Mario Ruiz LA SOLEDAD, ENFERMEDAD EN LA SOMBRA
La máxima de mens sana in corpore sano es ahora más actual que nunca. La salud mental peligra en tiempos de Covid-19.
La Covid-19 ha transformado la manera en la que vivimos en mayor o menor medida. Tras el confinamiento, la manera de relacionarnos sufrirá un cambio drástico. En muchos casos, la enfermedad ha impactado de forma directa a personas cercanas, lo que ha convertido así la salud mental en prioridad. Los efectos psicológicos y sociales de la pandemia son generalizados y evidentes: según un análisis de la Academia de Ciencias Médicas de Reino Unido, la coyuntura que provoca el Covid-19 tiene consecuencias ahora y las tendrá a más largo plazo.
Una de las preocupaciones más generalizadas tiene que ver con los efectos del aislamiento social. Su repercusión puede así dejarse notar sobre el bienestar de las personas, con un aumento de la ansiedad, depresión o estrés. Muchas de las consecuencias anticipadas de la cuarentena y las medidas de distanciamiento social y físico representan factores de riesgo clave para los problemas de salud mental. Estos incluyen suicidio y autolesiones, abuso de alcohol y otras sustancias, juegos de azar, abuso doméstico e infantil y riesgos psicosociales: desconexión social, duelo, desempleo…
El seguimiento de la soledad y la intervención temprana son prioridades importantes. De manera crucial, reducir los sentimientos sostenidos de soledad y promover la pertenencia es un mecanismo para protegerse contra el suicidio, la autolesión y los problemas emocionales. Diferentes vías de riesgo sobre las que ahora se incide y sobre las que es y será necesario intervenir, especialmente mientras no haya abrazos.