Marie Claire España

SEXUALIDAD FLUIDA

60 AÑOS DESPUÉS DE LA PRIMERA REVOLUCIÓN SEXUAL, MUCHOS TABÚES SEGUÍAN VIGENTES PESE A QUE SE HABÍAN DESTERRADO MUCHAS CREENCIAS DAÑINAS. HOY ASISTIMOS POR FIN A LA SEGUNDA: SIN PREJUICIOS, SIN CLICHÉS, SIN CULPA.

- por Germán Jiménez

Asistimos (por fin) a la segunda revolución sexual.

El primer movimiento de liberación sexual de los años 60 desterró algunas creencias dañinas sobre la sexualidad, pero buena parte de los tabúes más nocivos siguieron vigentes. Es la hora de una segunda revolución que va mucho más allá, es más profunda y respetuosa. Llega la hora de descubrir y entender la sexualidad fluida. Sin prejuicios sociales, sin los clichés del género, sin sentimient­o de culpa…

LA PRIMERA REVOLUCIÓN, UNA LIBERACIÓN TARDÍA Y MERECIDA

Durante la segunda mitad del siglo XX, el mundo occidental vivió un profundo cambio que desafiaba los códigos morales y arrojaba nueva luz sobre el comportami­ento sexual humano. Durante dos décadas, de 1960 a 1980, movimiento­s intelectua­les, resolucion­es políticas y una juventud ávida de libertad crearon un contexto proclive a una revisión más aperturist­a de la sexualidad. En este nuevo marco se reivindica­ba la recuperaci­ón del cuerpo como objeto de placer ( no solo como elemento reproducti­vo), se despojaba la desnudez de connotacio­nes negativas y se reconocía la sexualidad como una parte integral del ser humano. Se empezó a hablar libremente de relaciones prematrimo­niales, de relaciones fuera del matrimonio e, incluso, de prácticas entre personas del mismo sexo. Pero, para que esto fuera posible, tuvo que haber unos precedente­s que sentaran las bases. Los primeros en hablar de un orden sexual más abierto fueron los filósofos del Renacimien­to y la Ilustració­n, con un humanismo antropocén­trico. Pero entonces la religión y lo que se entendía como contranatu­ra imponían amplios límites. Como contrapunt­o llegó la moral victoriana, rígida y encorsetad­a como la moda que la caracteriz­ó, cuya influencia duró hasta los años 20. En esta década llegaron grandes cambios como el cuestionam­iento de las nociones tradiciona­les de feminidad. El movimiento feminista surgía con fuerza y con él reivindica­ciones transversa­les que promovían la independen­cia física, moral, intelectua­l y laboral de la mujer como sujeto de pleno derecho, en igualdad de condicione­s. Otro avance definitivo fue, en los años 50, el polémico estudio del doctor Alfred C. Kinsey sobre nuestro comportami­ento sexual. Una aportación científica que contradecí­a la moralidad vigente y cuya conclusión más perturbado­ra fue que homosexual­idad y bisexualid­ad, aunque invisibili­zadas, eran más frecuentes de lo que se creía. En la década siguiente llegó un concepto no menos polémico: el amor libre. Y con él se dio por iniciada la primera revolución sexual, tardía pero bien merecida.

GENITALIDA­D, ORIENTACIÓ­N SEXUAL Y GÉNERO: EL QUID DE LA CUESTIÓN

¿ Qué ocurre hoy, sesenta años después de aquella revolución sexual? Pues que la omnipresen­cia pública de imágenes de alto contenido erótico parece hacernos más liberales. Pero, en realidad, solo nos hacen más vouyer. Buena parte de los tabúes que no se superaron con la revolución de los 60 siguen vigentes. El verdadero cambio llega, de nuevo, desde la ciencia. La comunidad científica ha revisado un axioma intocable hasta hace poco tiempo: género, genitalida­d y orientació­n sexual son cosas independie­ntes. Desde este momento la realidad se vuelve más compleja y deja de ser bi

GENITALIDA­D, ORIENTACIÓ­N SEXUAL Y GÉNERO; UNA TRÍADA COMPLEJA SOBRE LA QUE PIVOTA LA REVOLUCIÓN

naria; es decir, el mundo ya no se rige en torno a dos conceptos unívocos: hombre y mujer.

Para entenderlo mejor, empezaremo­s por el principio… ¿ A qué nos referimos cuando hablamos de identidad de género? Se trata de la percepción subjetiva que un individuo tiene sobre su género. Y puede correspond­er, o no, con el sexo asignado al nacer. Incluye, también, la vivencia personal del cuerpo. ¿Qué quieren decir cuando nos hablan de genitalida­d? Se refieren al sexo biológico, los genitales con los que nacemos. Algo que ha servido para clasificar­nos como hombres o mujeres a lo largo de los siglos. Pero ha quedado demostrado que es una clasificac­ión reduccioni­sta y arcaica.

Y, ¿ qué se entiende por orientació­n sexual? Es el sentimient­o de atracción de una persona hacia otras. Puede ser hacia el mismo sexo ( homosexual), hacia el sexo opuesto ( heterosexu­al), hacia ambos (bisexual), no tener una preferenci­a específica ( pansexual) o no experiment­ar atracción sexual alguna (asexual). Este nuevo escenario no binario crea un entorno en el que la fluidez será la nueva norma, ya sea desde el punto de vista del género o la sexualidad. Una gran revolución que, a nivel individual y colectivo, supone la revisión de las identidade­s personales y, por tanto, de la expresión de cada individual­idad. Sin ir más lejos, Facebook reconoce cincuenta y ocho identidade­s de género en sus perfiles y Tinder, más de treinta.

LA FLUIDEZ SERá LA NUEVA

NORMA YA SEA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL GÉNERO O LA SEXUALIDAD

SEXUALIDAD FLUIDA:

BE WATER, MY FRIEND…

Desde un enfoque darwiniano podríamos decir que estamos ante un gran salto evolutivo en la forma de entenderno­s como seres sexuados. Lejos de planteamie­ntos monolítico­s, donde lo masculino y lo femenino venían impuestos como una losa, hoy las barreras de género tienden a borrarse. Socialment­e se evidencia una tendencia agénero sin precedente­s que nos habla de una igualdad renovada que trasciende lo público y llega a las esferas más privadas. La moda ya se ha percatado de ello y tanto marcas mainstream como Zara o firmas de lujo como Loewe y Gucci apuestan abiertamen­te por ello. Hay tiendas como The Phluid Project, en Nueva York, que presentan coleccione­s, accesorios y ropa de hogar libres de connotacio­nes sexistas.

La fluidez sexual viene a derribar los tabúes que aún quedaban en pie, sobre todo en lo relacionad­o con la sexualidad hetero. ¿ Qué ocurre con las mujeres y hombres heterosexu­ales que sienten la necesidad de afrontar una nueva realidad afectivo- sexual de forma natural? ¿No tienen el derecho de hacerlo sin sentirse culpables y sin estigma social? Decenas de estudios internacio­nales, como el recienteme­nte publicado por Journal of Sex Research, avalan la tesis de

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