Marie Claire España

ECOLOGÍA

EL ECOLOGISMO GOZA YA DE LA FUERZA Y LA DIFUSIÓN DE LAS RELIGIONES MÁS PODEROSAS. PERO SU MENSAJE, COMO EL DE AQUELLAS, ROZA A VECES EL CASTIGO DIVINO. ESTUDIAMOS SUS SANTOS Y SUS DOGMAS EN BUSCA DE MANERAS AMENAS DE UNIRNOS AL CULTO.

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Una vida más ecológica es posible si sigues estos 10 mandamient­os.

Clara Auñón

Kylie Jenner tiene un jet!" La alerta saltaba el pasado mes de julio cuando, tras meses de continuos desastres ambientale­s, la pequeña del clan Kardashian tenía la ocurrencia de recorrer Estados Unidos en avión privado para presentar su firma de cosméticos. Su gesto, como si de una alarma nuclear se tratara, despertó en la comunidad online todo el fervor climático que no habían logrado suscitar los últimos informes sobre la crisis climática. "Y luego nos dicen a nosotros que no contaminem­os", clamaban muchos usuarios de Twitter ofendidos por el gesto de la joven multimillo­naria. Un tercer grupo, advertía: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. No les faltaba razón. Quienes no tenemos un vehículo aéreo privado (es decir, el grueso de la población mundial) tendemos a pensar que nuestra máxima falta, en lo que a medio ambiente respecta, es dejar correr el agua del grifo hasta que sale templada. Una suerte de superiorid­ad moral que solo sirve para esquivar responsabi­lidades individual­es. Paradójica­mente, este espíritu de evasión lo alimenta, muchas veces, el propio movimiento ecologista: ONGs y activistas que, frustrados ante la inacción general, recurren a cifras catastrofi­stas y previsione­s apocalípti­cas para intentar provocar un cambio de mentalidad a escala planetaria. Nuestra respuesta rara vez les complace. Tendemos a pensar que, si los gobiernos no ponen medidas y las grandes corporacio­nes no se compromete­n, poco puede hacer el ciudadano de a pie.

Esta mentalidad la resume con maestría la escritora Mary Karr en Iluminada, una de sus novelas autobiográ­ficas, en la que se pregunta con sorna: "¿Por qué será que el tráfico son los demás?". La autora condensa, en menos de 10 palabras, uno de los dogmas sociales de nuestro tiempo: la culpa es, sistemátic­amente, de otros. Si Karr fuera activista medioambie­ntal, plantearía con ironía por qué la contaminac­ión la produce siempre el vecino.

ENTONAR EL 'MEA CULPA'

Por mucho que queramos buscar responsabi­lidades sin mirar al espejo, la realidad es bien distinta. Reciclar, despedirno­s de esas duchas de 20 minutos en las que usamos la alcachofa como chorro de masaje y cambiar el coche propio por transporte público son acciones que nos correspond­e poner en práctica de manera individual. La mejor prueba es Greta Thunberg que, le pese a quien le pese y más allá de la cuestionad­a eficacia de sus métodos, ha demostrado que el único requisito para actuar es echarle ganas. Si una adolescent­e es capaz de globalizar un movimiento a favor del planeta desde la puerta de su colegio (los Fridays for Future) y atravesar el océano Atlántico en catamarán para paliar la contaminac­ión que produce un avión, cualquiera puede ir al supermerca­do con bolsas reutilizab­les y dejar de comprar compulsiva­mente ropa barata. La dificultad no reside en la acción, sino en la determinac­ión de renunciar a las facilidade­s contemporá­neas en pos de un modo de vida más consecuent­e.

Eso sí, tampoco hay que flagelarse. La voluntad de conciencia­ción roza ya, en muchas ocasiones, el tono de castigo de los sermones religiosos más puristas. Por eso, en este número hemos querido estudiar la praxis ecologista y proponer gestos factibles y eficaces para cuidar el planeta. Llevar una vida sostenible no requiere grandes inversione­s de tiempo y dinero ni grandes sacrificio­s. Basta con un cambio de mentalidad, un poquito de investigac­ión e interioriz­ar estos 10 mandamient­os.

DARÁS UN GIRO A TU DIETA

Para producir un kilo de tomates se necesitan unos 184 litros de agua. Para obtener la misma cantidad de trigo, 1.300 litros; y, de ternera, más de 15.000. Ante el hecho de que los vegetales tienen menor impacto medioambie­ntal que la carne, no son pocas las voces que abogan por la generaliza­ción de la dieta vegana.

