SIKKIM, REINO ORGáNICO
Esta región de India capitanea la transición orgánica.
EL DISTRITO DE DZONGU, EN INDIA, AÚN DORMITA EN LA ESPESA NIEBLA DE LA MAÑANA. EL CANTO DE LAS AVES SEÑALA EL COMIENZO DE UN NUEVO DÍA. CONFORME LA HUMEDAD SE EVAPORA Y EXPONE EL CIELO AZUL, LAS COLINAS CUBIERTAS DE ÁRBOLES RESUENAN CON UN SINFÍN DE CASCADAS QUE NACEN EN LAS MONTAÑAS CIRCUNDANTES. EL SOL PASARÁ POR ESTAS ALTAS LADERAS UNAS HORAS MÁS TARDE, REVELANDO LA MAJESTUOSA SILUETA CON LA CUMBRE NEVADA DEL MONTE KANCHENJUNGA, EL TERCER PICO MÁS ALTO DEL MUNDO Y HOGAR DE SIKKIM, EL PRIMER ESTADO ORGÁNICO DEL PLANETA.
Esta montaña es sagrada para todos los lepchas, creemos que fuimos creados por su nieve", explica Tenzing Lepcha, un agricultor local y activista ambiental de 39 años. "Cada vez que uno de nosotros muere, en cualquier parte del mundo, su alma viaja de vuelta a la montaña". Los lepchas –se cree que son los primeros habitantes de estas tierras– solían llamar a Sikkim Nye-mae "paraíso". El nombre no podría ser más apropiado para este antiguo reino independiente de 610 000 personas enclavado en los picos del Himalaya, entre Nepal, Bután y el Tíbet.
Hace unos años, Tenzing sintió la llamada de su patria encantada. Dejó atrás una prometedora carrera como futbolista en Calcuta y las comodidades de la vida urbana para regresar a Dzongu y ocuparse de la agricultura. "El mundo industrializado ha seguido el camino del progreso, pero hoy en día incluso los occidentales están tratando de volver a sus raíces", explica mientras se sienta en su porche de madera rodeado de parcelas de exuberantes hojas verdes y mandarinas brillantes. Fue Tenzing quien, a su regreso, animó a los jóvenes desempleados locales a dedicarse a la agricultura y encabezó la comercialización y venta de los productos naturales de Dzongu. Hoy es uno de los personajes más venerados de la región y la encarnación de un camino alternativo al desarrollo en el que Sikkim se ha embarcado.
VOLVER AL ORIGEN
En 2016, Sikkim se convirtió en el primer estado totalmente orgánico del mundo, con el objetivo declarado de preservar el medio ambiente local, su frágil ecosistema y su rica biodiversidad, y asegurar una vida más saludable para su gente. Fue la culminación de un proceso iniciado en 2003, durante el cual Sikkim eliminó gradualmente los fertilizantes químicos y los pesticidas, capacitó a los agricultores en la agricultura orgánica y estableció pozos de compostaje en todo el estado. Hoy en día la totalidad de las 76 000 hectáreas de tierras de cultivo de Sikkim están certificadas como orgánicas, y la importación y el uso de sustancias químicas está estrictamente prohibido. El mundo ha pasado mucho tiempo buscando una alterna
EN 2003,SIKKIM INICIó SU ANDANZA HACIA UN MODO DE VIDA ARMóNICO CON LA NATURALEZA
tiva sostenible a la agricultura industrial, y la apuesta a largo plazo de Sikkim en torno a la agricultura orgánica es un ejemplo inspirador que puede dar forma a una nueva relación más constructiva entre los seres humanos y el medio ambiente.
REVOLUCIÓN ORGÁNICA
Elogiada durante décadas por su capacidad para alimentar el planeta a precios asequibles, en los últimos años, la agricultura intensiva ha sufrido un escrutinio cada vez mayor por los costes sociales y ambientales ocultos de los monocultivos, los cultivos de alto rendimiento y las sustancias químicas. El sector es responsable de una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, contribuyendo en gran medida al calentamiento global. Los fertilizantes y pesticidas han reducido drásticamente el número de abejas y otros insectos polinizadores, han matado la vida silvestre y han causado una contaminación masiva del agua y el agotamiento del suelo. En algunos países, la compra de semillas híbridas y tecnología costosa han sumido a los agricultores en una espiral de endeudamiento fatal, causando suicidios generalizados (casi 300 000 solo en India entre 1995 y 2014).
