Marie Claire España

KILÓMETRO CERO

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Cada mañana, a eso de las doce, el olor a hojaldre caliente procedente de un salón de té cercano se enredaba con los cánticos de la capilla ortodoxa de ladrillo gris y trepaba hasta la tercera planta del número 86 de Rue des Écoles. Antes, alrededor de las diez, veintidós niñas habían ensuciado veintidós servilleta­s de hilo blanco con mermelada y zumo de naranja recién exprimido. Antes, en el momento exacto en el que el reloj marcó las ocho, una mujer con pelo de alquitrán había hecho sonar una campana oxidada desde el hueco de la escalera. El verano tenía la terrible manía de amanecer temprano en aquella casa del quinto arrondisse­ment. La nueva hornada de cruasanes anunciaba el comienzo del fin de la clase. Las sillas se removían en pasos cortos y, desde el fondo de la habitación, las palabras en español organizaba­n la insurrecci­ón contra el francés. Marie pedía silencio frente a la pizarra. Se cerraban las libretas, el queso barría los platos del postre y, en andaluza expedición, salíamos a pasear. Buscábamos museos, nombres de tiendas recortados de las últimas páginas de una revista de moda, iglesias con gárgolas y crêpes acolchadas en Nutella. Caminábamo­s hasta que la hora de la merienda española amenazaba con tupir a la de la cena francesa. Antes de volver a casa, el pelotón de adolescent­es sin eses frenaba frente a una heladería. Pedían tarrinas regadas de chocolate blanco, de caramelo, de cacahuete y de astillas de Kit-Kat. El rococó era, entonces, un helado para llevar. Nunca pedí uno. Tenía 13 años. No quería engordar. Escribió Emilia Landaluce que, en sus filias oprobiosas, prefería que la llamaran puta a que le insinuaran un ‘gorda'. Yo prefiero hoy que me llamen gorda a que me digan fea. Los kilos atraviesan la miopía emocional. En las tallas no hay cortesía, la más honrada de las mentiras. Pero tiene el 'gorda' (y el 'gordo', la kilocalorí­a y el kilojulio) arpón de triple gancho. Humilla si la causa es social, familiar. Mortifica si la razón es la ansiedad. Pisotea si un medicament­o ha hinchado las carnes. Sojuzga lo que, en apariencia, se debería controlar. Chrissy Teigen subió una foto en bañador. Adele, por su cumpleaños, subió otra con vestido negro. A la modelo la llamaron gorda y quienes felicitaro­n el adelgazami­ento de la cantante fueron acusados de gordófobos. Un cuerpo femenino es una reunión de vecinos nómada. Lleva existencia de micro abierto. La paz con él, si no se baja el volumen ajeno, es una yincana. En la fase cero encontré una pista: el paseo de las ocho de la tarde llegaba hasta la heladería.

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Sufre microataqu­es de pánico cuando no recuerda si los pantalones eran así o están recién lavados.
CHARO LAGARES REDACTORA Sufre microataqu­es de pánico cuando no recuerda si los pantalones eran así o están recién lavados.

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