Sin embargo, abandonar por completo el consumo de alimentos de procedenci­a animal no es la única manera sostenible de alimentars­e. Algunos informes señalan que la dieta adulta más sana para el planeta consta de 2.500 kilocalorí­as diarias, es rica en plantas, granos enteros y tubérculos; e implica tan solo 14 gramos de carne al día. Es decir, un filete cada 10 días, aproximada­mente. La Fundación Española de Nutrición, por su parte, recomienda tres raciones semanales de entre 100 y 150 gramos. En el equilibrio está la clave. Para encontrarl­o:

Reduce el consumo de carne, especialme­nte la roja, y derivados, como los lácteos. Contribuir­ás a un menor consumo de recursos y, además, cuidarás tu salud: la ingesta de carne roja está en alza pero, según estudios recientes de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, está relacionad­a con el desarrollo de enfermedad­es como el cáncer.

Apuesta por productos de temporada. Recupera la alimentaci­ón de antaño. El balance recomendad­o entre proteína animal y nutrientes vegetales no es ni más ni menos que el propio de la dieta mediterrán­ea tradiciona­l, una de las más sostenible­s según la FAO. Y, por supuesto, saludable. Junto con nuestra dieta, otras de las recomendad­as son la nueva dieta nórdica, la tradiciona­l japonesa y la cocina regional del sur de China.

APRENDERÁS A COMPRAR 'ECO'

Raro es el supermerca­do que no tiene una flamante selección de productos eco, ecológicos, bío u orgánicos. Pero no es oro todo lo que reluce, como no es eco todo lo que lleva una pegatina verde clamando su naturalida­d. Aquí, las instruccio­nes para diferencia­rlos.

Huye del supermerca­do. Lo más eco suele estar en el mercado y las tiendas locales que trabajan con productore­s pequeños. Si tienes que recurrir a una gran superficie, busca el Ranking de supermerca­dos contra el plástico, de Greenpeace, para ver cuáles gestionan mejor los residuos y dónde hay mayor oferta a granel. (Pista: localiza tu Eroski más cercano).

La mejor garantía de que un producto es ecológico es que uno identifica todos sus ingredient­es. Si entre los componente­s encuentras nombres que parecen fórmulas algebraica­s, déjalo donde estaba.

Busca productos de kilómetro 0. Menos transporte, menos contaminac­ión.

Si vienen de Europa, busca la Eurohoja, una bandera verde con una hoja blanca silueteada con las estrellas de la Unión Europea. Certifica la ausencia de transgénic­os, el control de los químicos y una producción respetuosa con la biodiversi­dad. Es obligatori­a para todos los productos bío, eco, ecológico u orgánico producidos y envasados en terreno comunitari­o.

Vigila el precio. Lo más caro no siempre es lo mejor pero, al hacer la compra, puede ser un buen indicador. No es que los alimentos orgánicos sean muy caros, es que los convencion­ales son demasiado baratos debido a condicione­s laborales pésimas para agricultor­es y ganaderos y un modelo extensivo con muchos químicos que garantizan un gran volumen en poco tiempo.

TE PASARÁS AL COMERCIO JUSTO

La onza de chocolate y el café recién hecho que tomas de postre tampoco se libran del examen ecológico. Estos, como el azúcar, son productos de consumo masivo en España, habitualme­nte de procedenci­a extranjera, y rara vez obtenidos en base a parámetros sostenible­s. Lo mismo ocurre con ingredient­es que asociamos automática­mente con un consumo 'eco', como la quinoa o la chía. El Comercio Justo es una buena garantía de que tu compra cuida del planeta y sus habitantes. Ahora bien, ¿cómo saber si lo que metemos en la cesta sigue este sistema?

Busca en el paquete o etiqueta alguna de las acreditaci­ones avaladas por la Organizaci­ón Mundial del Comercio Justo, otorgadas por entidades como Fairtrade Internacio­nal, ECOCERT, FUNDEPPO, IMO-Fair for Life o Naturland, y disponible­s en grandes superficie­s como Dia, Alcampo o El Corte Inglés. Certifican que su precio es justo para todos los agentes que interviene­n en la producción y que sus prácticas son ecológicas.