Con tierras de cultivo limitadas y bajos rendimientos, Sikkim nunca podrá alimentar al planeta, pero su modelo, basado en la interconexión –en lugar de la competencia– entre los seres humanos y la naturaleza, podría abrir el camino hacia una vía más sostenible precisamente cuando el cambio climático está obligando al mundo a redefinir sus prioridades. Las autoridades locales citan un aumento de la población de vida silvestre y abejas, y el rejuvenecimiento del poco profundo y árido suelo de Sikkim, como algunos de los primeros resultados de la revolución orgánica. Una investigación reciente de la Universidad de Sikkim descubrió que la agricultura indígena contribuyó a un aumento de las especies de mariposas en áreas cultivadas, lo que demuestra que la agricultura orgánica y la biodiversidad salvaje pueden coexistir y ser mutuamente beneficiosas.
La decisión de convertir Sikkim en un estado totalmente orgánico fue idea de Pawan Kumar Chamling, su Primer Ministro, que gobernó el estado de manera continua durante 25 años hasta mayo de 2019. La nueva política se adaptaba bien a la región: debido a su terreno montañoso y a sus pequeñas parcelas dispersas –el terreno promedio es de solo una hectárea y la mayoría de los campesinos son agricultores de subsistencia– Sikkim no es adecuado para la agricultura industrial, mecanizada. Aquí, el consumo de productos químicos siempre había sido significativamente menor que en el resto del mundo.
REDESCUBRIR EL PARAÍSO
Sin embargo, esta nueva vía no es inmune a los riesgos. La agricultura orgánica es más compleja y requiere mucha más mano de obra que la convencional, y los rendimientos son estacionales y más bajos. Las autoridades locales han identificado cuatro cultivos efectivos –jengibre, trigo sarraceno, cúrcuma y cardamomo– que podrían impulsar las exportaciones orgánicas de Sikkim, pero el Estado carece de las infraestructuras –almacenamientos en cadena fría, unidades de procesamiento y un sistema de transporte fiable– para comercializar eficazmente sus productos agrícolas de alta calidad. La mayoría de los agricultores se ven obligados a vender sus productos a través de los mismos canales, y al mismo precio, que las frutas y hortalizas convencionales.
Puede que se tarde años en desarrollar una cadena logística adecuada, pero la situación está mejorando lentamente. Hoy en día, las deliciosas naranjas de Dzongu se venden hasta en Calcuta y Delhi, y los inversores de varios países de Oriente Medio, Europa, El Sudeste Asiático y el Lejano Oriente ya han expresado interés por los productos locales. La revolución orgánica también ha estimulado un aumento del turismo hacia esta tierra inaccesible. Parte de India desde 1975, Sikkim está habitada por diferentes comunidades –butias, lepchas, nepalíes y tibetanos– y cuenta con una fascinante mezcla de idiomas, culturas y religiones que le otorga una identidad cultural peculiar. Viajar por el país puede ser arduo –la mayoría de las carreteras son pistas de tierra estrechas talladas en las laderas de las montañas, y cubrir cien kilómetros puede llevar un día entero– pero para aquellos lo suficientemente aventureros, las recompensas son especta
culares. Altos picos, estrechos valles cortados por ríos transparentes y bosques vírgenes intercalados con templos hindúes, remotos monasterios budistas y lagos sagrados son solo algunas de las impresionantes atracciones que
Sikkim tiene para ofrecer.
Dejar la extensa capital Gangtok y perderse en la exuberante naturaleza virgen es la mejor manera de explorar esta tierra fascinante. Los visitantes pueden alojarse en estancias en el pueblo -habitaciones espartanas disponibles ofrecidas por las familias locales- y experimentar una visión de la vida rural auténtica. Los días se pasan cosechando arroz, explorando cascadas ocultas o asistiendo a las bodas tradicionales. Por la noche, las familias se reúnen alrededor de la chimenea para compartir historias –y deliciosas cenas orgánicas– con sus huéspedes.
