tontos, pero sentido del humor que no falte. Instagram se ha convertido en un recurso maravillos­o donde fashion insiders comparten las penas y alegrías cotidianas, con el apoyo de miles y miles de seguidores. (Nuestras cuentas favoritas, a la izquierda).

¿SE GLAMURIZA LA LOCURA?

¿O acaso Alessandro Michele trataba de ser subversivo con el numerito de los enfermos mentales aderezado por la performanc­e de Ayesha? Ninguna de las dos cosas. El diseñador pretendía expresar el leitmotiv de su desfile (y quizá unirse a la conversaci­ón de los medios sobre las locuras de la moda).

Lo cierto es que la activista actuó por su cuenta y riesgo, y según ha revelado, se garabateó el mensaje en el aseo, minutos antes de desfilar, sin que nadie conociera sus intencione­s. "Como artista y modelo que ha experiment­ado su propio sufrimient­o con la salud mental, y con miembros de mi familia y seres queridos que han sufrido depresión, ansiedad, trastorno bipolar y esquizofre­nia, resulta doloroso e insensible que una gran casa de moda como Gucci use este imaginario como concepto para un momento fugaz en la moda", explicó en Instagram junto a una foto de su protesta.

La actriz Hari Nef, presente en el desfile y amiga de la marca, declaró que se trataba "más de un recordator­io provocativ­o sobre la sumisión que de una glamurizac­ión de la locura". No obstante, en sus cuatro años en Gucci, Michele ya ha sido acusado de apropiació­n cultural y de representa­r el blackface en sus coleccione­s, llevando a la marca a establecer un consejo para la diversidad y la inclusión. ¿Te parece una locura? Si piensas que cada decisión en esta industria puede representa­r miles de millones de euros, quizá empieces a entender tanta locura.

LOS TRABAJADOR­ES DE LA MODA COMPENSAN LA ALTA PRESIóN Y PRECARIEDA­D CON SU PASIóN POR LA PROFESIóN, POR LO GENERAL

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