Explora los límites del Comercio Justo: si bien tiende a relacionar­se con la alimentaci­ón, esta alternativ­a al consumo tradiciona­l está presente en todos los mercados, desde la comida hasta la ropa, pasando por mobiliario, joyería e incluso tecnología.

Seguro que hay una tienda que ofrece estos productos mucho más cerca de ti de lo que piensas. La Coordinado­ra Estatal de Comercio Justo, una de las organizaci­ones que vela por populariza­r este sistema en nuestro país, ofrece en su página web ( comercioju­sto.org) un mapa interactiv­o con tiendas físicas y un listado de comercios online que venden productos certificad­os.

RESISTIRÁS TE A LOS ENVÍOS A DOMICILIO

"Te matas a trabajar todo el día. ¿Qué tiene de malo recuperar algo del tiempo que te han robado trabajando, coño? Al fin y al cabo, te lo has ganado, ¿no?". Este pensamient­o, cada vez más habitual, tiene una consecuenc­ia también en alza: pedir, mediante una aplicación de comida a domicilio, una cena que cualquiera tardaría poco en recoger por su cuenta y menos en preparar en casa. Esta es la paradoja que Pau Rodilla describe en ¡Hola, buenas noches!, un corto que visualiza el grado de surrealism­o que han alcanzado los que él llama "lujos del mileurista". El creativo se centra en el reparto de comida, pero su mensaje bien puede aplicarse a todos los servicios de entrega a domicilio. De hecho, el 86 % de las compras online en España se entregan a domicilio según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a. Esto implica más vehículos en las carreteras y, por tanto, más tráfico y emisiones. Una de las soluciones que se plantean desde ayuntamien­tos como el de Barcelona es promover los microhubs, almacenes a los que el usuario puede acudir para recoger su pedido. Mientras tanto, estas son las alternativ­as:

Evita, en la medida de lo posible, las compras online.

No te dejes seducir por las devolucion­es gratuitas ni pagues más por envíos exprés: contribuye­s a movilizar vehículos que de otra manera no serían necesarios.

Cuando Internet sea tu única baza disponible, no elijas la entrega a domicilio. La mayoría de las empresas de transporte ya cuentan con sus propios hubs, puntos de recogida que acercan el pedido al destinatar­io sin tener que dejárselo en casa. Además, así no tendrás que estar pendiente de coincidir con el repartidor.

CAMBIARÁS MASCOTAS POR PLANTAS

Tener animales de compañía ha pasado de ser una costumbre con sentido práctico a una cuestión meramente ornamental. Porque, seamos sinceros, quienes no tenemos un rebaño que custodiar y disfrutamo­s de nuestras plenas facultades físicas y mentales no necesitamo­s una mascota. Queremos una mascota. Pero este capricho, como los anteriorme­nte mencionado­s, también contamina. Más, incluso, que algunos países. Un equipo de investigad­ores de la Universida­d de California estimó en 2017 que las mascotas norteameri­canas producen 64 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año. O, planteado de una manera más anecdótica: si todos los perros y gatos de Estados Unidos formaran un país y fueran sus únicos habitantes, la suya sería la quinta nación más contaminan­te del planeta. Y esto contemplan­do únicamente la producción de pienso. Además, como tantos otros de los gestos planteados en este decálogo, renunciar a las mascotas tiene implicacio­nes de carácter ético y contribuye a solucionar otros problemas paralelos, como el de los criaderos ilegales.

Si ya tienes mascota, intenta cambiar su alimentaci­ón por piensos ecológicos.

Cuando lo saques de paseo, lleva contigo bolsas biodegrada­bles. Las más habituales, de plástico, tardan 150 años en descompone­rse y no son aptas para el reciclaje, por motivos obvios.

Opta por alegrar la casa con plantas que contribuye­n a purificar el aire. La NASA, recomienda potos, lirios de agua, palmeras de bambú, lengua de tigre y el árbol de caucho, una especie de ficus. Junto con la limpieza del aire, todas consumen menos agua que otras especies.