Entre los destinos imprescindibles de Sikkim se encuentra la granja modelo de Azing Lepcha: un hombre tímido y trabajador de 57 años de la aldea de Hatidunga cuya historia es un buen ejemplo de las luchas y recompensas que la transición orgánica puede ofrecer. En 2003, Azing heredó cinco acres de tierras de cultivo familiares de su difunto padre. La tierra en bancales había estado cubierta de monocultivo de maíz desde la década de 1970, y la aplicación constante de la urea –un fertilizante nitrogenado común y barato– durante más de 25 años había agotado aún más el suelo, ya de por sí pobre. Azing comenzó a convertir la tierra en una granja de frutas, plantando sus empinadas laderas con piñas, guayabas, plátanos, mangos y papayas. Los comienzos no fueron muy prometedores. "Nadie sabía de mi nueva actividad. Lo único que podía hacer era vender las frutas en el mercado más cercano", explica. "Durante cuatro años luché para poder mantener a mi familia". No solo no se rindió, sino que decidió diversificar sus actividades produciendo miel casera y utilizando el excedente de fruta para preparar deliciosos vinos sin alcohol. La idea funcionó, atrayendo un goteo constante de visitantes. Azing abrió una estancia en casa para acogerlos, combinando la agricultura ecológica con el turismo sostenible en un círculo virtuoso. Hoy en día recibe a más de 300 visitantes indios e internacionales cada mes y sus frutas, verduras y huevos llegan a los mejores hoteles de 5 estrellas de Gangtok.
EL SABOR DEL EQUILIBRIO
Azing fue capaz de enviar a sus siete hijos a la escuela y se hizo conocido en todo Sikkim. La suya es una de las principales historias de éxito de la revolución orgánica. Más importante aún, demostró a sus compañeros agricultores que el nuevo modelo podía funcionar simplemente confiando en la naturaleza. Azing utiliza estiércol –una mezcla de heces animales y hojas de bosque– como fertilizante, y una mezcla de orina de vaca fermentada y hierbas locales como repelente de insectos. "El veinte por ciento de mi cosecha todavía es comida por insectos, aves, monos y animales salvajes, pero estoy perfectamente de acuerdo con eso", resalta. "Estos animales alimentan el bosque, que a su vez proporciona estiércol para mi granja.
Todo está conectado en la naturaleza". Después de terminar de cuidar sus campos de piña, Azing nos conduce hasta una cocina rústica, donde tres ollas nos esperan sobre la mesa. El almuerzo es frugal –una cucharada de arroz acompañado de frijoles, lentejas y una sopa de hojas verdes– sin embargo, la comida resulta tan deliciosa que es como comer por primera vez. El sabor despierta los sentidos y habla de un pasado en el que la fruta y la verdura eran una conexión viva entre los seres humanos y el planeta. Saborearlos es una experiencia única por la que vale la pena el largo viaje a este antiguo reino todavía gobernado por los ritmos inmutables de la naturaleza.
LA MEJOR HERENCIA
Aquí, el amor visceral que las personas sienten por el medio natural es el resultado de necesidades básicas convertidas en una filosofía de vida. Las aldeas locales están dispersas y aisladas unas de otras y, en temporada de monzones, los deslizamientos de tierra pueden bloquear las pocas carreteras existentes, aislando distritos enteros durante semanas. La autosuficiencia siempre ha sido una necesidad en un entorno tan desafiante, y enseñó a los habitantes de Sikkim a comprender el lenguaje de la naturaleza. "Aquí no necesitamos mercados. Si me envías a la selva, sé qué plantas comer", explica Tenzing, riendo. "Sabemos estas cosas desde nuestros antepasados. Si tuviéramos que estar aislados del mundo, sabríamos cómo valernos por nosotros mismos". Los agricultores de Sikkim saben que el tiempo perfecto para sembrar verduras coincide con la migración primaveral de la grulla de cuello negro hacia el Tíbet, mientras que el florecimiento de ciertas flores marca el período en que las truchas regresan río arriba para poner huevos. Estas técnicas de agricultura y caza constituyen una riqueza invaluable de conocimientos. Escuchar a Tenzing enumerarlos es como entrar en una biblioteca secreta centenaria para admirar un manuscrito sagrado. Volver a la agricultura no es la única manera en la que Tenzing dedica su vida a la protección de la naturaleza. Durante los últimos 12 años, él y sus compatriotas han liderado una feroz batalla contra varios pro
yectos hidroeléctricos que habrían cambiado las montañas y los ríos de Dzongu para siempre. Los granjeros se enfrentaron a palizas y estancias en prisión, pero finalmente ganaron, poniendo su amor por esta tierra por delante de ganancias personales. Todos sabían que, sin su lucha, no habría tierras de cultivo ni turismo ni vida.
Los ojos de Tenzing brillan con una mezcla de orgullo y miedo al pensar en los retos del futuro. Sabe que la preservación
de la naturaleza es una batalla diaria que nunca debe darse por vencida. "No podemos pedir a todos nuestros jóvenes que hagan lo mismo que nosotros hicimos. El interés tiene que venir de ellos", concluye. "Lo único que podemos hacer es mostrarles un camino que fue creado por nuestros antepasados, y que mis semejantes y yo decidimos seguir. Realmente espero que las generaciones futuras hagan lo mismo".