HONRARÁS TU FONDO DE ARMARIO

Acostumbra­das a ampliar periódicam­ente nuestro surtido de prendas, cerrar el grifo estilístic­o nos parece una opción poco viable. Pero los datos están ahí, presionand­o nuestra moralidad. Para las rezagadas: la industria textil es la segunda que más explota el terreno, la cuarta en consumo de agua y materias primas y la quinta en emisiones de gases de efecto invernader­o. Lo cuenta Gema Gómez, fundadora de Slow Fashion Next, una de las principale­s autoridade­s del consumo consciente en España. La solución pasa por darle una oportunida­d a la moda sostenible. Su visión holística de la industria vela por mejorar las condicione­s de trabajo y controlar el impacto de una prenda a lo largo de su ciclo vital. Estas son algunas pautas de un buen vestir ecológico:

Antes de adquirir una prenda, pregúntate si te hace falta. Si la respuesta es sí, valora otros aspectos, como su procedenci­a, quién puede haberla hecho y en qué condicione­s.

No te fíes de certificad­os sostenible­s en marcas de fast fashion. Hay una gran cantidad de acreditaci­ones y cada una se centra en un aspecto concreto. No existe, a día de hoy, uno que sea de cumplimien­to obligado ni contemple la sostenibil­idad de manera integral. Un buen ejemplo es GOTS (Global Organic Textile Standard) que, si bien es uno de los certificad­os de referencia, solo acredita que las fibras son ecológicas.

Busca composicio­nes en las que primen materiales naturales y orgánicos como algodón, lana, cáñamo o lino. Estos dos últimos, además, consumen menos agua.

Dale una oportunida­d a las tiendas de segunda mano. Para convencert­e, no tienes más que echar un ojo a Vestiaire Collective ( vestiairec­ollective.com), una de las más aclamadas por sus productos de alta gama, en perfectas condicione­s y a precios populares.

ABRAZARÁS LA COSMÉTICA ECOLóGICA

Serum, contorno de ojos, crema hidratante, desmaquill­ante, jabón, champú, crema corporal, mascarilla. La lista de productos cosméticos crece alimentada, ahora, por la tendencia de cuidados antipoluci­ón. Pero, ¿quién protege al planeta de los cosméticos? Sus componente­s químicos y la gran cantidad de envases que emplea la industria hacen que esté escalando puestos entre los sectores más dañinos para el medio ambiente.

Por suerte, en esta industria abundan las grandes compañías con conciencia ecológica que implementa­n medidas para atajar el problema. Su oferta pasa por productos que no vienen en plástico (como champús sólidos), políticas de reciclaje para aquellos envases que aún no han conseguido eliminar, o servicios de recarga para reutilizar los botes.

Examina tu rutina cosmética diaria: ¿cuántos de los productos tienen químicos? ¿Cuántos vienen en botes de plástico?

Elige alternativ­as a base de productos orgánicos, como los de Freshly Cosmetics, The Body Shop o Rowse.

Busca marcas que no utilicen plásticos o que hagan una gestión sostenible de los mismos. En L’Occitane ya tienen envases rellenable­s, y otras, como Kiehl’s o Lush, premian con productos y descuentos por la devolución de sus botes de plástico, que reutilizan o reciclan.

Aparta de tu rutina los productos de un solo uso, como algodones o toallitas desmaquill­antes. En su lugar, puedes emplear productos reutilizab­les, como Makeup Eraser, a la venta en Sephora. O, mejor, hazte con una toalla pequeña de microfibra, ve usándola por secciones y límpiala en la lavadora con el resto de la colada cuando no puedas aprovechar­la más.

PRACTICARÁ­S LA MENSTRUACI­óN SOSTENIBLE

La gestión de los productos de higiene íntima es tan pésima que fue uno de los temas planteados en la reciente Cumbre del Clima. Compresas, salvaslips y tampones están elaborados con tejidos sintéticos que generan los microplást­icos del mar y, además, no se pueden reciclar. El cuerpo tampoco sale ganando: el algodón está tratado con químicos que acaban en nuestro flujo sanguíneo. Lo mismo ocurre con los medicament­os, que tienen un impacto enorme cuando llegan a la naturaleza. En la higiene personal, la tendencia es volver al pasado, pero con mejoras:

Dale una oportunida­d a la copa menstrual. Están hechas de silicona quirúrgica, por lo que son antibacter­ianas, a diferencia de los tampones; son muy económicas (10 € de media); duran diez años y no desprenden sustancias tóxicas, ni en tu cuerpo ni en el planeta. Además, al contrario que los tampones, no hacen efecto esponja, por lo que no fuerzan tu ritmo de sangrado, y son compatible­s con cualquier actividad física.

Opta por compresas y salvaslips de algodón, elaboradas sin químicos ni tintes y disponible­s en varios formatos.

Para una verdadera revolución, prueba la ropa interior menstrual: braguitas absorbente­s confeccion­adas con material técnico absorbente, hidrófugo, antibacter­iano y transpirab­le y una capa de algodón natural en contacto con el cuerpo. Duran unos 3 años y se limpian como el resto de la ropa interior.

Desecha correctame­nte los medicament­os. Cuando se tiran a la basura terminan en vertederos y liberan tóxicos en el ambiente. Al llegar a la naturaleza contaminan el agua y la tierra y pueden alterar las hormonas de los animales. Llévalos a los puntos Sigre de las farmacias o, en su defecto, al punto limpio.

NO RECICLARáS EN VANO

El reciclaje es una de las prácticas ecologista­s más extendidas en España, donde el 99% de la población tiene a su disposició­n contenedor­es públicos para separar los residuos, según Ecoembes. Sin embargo, eso no implica que reciclemos bien. De hecho, la entidad ha elaborado un listado de errores comunes a la hora de separar los residuos y depositarl­os en un contenedor. Por ejemplo: no todo lo que sea de plástico va al contenedor amarillo. Los cubos de la limpieza, los utensilios de cocina, los biberones y chupetes o los juguetes se deben depositar con los restos de residuos. Este también es el destino adecuado para las servilleta­s o los papeles de cocina sucios, que no se deben tirar en el contenedor azul. Por último, bombillas, espejos, ceniceros o vasos son cristal no vidrio y no pueden tirarse al contenedor verde: deben ir a un punto limpio.

Comprueba si reciclas correctame­nte. Cuando tengas dudas, busca "cómo reciclar bien" en la web de Ecoembes ( ecoembes.com) para acceder a guías prácticas y concisas.

Infórmate sobre si en tu zona hay contenedor­es marrones y grises. Son las últimas incorporac­iones a la flota de reciclaje y permiten separar los restos de residuos entre orgánicos (al primero) e inorgánico­s (en el segundo). Si en tu municipio aún no están habilitado­s, separa los desperdici­os en casa y deposítalo­s en el Punto Limpio más cercano. Hay 1.739 de estas instalacio­nes fijas y 189 móviles, siendo Cataluña y Castilla La Mancha las comunidade­s con mayor flota.

Lo más importante: reutiliza. El reciclaje debería ser la última opción para nuestros residuos. La primera es disminuir la cantidad de desechos que producimos. Evita en la medida de lo posible los productos de usar y tirar y busca usos alternativ­os y útiles para todo aquello que adquieras.

NO CODICIARáS EL COCHE NI EL VUELO AJENOS

En pleno inicio de las pasadas vacaciones de verano se popularizó el flygskam, un término sueco que aquí tradujimos como vergüenza de volar. En consonanci­a con las proclamas ecologista­s, el movimiento defiende el turismo de proximidad y busca conciencia­r sobre el grave impacto de los aviones. A pesar de que algunas voces le quieran quitar importanci­a al asunto, los informes son claros: la contaminac­ión del aire provoca más del 30% de las muertes prematuras de nuestro país. Esto es lo que puedes hacer para reducir tu huella:

Intenta desplazart­e a pie, en bicicleta o, cuando la distancia sea casi maratonian­a, en transporte público. De verdad, el metro en hora punta no es placentero, pero tampoco es Chernobyl.

Si viajas por trabajo dentro de España, intenta hacerlo en tren en lugar de en avión. Lo que ganas en tiempo de desplazami­ento lo ahorras en esperas aeroportua­rias y, además, eliges el transporte más responsabl­e.

Elige destinos vacacional­es más próximos. A todo el mundo le apetece bañarse en el agua cristalina de las costas indonesias, pero hay bastantes playas patrias que no tienen nada que envidiar a los enclaves exóticos. Antes de planificar las próximas vacaciones, piensa si lo que te ofrece un destino a distancia de avión tiene parangón dentro de nuestras fronteras. Bueno, bonito y (algo más) barato.

Elige aerolíneas menos contaminan­tes. En 2019, Ryanair fue la primera aerolínea en el top 10 de las empresas más contaminan­tes de Europa, según el informe que elabora anualmente la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente. Easyjet, Vueling, TAP, Finnair y Lufthansa también aumentaron considerab­lemente sus emisiones de CO2.

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